Martuchis, los pobres no son pobres porque quieren, sino porque se les impone

Martuchis, los pobres no son pobres porque quieren, sino porque se les impone

"Creer eso es obviar que Colombia es uno de los países más desiguales y desconocer que los cimientos que estructuran estas injustas y desiguales sociedades están mal"

Por: Juano Zuluaga
julio 21, 2020
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Martuchis, los pobres no son pobres porque quieren, sino porque se les impone
Foto: Twitter @mluciaramirez

La controvertida vicepresidenta de Colombia, Marta Lucía Ramírez, nuevamente ha generado polémica en la opinión pública a raíz de una declaración en la Cumbre Ministerial de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En este escenario, Martuchis (como algunos suelen llamarla de cariño y otros de manera jocosa, como es el caso de Daniel Samper Ospina) se refirió a los impactos de la pandemia del COVID-19 en la economía colombiana, particularmente en los trabajadores informales y los respectivos desafíos del país. A raíz de esto, el portal Pluralidad Z realizó una publicación —que rápidamente se fue divulgando por las redes sociales— titulada A los pobres les sorprendió la pandemia por no ahorrar: Marta Lucía Ramírez. Sin embargo, el título de la noticia publicada por este medio fue modificado posteriormente, ya que el mismo no corresponde a las palabras textuales expresadas por la vicepresidenta, quien manifestó que: "Los trabajadores informales son los más afectados por los cierres temporales de actividades durante la pandemia, a pesar de las ayudas, porque son personas que no tenían un ahorro. El riesgo de estas personas es inminente, es bajar en la escala social a niveles de pobreza y de pobreza extrema".

No obstante, no se debe permitir que el árbol impida ver el bosque, por tanto, más allá del problema de forma acerca de lo que ella taxativamente dijo —sobre lo cual también se llama la atención—, se debe realizar un análisis de fondo a partir de la revisión completa de su intervención, del contexto y de los intereses que ésta representa, lo que pone en evidencia que si bien estas no fueron las palabras explícitas de la vicepresidenta, en su sentido, en su esencia y la interpretación del discurso político se identifica que efectivamente el mensaje es el mismo: la falta de ahorro es la culpable de que los pobres estén padeciendo las consecuencias de la pandemia, desconociendo que el problema radica en la falta de condiciones derivados de las fallas estructurales del sistema, tales como: la desigualdad, las lógicas de explotación, exclusión, dominación, acumulación excesiva, las brechas de género, entre otros factores que generan que, tanto trabajadores informales como formales, no hayan podido ahorrar, que sean los más vulnerables ante los impactos de la pandemia y del confinamiento y sean también los que más sufren los efectos de la pandemia del capitalismo, la cual viene contagiando al mundo antes del COVID-19.

Por consiguiente, cabe precisar que el hecho de aclarar la forma en que inicialmente se transmitió el mensaje, no implica obviar la sustancia del mismo, por el contrario, se debe realizar un análisis crítico para evitar que los medios de comunicación y los sectores dominantes lo utilicen como paraguas para proteger a Martuchis, toda vez que su planteamiento superficial pasa por alto las razones de fondo del problema y termina legitimando la falacia de que “los pobres son pobres porque quieren” y no que son el resultado de un proceso impuesto por las condiciones sociales, políticas y económicas; además, se debe partir de reconocer y de situar que ella hace parte de la élite política adversaria de los intereses de las inmensas mayorías que son aporreados por las desigualdades políticas, sociales y económicas. Asimismo, no se puede caer en la ingenuidad de obviar los intereses que encarna Martuchis y del porqué los medios salieron a blindarla, situación que muy seguramente no hubiese sido igual en el caso de que, por ejemplo, hubiera sido un líder político de oposición.

De este modo, se pretende realizar una muy breve reflexión sobre algunas de las razones por las cuales los trabajadores informales y no informales no pueden ahorrar, sobre el alto grado de culpabilidad que tiene la clase política a la que ella pertenece y, también, traer a colación una píldora para la memoria relacionada con el pago de la fianza que Martuchis le hizo su hermano, Bernardo Ramírez Blanco, por la irrisoria suma de 150.000 dólares para sacarlo de la cárcel en los Estados Unidos en 1997, donde había sido recluido por meterle droga a los gringos, dinero con el que se alcanzaría a proyectar innumerables proyectos para favorecer a los trabajadores informales en medio del confinamiento, y que vislumbran las desigualdades sociales en tanto las capas más bajas de la sociedad en tiempos del COVID-19 vive día a día rebuscando unos pocos centavos para poder sobrevivir a este darwinismo social, mientras un puñado de personas concentran grandes cantidades de dinero.

