Lo siento pelados, pero esa mierda no es música
Opinión

Lo siento pelados, pero esa mierda no es música

El reguetón, a diferencia del rock y la salsa, adormece cualquier intento de rebeldía. Por eso a Maluma Álvaro Uribe le debe parecer el mejor presidente de la historia

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octubre 04, 2018
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Lo siento pelados, pero esa vaina no es música. Yo he tratado de ser paciente con estos nuevos vientos y he tratado de entender que, por más refinados que sean, terminen un viernes en la noche atiborrándose de tequila y de perreo. Los entiendo, ustedes tiran más y mejor que la generación nuestra. Es que con esa música quién no. Con ese ruido quién no. El reguetón no es música, como sucedió con el meneíto y otras bastardadas. El problema es que el General nunca hizo una gira mundial como Maluma ni superestrellas como Will Smith quisieron hacer una canción junto a él como le pasó a Bad Bunny. Todos sabían que el General era una porquería, empezando por él mismo.

El problema es que ahora, cuando el miedo al hongo atómico achicharró el cerebro de una generación, cuando el presidente de Estados Unidos tiene la inteligencia de un actor porno jubilado, cuando la idiosincrasia se hizo realidad, nos tenemos que fumar que el reguetón deje de ser una moda para convertirse en el sonido de los jóvenes.

Es un peligro. Los muchachos no solo lo consumen en las noches de viernes sino que es casi lo único que habita en sus listas de reproducción. Hace poco Irving Welsh, el hombre que escribió Trainspotting, dijo que la música será recordada en el futuro como un arte pasajera. Dejará de ser tan importante y nos acostumbraremos a esta cosa que no tiene armonía, a este producto sin alma, creado por muchachos muy bonitos, muy sexis pero sin neuronas, una música intrascendente acompañada de una letra misógina y asquerosa.

Si, desde los fenicios se habla de la decadencia de los jóvenes. Desde siempre los viejos los hemos subestimado. Mi generación tampoco era la mejor pero aún, la música de los noventa, persiste. Miren no más 1991, el año de publicación de Blood Sugar Sex Magic de los Red Hot Chili Peppers, miren Out of Time de REM, Ten de Pear Jam o Nevermind de Nirvana. En español se cocinaban Canción animal de Soda Stereo o Con el corazón en la mano de Aterciopelados. Joyas inmortales. La diferencia es que se hacía un álbum como quien escribía una novela. Había que ser preciso y genial, había que ser delicado y estar inspirado. Los jóvenes sabían, los jóvenes tenían criterio. Si el álbum era bueno se vendía y se llenaba estadios. Internet y Steve Jobs cambiaron todo.

 

Steve Jobs sabía que había matado lo que más amaba.
Sabía que su invento quitaría la posibilidad
de que una banda
como los Beatles se juntara

 

Steve Jobs ya se revolcaba en su cama antes de morir. Sabía que había matado lo que más amaba. Sabía que su invento quitaría la posibilidad de que una banda como los Beatles se juntara. La irrupción de los hípsters y su obsesión retro por revivir los tocadiscos han hecho que músicos geniales como Lady Gaga o Jack White se preocupen aún por crear álbumes. Su cita es con la trascendencia, con la posteridad, con la historia.

Pero la cosa tampoco es preocupante. Miren que el renacimiento duró solo veinte años, miren que la última revolución cultural ocurrió hace cincuenta años apenas. Duró cinco años, el tiempo suficiente para que los Stones, los Beatles, Led Zepellin y The Kinks pusieran patas arriba el orden establecido y, al posicionar el rock, crearan el concepto de juventud. Antes de Mick Jagger los niños se transformaban bruscamente en hombres. Por eso duraban sesenta años de casados. Se casaban a los 15 años. A muchos uribistas reguetoneros eso le debe parecer una época dorada. A nosotros, los cuarentones que nos negamos a envejecer, los que creemos que la juventud es un estado de irresponsabilidad que se extiende hasta los ochenta años, nos parece abominable.

El reguetón, a diferencia del rock y la salsa, adormece cualquier intento de rebeldía. Por eso a Maluma Álvaro Uribe le debe parecer el mejor presidente de la historia.

 

 

 

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