"Me moriría de vergüenza si no tuviera enemigos”
Opinión

"Me moriría de vergüenza si no tuviera enemigos”

Tener contradictores que nos odian por pensar como lo hacemos y obrar como obramos, es una excelente medida del rumbo que elegimos

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septiembre 27, 2019
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De nuestros tiempos en la Sierra Nevada de Santa Marta, recuerdo una conversación de varios guerrilleros en la que participaba Simón Trinidad. En algún momento le oímos afirmar que se sentía orgulloso de contar con enemigos. Al preguntarle la razón, nos respondió que hombre que se respetara a sí mismo tenía que haber despertado enemistades, ellas daban una verdadera idea de lo que cada quién había hecho en su vida.

Bastaba con saber quiénes eran los enemigos de alguien para saber qué clase de persona era en realidad. Por aquellos tiempos éramos todos fervientes estudiosos de las ideas marxistas, y la posición de Simón nos bastó para recordar las palabras de Federico Engels en el sepelio de Carlos Marx, en las que recordaba que este había sido el hombre más odiado y calumniado de su tiempo. Los gobiernos, lo mismo los absolutistas que los republicanos, lo expulsaban.

Los burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas, competían en lanzar difamaciones contra él. Marx apartaba todo esto a un lado como si fueran telas de araña, no hacía caso de ello; solo contestaba cuando la necesidad imperiosa lo exigía. Era cierto, lo que Simón afirmaba lo corroboraba la historia, bastaba con pensar en Antonio Nariño, en Bolívar, en el mismo Jesucristo, en personalidades de la talla de Mahatma Gandhi.

Con los años, conocimos de otras mentes privilegiadas que expresaron de modo genial la misma idea. José Martí, Triste es no tener amigos, pero más triste debe ser no tener enemigos…, porque el que enemigo no tenga, es señal que no tiene: ni talento que haga sombra, ni carácter que impresione, ni valor temido, ni honra de que la murmuren, ni bienes que se codicien, ni cosa buena que se envidie. Thomas Fuller, Si no tienes enemigos es señal que la fortuna te ha olvidado.

El profesor Renán Vega Cantor nos recordaba alguna vez a Santiago Ramón y Cajal, ¿No tienes enemigos? ¿Es que jamás dijiste la verdad o jamás amaste la justicia? No deja de conmover profundamente la reflexión de Eduardo Galeano, ese gigante del pensamiento tercermundista, Me moriría de vergüenza si no tuviera enemigos. A su modo, el historiador y político romano Tácito lo registró para la posteridad, Los peores enemigos son los que aprueban siempre todo.

Tener contradictores que nos odian por pensar como lo hacemos y obrar como obramos, es una excelente medida del rumbo que elegimos. Simón Trinidad será recordado y venerado con el tiempo, mucho más que quienes tendieron la trama que terminó con su extradición y condena. La historia no se escribe con titulares de prensa, ni con comentarios ruines en las redes sociales. En ella se registran finalmente las grandes tendencias y sus mejores intérpretes.

La larga lucha entre quienes trabajan por conseguir la paz y quienes por todos los medios aspiran a eternizar la guerra y las soluciones violentas, encarna sin lugar a dudas la oposición abierta entre los anhelos de las grandes mayorías que sueñan con justicia social y los deseos de unas minorías ambiciosas inspiradas por intereses puramente individuales. Es sencillo, mientras que la paz nos sirve a todos, la guerra produce enormes dividendos a un grupo reducido.

Grupo reducido que desafortunadamente cuenta con un inmenso poder económico que le sirve para ejercer una enorme influencia, para corromper y comprar consciencias, para echar a rodar con singular eficacia las versiones funcionales a su lucro. Así que no es extraño que en las mentes de muchas gentes confundidas, anide la idea de que los peores enemigos de su bienestar son precisamente los que se empeñan en consolidar la paz contra viento y marea.

 

Medio siglo de lucha armada nos enseñó muchas cosas de nuestros enemigos.
Como sus esfuerzos permanentes por dividirnos y enfrentarnos.
Para usar en su favor a la gente que retome las armas

 

Nos odia el gran capital, ya se trate del que proviene más allá de nuestras fronteras, o del acumulado en nuestro país con el sudor de la clase trabajadora. Nos odian los amos de la tierra que nunca cejarán en su propósito de arrebatar más y más hectáreas por el medio que sea. Nos odia la extrema derecha que articula de modo tan preciso los intereses de los dos anteriores. Esa que estimula y espera nuestro retorno a las armas para poder hacer de las suyas.

Más de medio siglo de lucha armada nos enseñó muchas cosas de nuestros enemigos. Como sus esfuerzos permanentes por dividirnos y enfrentarnos. Para usar en su favor a la gente que retome las armas. Para desprestigiar nuestras banderas con quienes reniegan de nuestro partido. Hay que ver las amenazas de muerte que nos llegan de los primeros, basta con oír el discurso corrosivo de los segundos. Unos y otros son ilusos que no se percatan de cómo los utilizan.

Me gusta el modo como la gente del común recibe a Timo en Bucaramanga o Barranquilla. Aplausos y vivas a la paz. Son mucho más los amigos, también ellos hablan de lo que somos.

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