Su nombre civil es Guillermo Enrique Torres. Saltó a la fama en la zona de distensión del Caguán, cuando cantó en el evento que inaugura los diálogos del gobierno de Pastrana y las FARC. Tiene un par de cumbias, pero en realidad es un vallenato de los clásicos y siempre carga una guitarra española. En sus venas tiene la sangre caribe, y pasó de ser un rumbero clásico a cantar canciones ideológicas, pero nunca pudo dejar el ritmo. Nació en Turbaco, Bolívar, e ingresó a la guerrilla en la Sierra Nevada. Tenía 29 años.
Esta es una de sus canciones más míticas, en la que cuenta cómo fue su ingreso a la guerrilla.
Latino Power es uno de los bares icónicos de la movida underground en Bogotá. Queda en la 58 con 13, sobre la Caracas, y ha hecho que muchos niños bien andén a la noche por una de las calles que solo reciben a los bohemios. Su fachada siempre ha estado adornada con inmensos murales, y ahora tiene una diabla con senos de tentáculos que seduce a un timbalero. La música, como ahora en los bares alternativos, es pura cumbia electrónica.
Pero este domingo el bar se moverá al ritmo del vallenato. El cantante de las FARC, Julián Conrado, llegará con su guitarra. Probablemente no cantará las míticas canciones de guerra que lo hicieron el vallenatero más escuchado no solo en las filas guerrilleras sino en varios pueblos del país. Los músicos de la insurgencia han venido cambiando el tono, y se han dedicado a cantarle a la paz y a las razones por la que empuñaron un arma, pero las estrofas de odio y bala han quedado atrás.
La música se usó como método de educación y formación, pero es imposible que pierda sus cualidades sensoriales, y por eso donde esté eriza la piel. La imagen es clara: Julián Conrado parado con su guitarra frente a más de 20 secuestrados que cantaban Mi Hermano y Yo, de los hermanos Zuleta.
Pero las cantatas guerrilleras eran muy distintas a lo que será el domingo. Por un lado, sus canciones guerrillas no serán coreadas como en la selva. Y por otro lado será ver los desmanes de la noche capitalina: vómito, drogas y el estado de alteración sicológica contra lo que lucharon tanto en sus terrenos, en los que muchas veces fumar cigarrillo ya estaba mal visto.
A Conrado lo capturaron en el 2011 en Venezuela, pero el gobierno de Santos canceló la petición de extradición, pero después de que el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela hubiera desestimado esta idea y hubiera ordenado liberar a Julián Conrado. De Venezuela pasó directamente a La Habana.