Martuchis no aborda los problemas estructurales por los cuales los trabajadores informales sencillamente no pueden ahorrar y no porque no quieran, sino que no existen garantías para hacerlo; tampoco le dice al club de los países ricos (la OCDE) que el gobierno nacional ha preferido proteger los intereses del capital y de los grandes adinerados y no el de los pobres, lo cual hubiera sido rápidamente aplaudido por este órgano, ya que este lanza directrices para profundizar el sistema capitalista y la permanencia del gran capital a través de medidas que son adoptadas por los países en el diseño e implementación de políticas públicas y ajustes al gasto público, generando mayores niveles de pobreza y desigualdad (como es el caso del aumento en la edad de jubilación, el aumento del IVA, la reducción de los salarios, la transnacionalización de la economía, entre otras).

Ahora bien, cabe resaltar que el escenario en el que se encontraba Martuchis (la OCDE) no es un espacio en el que se reflexione a profundidad acerca de la desigualdad social ni mucho menos se busque la mitigación de la misma. En esta vía, hay que tener en cuenta que la OCDE tiene sus antecedentes en la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) creada en 1947 para dirigir el Plan Marshall financiado por Estados Unidos que estaba encaminado a la reconstrucción de Europa tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, con un claro proyecto intervencionista sobre los asuntos internos de los Estados; la OECE en 1961 le dio paso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que a su vez es socio económico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que en últimas es una alianza militar intergubernamental, y como Colombia hace parte de estos organismos, debe acatar sus orientaciones, y en parte por esto la vicepresidenta Martuchis de manera muy obediente hizo presencia en el jardín del club de los países ricos, donde tampoco se esperaba que se pusiera sobre la mesa un debate profundo sobre la situación del país, por obvias razones.

Martuchis, son ustedes los ricos y no los pobres los que trajeron al país la pandemia del COVID-19, ya que tienen la capacidad de salir al exterior o de irse de viaje con su familia (como el caso del fiscal Francisco Barbosa), bien sea con sus ahorros, con un mes de sueldo o, en el peor de los casos, con viáticos financiados con el presupuesto la nación. Por su parte, a los pobres les toca ahorrar hasta el último centavo para poder suplir las necesidades básicas, muchos de estos se tienen que ir caminando hasta sus lugares de trabajo formales o informales, mientras ustedes viajan en lujosos aviones derrochando sus riquezas. Mientras ustedes depositan grandes sumas de dinero en sus cuentas bancarias producto del sudor y el sufrimiento de las grandes mayorías empobrecidas y explotadas, hay seres humanos que están en los semáforos pidiendo monedas, hay miles de familias pobres en las calles aguantando frío porque las políticas y los recursos del Estado solo cobijan a unos cuantos ciudadanos, además, una parte del presupuesto público se desvía por caminos oscuros hacia el gran monstruo de la corrupción, o también son utilizados para mantener contenta la clientela electoral y la permanencia en el poder de las castas políticas.

Menos mal Martuchis sí ha tenido el privilegio de ahorrar en el transcurso de su vida. Y por esa razón, la pandemia no la sorprendió. Tampoco fue sorprendida hace 23 años (en 1997) cuando le tocó meter la mano debajo del colchón para sacar la irrisoria suma de 150.000 dólares para pagar la fianza de su hermanito, Bernardo Ramírez Blanco, para que saliera de la cárcel en los Estados Unidos, a la cual había sido recluido no solo por tráfico de drogas (heroína en este caso), sino también por el reclutamiento de mulas para entregarle la droga a los gringos. Lo curioso también es que la información permaneció oculta por 23 años y ni siquiera fue revelada cuando Martuchis fue candidata presidencial por los godos, sino que fue conocida por el país tras las denuncias de los periodistas Gonzalo Guillén y Julián Martínez el mes pasado. Con esa minúscula suma de dinero con la que Martuchis sacó a su hermanito de la cárcel, ¿a cuántas familias colombianas se les hubiera podido garantizar condiciones para el confinamiento?, ¿cuántos mercados o condonación del pago de arriendo se pudiera pagar con ese dinero para que las familias más vulnerables no tengan que salir a rebuscarse lo del día a día arriesgando sus vidas?

