Lo que me enseñó un pobre profesor de Filosofía
Opinión

Lo que me enseñó un pobre profesor de Filosofía

Por:
marzo 21, 2014
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Primero, mis recuerdos. Era yo muy joven en otro país y estaba de primíparo matriculado en un curso universitario de Introducción a la Filosofía.  Una de las estudiantes, por pura casualidad si me creen, era la muchacha quien entonces como novel poeta pensaba iba a ser mi Beatrice (Dante) Laura (Petrarca) y Fiammetta (Boccaccio) en un solo cuerpo. No lo fue, otra después sí y con ella me casé, pero esa no es la historia.

Bueno, entró el profesor la primera mañana. Tenía un hueco en la media, brutal cambio de paradigma para mí educado en colegio privado de curas.  Comenzó citando a Laplace: “Supongamos una inteligencia que pudiera conocer todas las fuerzas que animan la naturaleza y los estados en un instante de todos los objetos que la componen, para esa inteligencia nada podría ser incierto y el futuro, como el pasado, estaría presente ante sus ojos”.  Todo el semestre nos dedicamos a discutir esa proposición con argumentos a favor y en contra. El profesor era Ricaurte Soler, ilustre filósofo panameño y pensador marxista, antipositivista.  Pobre y perseguido políticamente durante algunos años lo dejé de ver por mucho tiempo. Un día le pedí a un amigo mutuo que me llevara a visitarlo. Tomaba jugo de papaya todos los mediodías en un mismo restaurante. Le rendí homenaje personal aunque no creo que me recordara mucho. Lo hice porque ese gran y pobre profesor de filosofía me enseñó a dudar.

Ahora, la situación actual. Ha adquirido poder en medicina un determinismo científico heredero de Laplace y otros. Se piensa a veces que las ciencias biomédicas actuales pueden resolver casi todos los problemas. Eso lleva a megalaboratorios farmacéuticos y de investigación con aumento desmedido del gasto gubernamental en salud. Estamos a punto de creernos eternos y sanos, por lo menos los ricos. Además la misma sociedad cree que casi todo puede curarse y cuando eso no se consigue se busca con agresividad algún culpable: el médico, la EPS, el sistema de salud y hasta el mismo Dios en primitivas mentalidades religiosas.

Constantemente se escucha en el fondo un peligroso discurso que promete indudables soluciones científicas a todos los sufrimientos humanos. Somos inocentes cientificistas herederos de aquel determinismo de Laplace y positivistas adoradores de la diosa Ciencia como en el siglo XIX. Cuando veo algunas medallas y premios a la investigación, incluyendo varios ganadores del Nobel en los últimos cien años, recuerdo aquellas amarillentas etiquetas con medallas en antiguos jarabes y vinos restauradores premiados en las ferias de Leipzig, París, Londres, etc. Dudo de la veracidad de aquellas publicitadas distinciones y algunas de nuestros días. Acepto que nunca he ganado una y podría ser envidia del millón y medio de dólares del Nobel, quien sabe. Pero aquel pobre profesor de filosofía me enseñó a dudar de la cristalina transparencia y poderosa inerrancia del conocimiento científico: siempre podemos estar famosamente equivocados.

El investigador Craig Venter (Medscape Pathology and Lab Medicine, 5 de marzo, 2014) quien “compitió contra el gobierno norteamericano en el mapeo del genoma hace una década y creó vida artificial en 2010” (?) ha fundado una nueva empresa (Human Longevity Inc.) para encontrar tratamiento al envejecimiento humano. Intenta recoger una base de datos con 40.000 genomas secuenciados completamente. También información sobre los miles de millones de microbios que infectan al ser humano o viven en él, lo que se llama un microbioma humano completo.  Además realizar un exhaustivo censo de “metabolitos, moléculas bioquímicas y grasas” de nuestro organismo que el investigador denomina metaboloma. Imagino que incluirá todas las proteínas humanas, el llamado proteoma, y todos los mecanismos patológicos, el enfermedoma (diseasome en inglés)  SegúnVenter al procesar toda esta información en ordenadores de última generación  podremos encontrar la solución a los problemas más difíciles de la vida humana como cáncer, obesidad, diabetes, cardiopatías, enfermedades hepáticas y demencia. Y ya ha encontrado inversionistas en la compañía como el billonario empresario en bienes raíces de Malasia, K.T. Lim.

Este empeño en reunir datos de miles de genomas humanos con microbioma, metaboloma, proteoma y enfermedoma parece similar a aquella suprema inteligencia de Laplace que conociendo todas las fuerzas y objetos del universo (¿universoma?) podría decirnos el presente, pasado y futuro de todo. El matemático y sabio francés nunca la encontró. Un siglo después la relatividad de Einstein y la física cuántica acabarían con su arrogancia newtoniana. Aunque hoy sabemos que Laplace estaba equivocado seguimos buscando un total conocimiento científico y solo científico del hombre y del mundo que nos llevará a un mítico paraíso universal. Genoma, microbioma, metaboloma, proteoma y enfermodoma son escalones que nos llevarán al Templo de la Sabiduría y la Felicidad. Muchos médicos e investigadores necesitan un pobre profesor de Filosofía como el mío que les enseñe a dudar.

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