¿Son los profesores el verdadero problema de la educación en Colombia?

¿Son los profesores el verdadero problema de la educación en Colombia?

"Cualquier juicio sobre ellos debe tener en cuenta los desafíos a los que se enfrentan, por simple y elemental justicia intelectual y cívica"

Por: Pedro Álvarez
febrero 01, 2017
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¿Son los profesores el verdadero problema de la educación en Colombia?

He leído con detenimiento la nota ciudadana que aparece en este portal bajo el título “Los profesores: el verdadero problema de la educación en Colombia”. Ante un título de estos, no esperaba otra cosa que una lista de fuertes, claros y contundentes argumentos. Y no podía ser de otro modo: grandiosos profesores me enseñaron que es a quien afirma al que le corresponde mostrar las pruebas de lo que dice.

De línea en línea pronto me di cuenta de que mis expectativas no serían satisfechas. Por la naturaleza del portal no esperaba un trabajo académico lleno de citas ni una bibliografía extensa y exhaustiva, pero sí por lo menos una síntesis clara y convincente que respaldara cada afirmación.  Si bien la nota tiene ideas que comparto en algunos aspectos, no puedo dejar de decir que la carencia de rigor expone muy bien uno de los problemas de la educación, y no solo de la educación en Colombia. Y este problema no es otro que opinar sobre aquello de lo que se desconoce, queriendo dar un veredicto definitivo y universal a la opinión personal solo porque es “lo que yo pienso”.

Expresar lo que se piensa es un derecho al que se ha llegado tras largas disputas. Aun así, no porque alguien diga lo que piensa resulta siendo verdadero lo que dice. Es más: no son pocas las ocasiones en que lo que se dice es cierto, sin embargo, se carece por completo de un método, de información o de datos que corroboren esa verdad que parece tan segura. Dicho de otro modo, es -como ya otros han dicho- como si existiera un corto circuito entre el cerebro y la lengua. Acompañar a los estudiantes en la superación de este desajuste, formar en ellos un apasionamiento que busca llegar a la claridad en lo que está oscuro, superar lo aparente para hallar el sentido profundo de los hechos y las cosas, enseñar que tras cada gran cuestión humana existe una larga tradición intelectual que nos antecede y que en modo alguno nos aprisiona; pueden ser, quizás, algunos de los retos más acuciantes de la educación. Y no retos de hoy, sino de siempre

A mi modo de ver, cualquier juicio sobre los educadores debe tener en cuenta los desafíos a los que ellos se enfrentan, no por cómoda indulgencia, sino por simple y elemental justicia intelectual y cívica. Tal vez la tendencia creciente a tomar los docentes como payasos de cachetadas a los cuales se les puede endilgar los malestares de nuestro país, sea una muestra clara de que la educación tiene un horizonte reducido y que lejos está de ser tratada con la dignidad que merece.

Sin embargo, por paradójico que parezca, el hecho de que un estudiante manifieste su inconformismo con el sistema y las normas educativas que lo forman o el hecho de que un profesor haga notar las fisuras del sistema educativo es una prueba, aunque no la mejor, de que sus profesores han formado en él una visión crítica de la realidad en la que debate su vida y realización humana.

La posibilidad de cambiar un país nace, ciertamente, en las aulas. Pero si los bancos, las instituciones del gobierno, los centros de comercio, la sociedad, la política, los programas políticos, la familia, no están conectadas a lo que a través de la educación se enseña en los salones de clase, resulta siendo infructuoso casi todo lo que allí se enseña. Puede que haga falta más esfuerzo de parte de los educadores, pero no hay que olvidar que la construcción de un estado donde el ser humano pueda edificarse en su compleja integralidad es un deber de todos los ciudadanos. Que una sociedad olvide esto, más que una prueba de que los profesores no hacen bien su trabajo, es una invitación a pensar en el país que tenemos y el país que deberíamos tener.

 

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