Más allá de los nacionalismos
Opinión

Más allá de los nacionalismos

Por:
junio 19, 2015
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Puede ser un pecado de lesa opinión meterse en el berenjenal del nacionalismo en estos tiempos de multiculturalidad y globalización. Máxime cuando para nosotros el esnobismo es una actitud y práctica que transmuta viralmente.

Tomando un ejemplo de cómo se usa so pretexto y cómo en otros escenarios es desechado sin rubor, el nacionalismo en lo deportes de competencia es mera función mediática y coyuntural, aupada por los intereses comerciales que están detrás de las figuras del momento.

Para el caso del fútbol y de la selección Colombia en particular, resulta casi que patética la exacerbación de un falso nacionalismo y cómo se manipulan adrede las pasiones y sentimientos de una masa amorfa de fanáticos esquizofrénicos que se comportan y cambian de bando emocional según los resultados.

Amén de los triunfos y derrotas de un equipo como la Selección, en el fondo lo único importante es que se apela a unos sentimientos de bandera, patria y nacionalidad para congregar feligreses en el templo inmenso del fútbol y de paso, se adormece por instantes el banal y mediocre mundo en el que se sumerge la mayoría de los mortales de esta parte del planeta y que tiene similares comportamientos en otros territorios de este continente.

Todos casi que sin excepción, nos vemos tocados por esa religión poderosa del fútbol intimista y promiscuo que los medios de comunicación se encargan de elevar a los altares de la adoración popular. Nos preocupan tanto los amores y odios de las familias de nuestros jugadores, su comportamiento de farándula, escándalos o buenas acciones; estamos al tanto de sus intimidades más nimias como en un show de Truman al que tenemos acceso permanente.

Fisgonear en la vida de los héroes populares  nos reconforta en la medida que se parecen mucho a nosotros, menos en la cuenta bancaria, son seres humanos a los cuales la vida en la otra esquina les cambió por cuenta de eso que llaman suerte y disciplina, combinada con un talento innato para levantar a patadas a una pelota en este caso del fútbol.

Aquí tanto el nacionalismo aristocrático de vieja data como el nacionalismo popular, el burgués y el pequeño burgués se confunden y funden por instantes para celebrar en un abrazo igualitario por culpa de uno héroes fugaces —la mayoría de estrato popular—  que reviven nacionalismos opacos y que duran lo que demora en disolverse una efervescente medicina en un vaso de agua.

El día que esta sociedad de criollos impuros se percate que los nacionalismos, así como los expresamos en el  fútbol o en otro deporte de competencia, donde se refleje la garra de una nación confusa y difusa, pueda ser reorientado hacia otro propósitos más edificantes y de progreso; nos daremos cuenta que sí vale la pena recurrir a ese sentimiento de nacionalidad.

Necesitamos nacionalismos puros para defender el medio ambiente de tanto depredador camuflado detrás de políticas nacionales de aprovechamiento de los recursos naturales y de feria de montañas, selvas y ríos por cuenta de la minería.

Debemos recurrir a nacionalismos esenciales para defender la construcción de una sociedad menos desigual y de más oportunidades para la gente; con una industria que no le tema a la competencia sino a su propia incompetencia, con un sector agropecuario protegido para que pueda crecer y aportar a la seguridad alimentaria de la Nación y con una vocación de servicios que sea capaz de articular mercados y negocios en función de defender los productos colombianos que estén bien hechos y con responsabilidad social.

Son urgentes los nacionalismos cuando se trata de lanzar una cruzada contra la pobreza por cuenta de la movilidad social que propicia la educación pública masiva y gratuita; bajo la premisa de un hombre nuevo, comprometido y solidario, competitivo y creativo; y que sea capaz de defender a la sociedad con la reflexión y la crítica.

Para pocos es un secreto que las sociedades exitosas en este convulsionado y conectado mundo de ahora han encontrado fórmulas que combinan tres cosas: 1) un sentimiento de unidad en torno a sueños compartidos que se construyen de manera colectiva, 2) claras acciones orientadas por un proceso de liderazgo sostenido por parte de los gobiernos y los empresarios y 3) la idealización de una nacionalidad viva y dinámica en la mayoría de los individuos y grupos sociales que recubre y protege a los dos anteriores aspectos.

Coda: más allá de una camiseta colorida y que lleva símbolos de una supuesta nacionalidad junto con la marca deportiva transnacional en el pecho, necesitamos ponernos la camiseta de la nacionalidad pura que nos defienda de esos saqueadores que usan al deporte como una nueva religión.

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