Un escritor peruano, un sacerdote argentino y un político uruguayo han muerto entre abril y mayo de 2025 antes de cumplir 90 años. Vidas largas, vertiginosas, convulsas, complejas, con aciertos y desaciertos. Cada uno de ellos, a su manera, marcó la historia de América Latina en la segunda mitad del siglo XX y en el primer cuarto del siglo XXI. Los tres fueron profundamente consecuentes consigo mismos, dedicaron sus existencias a los ideales y medios que consideraron justos y pertinentes. Cuando los tiempos cambiaron, no dudaron en transitar por otros caminos si fue necesario.
Vargas Llosa fue un escritor e intelectual que interpretó su tiempo y su geografía. Novelas y ensayos le dieron imagen a una región que durante los años 60 y 70 se empezó a posicionar en el imaginario delas artes literarias. Fue parte del llamado “Boom Latinoamericano”, un puñado de escritores que en las míticas Madrid, París y Barcelona se descubrieron y continuaron narrando las historias de los rincones de dónde venían, las realidades que antes sus ojos se presentaban y los relatos mágicos de un subcontinente que todavía lucha en contra de la desigualdad, la pobreza, la violencia y la corrupción. Una escritura precisa, profunda, cuidadosa, pensada y ordenada lo hizo merecedor del Premio Nobel de Literatura en 2010. Hizo lo que quiso en lo personal, en lo político y en lo literario. Supo cultivar seguidores y detractores por igual. Con su muerte concluyó un capítulo importante para la literatura universal, pero quedó la idea que la ficción escrita desde América Latina debe mejorar y arreglar la imperfecta realidad que hemos sabido sostener.
Bergoglio fue un cura de vocación tardía porque entró al seminario a los 21 años. Fanático de San Lorenzo de Almagro, jesuita y criticado por su tibio desempeño durante una de las dictaduras más feroces del cono sur. El sacerdote se volvió obispo de Buenos Aires y de los pobres. Abrazó, como pocos altos prelados de la Iglesia Católica, la Teología de la Liberación y la Doctrina Social de la Iglesia. Estuvo del lado de los miserables, de los desposeídos. En 2012, un tal Cardenal Bergoglio, obispo de la “capital de un imperio que nunca existió” fue elegido Papa tras la renuncia de otro Papa, primera vez desde 1415. Se hizo llamar Francisco en homenaje a San Francisco de Asís, y siguiendo sus legados de humildad, renunció a los privilegios y ostentosas parafernalias de los Papas. Salió al balcón en la Plaza de San Pedro sin la mitra roja, un mensaje poderoso en una organización llena de símbolos e iconografías. Hablaba claro defendiendo a los más vulnerables de la tierra y no titubeaba al señalar una injusticia. Predicó con el ejemplo, humanizó la iglesia e hizo que los ateos y los creyentes de otras religiones lo vieran como un líder social y político, dejando de lado lo espiritual y religioso.
Mujica fue un guerrillero y político. Hijo de su tiempo y del nuestro. Combatió con armas cuando las dictaduras cívico-militares de derecha azotaban al continente, resistió 14 años en la cárcel, respiró en libertad cuando asumió que la lucha política e ideológica es en Democracia y sin venganzas ni revanchas. Fue un tipo humilde, consecuente, claro, profundo, que vivió como pensaba y pensaba como vivía, como la mayoría de los pobres de la tierra, o mejor de los sobrios, como decía. Pobre no es que el que poco tiene, sino el que desea mucho, ya que la verdadera riqueza es la vida, la libertad y el tiempo para hacer lo que se quiera hacer. Un verdadero estoico en pleno siglo XXI.
En 2010 se convirtió en el “Presidente Improbable”, como lo perfiló una revista cultural mexicana. Gobernó como era, con hitos en las luchas sociales, viejas y nuevas, y con falencias administrativas, según los técnicos. Hizo que el mundo apuntara los focos a un país pequeño en territorio, pero inmenso en sus gentes, su cultura y su intelecto. El presidente filósofo que quiso cambiar el mundo y que reencauzó lo que significa la política: servir a los más necesitados estando de lado de la Justicia Social.
Estos tres hombres ayudan a la construcción de un imaginario de Latinoamérica que reivindica una identidad alrededor de lo literario, lo religioso y lo político; esto no es gratuito porque compartimos la misma lengua, el mismo Dios y el mismo deseo por intentar construir una cultura política Democrática con Justicia Social. Mario, Jorge Mario y “Pepe” fueron muy diferentes, tuvieron vidas completamente distintas, aunque posibles en una tierra y en un tiempo que debemos reconocer. Si los menciono en el mismo texto es porque son de América Latina, marcaron rótulos importantes en sus campos, sus existencias aportaron al sentimiento de orgullo latinoamericano y murieron en fechas próximas. Latinoamérica no es únicamente una geografía, es la diversidad misma en lo cultural, lo político, lo natural y lo artístico. A través de ellos podemos ver parte de nuestra historia, reflexionar sobre el pasado, presente y futuro, y entender los cambios y las luchas de Nuestra América.
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