¡Me morí!, ¿y…?
Opinión

¡Me morí!, ¿y…?

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agosto 07, 2013
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…Y usted qué hizo: ¿Siempre se quejó? ¿Qué buscó? ¿Halló el camino? ¿Se cayó y se levantó? ¿Lidió sus tusas? ¿Lo engañaron o engañó? ¿Se desencantó? ¿Qué le resultó esquivo? O, ¿qué se gozó? ¿Qué lo hizo vibrar? ¿Qué lo llevó al cielo y lo trajo? ¿Qué cantó y bailó sin descanso? ¿Quién lo llevó a la locura? ¿Qué repetiría una y mil veces?...

Cuando se van cumpliendo años, y éstos ya van sumando décadas, uno comienza a cuestionar la vida que lleva hoy, pero ¿De cara a la muerte? Mmmmm... tal vez no, porque ese es todavía un tema tabú, y lo es por asuntos culturales. Mientras para algunas culturas la muerte es trascender, crecer y llegar a la felicidad del más allá, para nosotros los occidentales, católicos si lo somos, el asunto es un poco más complicado porque tiene cielo e infierno, parajes concebidos bajo la sombra de si pecamos o no. Pero el tema es la muerte, sí, así de claro. Mi papá ha sido toda la vida un gran lector y entre lo menos profundo que leía estaban las famosas Selecciones de Reader΄s Digest que traían historias maravillosas; eso me encantaba y él siempre me las compartía. Había una sección que se llamaba “Temas de reflexión”, no sé si todavía existe, pero alguna vez leí lo siguiente: “A la muerte debiera mirársele como una anciana bondadosa que nos tiende la mano para aliviar nuestro dolor”.¿Será que sí?

Las 30 preguntas que todos debemos hacernos antes de morir

Nada hay más seguro que la muerte y, como dice un amigo, los impuestos de la Dian, jeje. Siempre he creído que las cosas se nos cruzan por algo, como la columna que Florence Thomas escribió por estos días, muy sentida, sobre dos hermanas que entre más años cumplimos, más se acercan a nuestras vidas: vejez y soledad. Florence decía que ella y un grupo de amigos planearon desde siempre construir una casa para cuando estuvieran viejos, en un clima templado y donde todos pudieran compartir sus achaques. Sin embargo, los años se pasaron, aparecieron las enfermedades, algunos ya se fueron y los que quedan ya comienzan a sentirse solos. ¿Qué duro no?. Coincidencialmente, llegó a mis correo un artículo escrito por Andrea Balt, una joven escritora quien el día que cumplía 30 años —hace muy poco— lo primero que pensó fue en empacar una pequeña maleta, subir al primer tren, trasladarse a otro país, cambiar de nombre, cambiar el color de pelo (o hacerse una cirugía plástica si era necesario), y empezar de cero. “Cuando no sé cómo hacer frente a la vida, a veces me escondo; otras veces, lucho”. Esto nos ha pasado a todos, ¿no? Tal vez cuando más jóvenes; lo contrario resultaría muy grave aunque, como dicen muchos, nunca es tarde para comenzar… Pero entre sus cavilaciones, Andrea decidió reevaluar el significado de su vida y golpear en puertas desconocidas, mejor dicho, preguntarse cosas que hasta el momento no había pensado. Así llegó a lo que llamó “las 30 preguntas que todos debemos hacernos antes de morir”, porque “Muchos de nosotros llegamos a 30, 40, 50 o más, pasando nuestra vida entera como extraños de nosotros mismos”.

Hablar de las 30 preguntas sería eterno, así que les voy a compartir las que pueden ser el comienzo de las propias suyas:

1)     ¿Cuánto ha amado? Cuente las personas. ¿Cree que la cuenta está en rojo? Considere lo siguiente: ¿Ha amado aún cuando dolió, cuando no se podía, cuando no debía, cuándo no lo hizo? Eso me recuerda lo que uno les dice a los hijos: “Mira, uno se enamora del que debe ser y no es, del que es y no puede ser, del que jamás debió ser, pero todos esperamos que algún día aparezca el que quiere, puede y debe ser”. Si es así, pues así se aprende y entonces uno es más rico emocionalmente de lo que se siente.

2)     ¿Qué ama hacer, que NO está haciendo? Por otra parte, ¿cómo le pagan por hacer lo que ama? Hagamos una lluvia de ideas. Usted tiene derecho a estar vivo cada segundo del día. No se supone que gaste ocho horas encadenado a algo que no le gusta, y que se pase las cuatro restantes “echando globos” para hacer frente a la depresión por no hacer lo que debe, lo que quiere, lo que necesita hacer. ¿Qué esta haciendo para lograrlo?

3)     ¿Qué persona o clase de persona escogería como compañera de vida?Olvídese de los “deberías”, los “no se puede”, los “no lo haría”, los “imposibles”. ¿A quién amaría usted y quién lo amaría si lo pudiera elegir? Si lo puede decir, eso hace la diferencia. Cuando usted exterioriza sus sueños, usted prende un motor. Es como si se abrieran todas las puertas para permitir que todo pase.

4)     ¿Qué aventuras quiere tener? ¿Puede hacer una lista de cinco? Las aventuras no son solo para los niños, o tal vez para el pequeño de diez años que hay en nosotros y que nunca muere. Y ese niño interno es quien realmente ama y vive la vida por lo que es: La gran aventura en el universo.

5)     ¿Por qué quiere ser recordado? Escríbalo. “Este es el hombre/mujer quien _______________”. Tómese su tiempo.

Y hay 25 más: ¿Cuál sería su contribución a la humanidad? ¿Cuáles son sus fantasmas (miedos)? ¿Qué necesita su cuerpo para funcionar mejor? ¿Qué es lo que más le preocupa? ¿Cuáles son las personas a las que más ama? ¿Qué alimenta su espíritu? ¿De qué se siente orgulloso?, entre otras.

Hoy estoy trascendental ¿no? Pues, como se pregunta Andrea: ¿Cuál es el significado de la vida? Ella dice que “sólo hay que darse cuenta de que se tiene un universo dentro que se puede alcanzar en cualquier momento y que está siendo creado constantemente por usted. Sáltese el amor, el dinero o la fama si no vienen como resultado de conducir su vida con la verdad, pues son la base de su casa interna que le ayudará a descubrir, entender y crear esa estructura. Si usted no sabe dónde comenzar a construir, solo hágase preguntas”. ¿Muy rosa? Nooooo, me parece chévere. No creo que sea superficial lo que nos pone a pensar sobre el sentido de nuestra vida.

Pero no puedo terminar sin dejarles la siguiente inquietud, porque si no pensamos positivamente sobre la muerte, menos en lo que diría su epitafio: ¿Qué diría?

 

 

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