Los fantasmas hondureños que marchan hacia USA
Opinión

Los fantasmas hondureños que marchan hacia USA

Mujeres y hombres angustiados llevan niños desnutridos de sus manos mientras el mayor causante del hambre y el atraso enfrenta con miedo sus espantos

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octubre 26, 2018
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Entre las muchas cosas que se cuentan de Honduras, se dice que los primeros bananos que llegaron a los Estados Unidos provinieron de ese país. Fue tanta la fiebre por el banano hondureño que siguió a la guerra civil norteamericana, que tres poderosas compañías gringas se hicieron al monopolio del cultivo y la exportación en la pequeña nación de Centroamérica.

United, Standard y Cuyamel fueron tres grandes compañías que consiguieron del gobierno hondureño inmensas concesiones, tras haber prometido que construirían modernos ferrocarriles e instalaciones navieras y aduaneras. Desde luego que no cumplieron su palabra. La zona bananera se vinculaba con mucha más facilidad a New Orleans que a Tegucigalpa.

En los años veinte del siglo pasado, los bananos eran el 80 por ciento de las exportaciones del país, que dependía así completamente de los vaivenes de los precios en el mercado internacional. Los pequeños productores locales no tenían otra alternativa que soportar las imposiciones de las grandes compañías norteamericanas.

La caída de precios originada en plagas y eventos que precedieron la Segunda Guerra Mundial, significó el caos total para Honduras. Los indios negros, como se llamaba a la etnia garinagu, una inmensa masa humana que laboraba para las compañías norteamericanas como corteros y cargadores, se vieron reducidos a condiciones de miseria y hambruna.

Los que nunca perdieron fueron los accionistas de las compañías. Su prosperidad continuó boyante hasta cuando sobrevino el temible huracán Mitch, que asoló Centroamérica exactamente hace veinte años. En Honduras los muertos superaron los 8000 y hubo más de 600 000 evacuados. La Standard Fruit y la Tela Railroad despidieron casi 20 000 trabajadores.

El huracán dejó miles y miles de obreros bananeros hondureños sin familia ni vivienda, viviendo del rebusque y la prostitución. Cuando las compañías reabrieron sus operaciones, sabotearon la contratación de personal a fin de debilitar al Consejo Central de la Unión Bananera (COSIBAH), que exigía soluciones al desempleo y la degradación ambiental.

También se dice que las compañías decidieron innovar tecnológicamente con aparatos modernos de riego y embalaje, para evitar así la contratación de personal para las explotaciones bananeras. Hace diez años había en ese país un gobierno liberal, que optó por enfrentar a las compañías petroleras norteamericanas que imponían condiciones onerosas al país.

Manuel Zelaya ordenó un recorte de los precios del petróleo, razón por la cual las compañías Chrevron, Exxon Mobil y Royal Dutch Shell, junto a la local Dipsa, emprendieron una reducción del suministro del hidrocarburo a Honduras. Zelaya recurrió al petróleo venezolano, Chávez y Petrocaribe vinieron en su ayuda, y Honduras dejó de comprar el petróleo a esas compañías.

Entonces vino el golpe suave. Roberto Micheletti, llevado al poder por los golpistas, declararía luego sin el menor pudor al diario El Clarín, de Argentina: "Lo sacamos por su izquierdismo y corrupción. Él fue presidente liberal como yo. Pero se hizo amigo de Daniel Ortega, Chávez, Correa y Evo Morales. Se fue a la izquierda, puso toda gente comunista, nos preocupó".

Hoy vemos en todos los noticieros de televisión escenas dramáticas, en las que miles de hondureños marchan con tenacidad sobrehumana hacia el territorio de los Estados Unidos. Todos los entrevistados aseguran que solo buscan un mejor destino. Cómo trabajar honradamente, y de ser posible, ayudar a sus familiares que viven en condiciones miserables en su país.

Ninguno expresa consignas antiimperialistas, ni habla de causar el menor daño. Pese a ello, el presidente Donald Trump ha asegurado que dentro de los catorce mil marchantes a su país hay infiltrados terroristas del Oriente Medio. En todo caso ha expresado en todos los tonos posibles, que no permitirá que ningún inmigrante ilegal ingrese al territorio norteamericano.

Porque la lógica imperial funciona de ese modo. Grandes compañías han explotado las riquezas y la mano de obra hondureña durante más de siglo y medio, llevándose a su país cantidades incalculables de dólares. Los indios negros, los campesinos y obreros de Honduras han sobrevivido en condiciones infrahumanas para hacer posible esa enorme fortuna.

 

 

Ya el gobierno de Trump advirtió que no será simple guardia fronteriza
la que los esperará en la frontera,
sino los duros soldados del U.S. Army

 

Pero hoy son una terrible amenaza para los Estados Unidos, la mayor potencia económica y militar que ha existido en la historia de la humanidad. Son mujeres y hombres angustiados que llevan niños desnutridos de sus manos. Ya el gobierno de Trump advirtió que no será simple guardia fronteriza la que los esperará en la frontera, sino los duros soldados del U.S. Army.

Seguro que son los hijos y los nietos de los hondureños condenados al abandono, en un país donde la descomposición y la delincuencia se encargan de agravar la condición de su población. Ya no se habla más de los africanos negros, ni de los inmigrantes del Oriente Medio que llegan a Europa en masa. Hasta han olvidado a los venezolanos que emigran a Colombia.

El mayor causante del hambre y el atraso en el continente americano enfrenta con miedo sus fantasmas.

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