Los emprendedores y el "síndrome del magnate"

Los emprendedores y el "síndrome del magnate"

Quien no sabe manejar la caja de su negocio está condenado a un fracaso inminente

Por: NAZARIO CASTRILLO NIEBLES
diciembre 09, 2020
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Los emprendedores y el
Foto: Pixabay

En mi trayectoria como formador empresarial, he visto una situación muy recurrente en emprendedores —en especial, en aquellos que están en etapa temprana—, a la cual decidí llamar “síndrome del magnate”. Y le di ese nombre tan particular porque como todo síndrome tiene unos signos y unos síntomas que son característicos de quien lo padece.

Antes de avanzar, permíteme establecer la diferencia entre un signo y un síntoma. Un signo es todo aquello que se ve a simple vista al momento de la exploración física, quiere decir que es objetivo. Mientras que un síntoma, es todo aquello que la persona manifiesta tener, quiere decir que es subjetivo.

Aclarado ambos términos, ahora sí nos adentramos en el emprendedor.

Es muy común observar a algunos emprendedores que, en su etapa inicial, cuando le empiezan a salir bien las cosas, a ganar dinero, a crecer la cuenta bancaria, también empiecen a tener comportamientos tales como: gastar, a veces hasta más de la cuenta, endeudarse con el sector financiero, comprar un automóvil último modelo, vestir ropa de marca, comprar dispositivos móviles de alta gama, etcétera. Como también es común verlos e incluso oírlos hablar de dinero y más dinero de forma elocuente y retórica, muchas veces fastidiosa para el interlocutor. Esto es la viva imagen de un emprendedor que tiene los signos y los síntomas y, por ende, está padeciendo del “Síndrome del Magnate”.

Este comportamiento aparentemente inofensivo resulta ser peligroso, porque quien lo padece, por querer aparentar y mantener un estilo de vida, del cual todavía no está preparado para vivirlo, comienza a adquirir compromisos a título de deuda que en poco tiempo lo llevan a la bancarrota y al caos, perdiendo no solamente su emprendimiento, sino también, en algunos casos sus familias.

No me cansaré de decir en los artículos que escribo y en las conferencias que dicto, que los emprendimientos son empresas en estado naciente; y que las empresas, así como los seres humanos, nacen, crecen, se desarrollan y mueren. “La virtud más grande de un empresario es la paciencia”, así dice don Arturo Calle; un distinguido empresario colombiano, que sabe muy bien que las empresas crecen; pero que ese crecimiento debe ser de manera paulatina y responsable. En la medida que el emprendimiento va creciendo en sus indicadores económicos, lo recomendable es ir reinvirtiendo las utilidades, porque las mismas son el alimento que hará crecer el emprendimiento en forma saludable y lo convertirá en una pequeña empresa, luego en una mediana empresa, hasta que finalmente se convierta en una gran empresa.

El emprendedor debe ir creciendo como persona a la par que crece su empresa. La empresa es como un hijo, al cual hay que criarlo y enseñarle valores. La tecnología y en especial los primeros veinte años de este siglo, han acelerado el proceso de crecimiento de las empresas sobre todo las que tienen base tecnológica, pero es cuando se debe tener más cuidado, cuando se tienen que cuidar los centavos, porque los pesos se cuidan solos, cuando se debe evitar a toda costa incurrir en gastos innecesarios, cuando hay que tener mayor austeridad, cuando se tienen que controlar y reducir los costos. Quien no sabe manejar la caja de su emprendimiento está condenado a un fracaso inminente. En el mundo empresarial todo tiene su tiempo y todo tiene su espacio, ya vendrán los días de comer hasta saciarse, ya vendrán los días de tener un vehículo lujoso, de vivir en una casa confortable, de darse las vacaciones que te mereces, de vestir espléndidamente. Por lo pronto, lo que queda es seguir “criando” el emprendimiento, reinvirtiendo cada peso ganado, planificando estratégicamente el crecimiento en una línea de tiempo, recuerda lo que dice el viejo y conocido refrán: “La constancia vence, lo que la dicha no alcanza”.

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