El aumento del precio del gas lo pagan millones de hogares colombianos, en sumas que parecen tolerables: pasar de pagar 50.000 pesos a 65.000 al mes parece que alcanza aún en los hogares más pobres. Pero el mayor valor recolectado, suma al otro de la cadena, millones de dólares en ganancias. En el mercado internacional, el gas vale 10 y se vende al traerlo al país en 11 o 12 para que sea negocio traerlo, mientras que el gas colombiano vale 4 o 5.
Gracias a la caída en la producción de gas, se le tiene que sacar la plata del bolsillo al 70 % de los hogares que lo usan para cocinar (el pueblo) que pagará algo más todavía en el aumento en las tarifas eléctricas ya que el 20 % de las generadoras usan gas. Ese dinero que gracias a la política de no buscar gas en el país se le quita al pueblo, se le pasa a un pequeño grupo de amigos del gobierno, los dueños del negocio de la importación de gas que se ganan varios millones de dólares en esta operación.
El problema, por supuesto, no radica en que un pequeño grupo se enriquezca intermediando el abastecimiento de gas que necesitan los hogares colombianos y las generadoras eléctricas. El problema es que se haya creado la necesidad de importar gas cuando el país podía ser autosuficiente, y el pueblo podía beneficiarse con un menor precio de este combustible. El gas que se produce en Colombia vale la mitad de lo que vale el gas que se importa.
El gas que se importa de Estados Unidos se tiene que licuar y para hacerlo es necesario enfriarlo a -162º C, lo que consume una gran cantidad de energía, que cuesta y arroja carbono. Luego hay que transportarlo a Cartagena a 3.000 kilómetros de distancia, que suma más huella de carbono. En este proceso se duplica el costo del gas y se duplica la huella de carbono frente al gas que se produce en el país, que no hay que licuar ni transportar 3.000 kilómetros.
La caída de la producción de gas en Colombia lleva una década al igual que el aumento del consumo. En vez de acercarse, las dos curvas se alejan cada vez más, y si este año se importará el 10 % del gas que necesitamos, y en 2026 será el 20 %. Las dos curvas, de producción y de consumo, no se acercan sino se alejan. A Petro se le pude achacar que agravó el problema pues el déficit de gas no se puede resolver frenando los contratos de exploración -como hizo- con el argumento de frenar el cambio climático. Petro ha podido enterarse a tiempo que contamina más importar gas que producirlo en el país.
Petro ha podido enterarse a tiempo que contamina más importar gas que producirlo en el país
El problema no acaba allí. Si no se va a explorar no sacar más gas pues tampoco es necesario desarrollar infraestructura para moverlo. Es obvio. Entonces Ecopetrol también frenó la inversión en infraestructura -poliductos, por ejemplo- para transportar el gas que saca de sus pozos y que hoy vuelve a inyectar en el subsuelo. Las tuberías están supercongestionadas y mientras aterriza la transición energética, en unos 30 años, estamos condenados a consumir petróleo y gas importados a costos mayores para el pueblo.
No es que sean ignorantes quienes manejan la política de combustibles de este gobierno. Es que coinciden buenas intenciones como evitar el cambio climático, con intereses particulares. A la lógica de Petro de abandonar la producción nacional de combustibles fósiles para salvar al planeta se colinchan los empresarios que saben cómo obtener utilidades de una política pública. Si saben que el país va a tener que importar gas, pues hay que estar listos para abastecer esa oferta.
Así, hay varios empresarios muy cercanos al presidente que se dice revolucionario, ganando varios millones de dólares importando el gas que Colombia debía estar produciendo a mitad de precio. Seguramente estos millonarios en dólares, como los mini Musk locales, harán sus aportes a la campaña petrista del 26 para que continúe la misma política.
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