Esto es solo para ejemplificar y develar que Martuchis está ubicada en la cúspide de la estructura piramidal de la sociedad y sus declaraciones tienen ese sesgo de los privilegios que ostenta. Asimismo, pone de relieve que el problema no es que los pobres no hayan podido ahorrar para hacerle frente a la pandemia de manera voluntaria, el problema radica en que existen unas lógicas de distribución de la propiedad, de la riqueza, que son inequitativas, que son generadas por el sistema, que a su vez, es el causante también de la desigualdad social, la exclusión y el empobrecimiento de la inmensa mayoría de la sociedad, mientras que personas como Martuchis —que se sitúan en las altas capas sociales— pueden ahorrar, pagarle la fianza a sus familiares, irse de vacaciones con la familia, comprar acciones, etc.

En ese sentido, y producto de las desigualdades de la sociedad, son ustedes los ricos los que tienen el privilegio de ahorrar y derrochar, a los pobres en cambio, sus ingresos escasamente les alcanza para garantizar la subsistencia diaria, todos los días le pagan a los gota a gotas, pagan “culebras” y se meten en otras e incluso aguantan hambre; entonces, Martuchis ¿en qué momento y con qué condiciones van a poder ahorrar? Así las cosas, las capas más bajas de la sociedad no cuentan con ese excedente económico para el ahorro, y no es por falta de planificación económica ni por voluntad, sino porque sus ingresos son insuficientes incluso para el desarrollo mismo de una vida digna. Razón por la cual, usted debería ubicarse y reconocer sus privilegios y no andar a diestra y siniestra culpando a los pobres por ser pobres, como si ser pobre fuera una opción que se elige y no una realidad social y política que se impone desde las lógicas de acumulación de capital y los procesos de alienación, enajenación y deshumanización.

Los trabajadores no pueden ahorrar porque les toca levantarse día a día a rebuscarse el alimento, se acusan y se levantan pensando en las deudas, en pagar “las culebras”, alimentar a sus hijos, llega el fin del mes y se endeudan para pagar el arriendo; y pese a eso, ¿Martuchis y la cúspide pretende que ahorren cuando el Estado no brinda condiciones? Por el contrario, derrochan en el presupuesto en proyectos para favorecer a los ricos y sus aliados, como es el caso de Agro Ingreso Seguro, en el que los recursos que deberían ser para favorecer a los campesinos y campesinas pobres se desvió hacia los terratenientes, amigos del gobierno y empresarios rurales. Esto, solo por mencionar un ejemplo de que el proyecto de país está orientado a favorecer a un puñado de personas, como premisa fundamental del sistema capitalista.

En este orden de ideas, por culpa del sistema y de los intereses políticos y económicos que Martuchis representa, y de las recetas mágicas de organismos internacionales —como la OCDE, donde ella cómodamente se encontraba—, es que la inmensa mayoría de los colombianos no pueden alcanzar una pensión, no pueden ahorrar, les toca padecer el desempleo, la informalidad, entre otras fenómenos que circulan a diario en la sociedad. Es decir, Martuchis, son problemáticas estructurales que existen antes de la llegada de la pandemia, la cual ha desnudado lo deshumanizante, excluyente, explotador y desigual que es la estructura social y política de las sociedades contemporáneas.

El problema radica también en que Colombia carece de cultura política, y pese a los procesos de movilización y organización y acciones colectivas de distintos sectores, infortunadamente, no existe la capacidad de tumbar a gobernantes arrodillados e instaurar un gobierno democrático y popular. El problema radica también en que los gremios económicos y grupos de interés ponen a personas como Martuchis en el poder para que garanticen que las desigualdades se mantienen y cada vez se profundicen más en función de la acumulación

La culpa no es de los pobres por ser pobres, es producto del sistema y de la retrógrada clase política dominante que timonea el país hacia tierras desiertas; clase a la que Martuchis pertenece, por eso mismo esto no es un hecho aislado, no es algo nuevo ni mucho menos es un acto de ingenuidad que ella culpe a los pobres por no haber ahorrado y pase por alto las circunstancias que con pandemia o sin pandemia generan pobreza y desigualdad. La premisa de que la falta de ahorro es la causante de que la situación de emergencia golpee fuertemente a las capas más bajas de la sociedad es sin lugar a dudas un elemento distractor, una cámara de humo para tratar incipientemente de tapar las problemáticas estructurales en sí, ya que la pobreza y el desempleo no son fenómenos que existen de manera per se; particularizar la culpa a los pobres por no ahorrar es obviar que Colombia es uno de los países más desiguales en América Latina; es, además, desconocer que lo que está mal, y por tanto hay que cambiar, son los cimientos que estructuran estas injustas y desiguales sociedades contemporáneas.

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