Llamados a construir este sueño llamado Colombia

Llamados a construir este sueño llamado Colombia

Los sueños sin acción son utopías. Todos podemos desde nuestra propia condición o situación, generar todas aquellas acciones conducentes a que el sueño sea realidad

Por: OCTAVIO TORO CHICA
mayo 11, 2022
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Llamados a construir este sueño llamado Colombia
Foto: Pixabay

Martin Luther King inmortalizó su pensamiento sobre el futuro de la humanidad en su gran obra (“Tengo un sueño”), con un alto sentido de humanidad y realismo.

Al igual que él, los colombianos todos, como hijos nativos en esta amable tierra, tenemos que construir ese sueño de nación que compartido y asumido como tarea personal tiene que hacer parte de la visión positiva y futurista sobre nuestra patria.

Construyamos el sueño de la Colombia, donde cada amanecer esté siempre iluminado por esplendorosos rayos solares. Soñemos esa Colombia, donde cada mañana podamos respirar el aire puro que baja desde las colinas de nuestras agrestes montañas, a inundar los pulmones de suspiros por el ser amado.

Construyamos ese sueño de la Colombia, donde los ríos regresen a envolver en sus aguas limpias y caudalosas los cuerpos púberes de los adolescentes y reviertan gotas al aire en sus chapuceos eróticos. Las montañas recobren su encanto misterioso y permitan el trasegar del campesino.

Soñemos esa Colombia, donde podamos mirar al firmamento y dibujar mundos nuevos e imaginarios, resultantes del jugueteo de las nubes en el horizonte. Soñemos esa Colombia, donde la Luna prodigue el rayito de luz necesario para iluminar un beso furtivo de los enamorados.

Soñemos esa Colombia, donde las noches frías permitan la calidez de las historias de los abuelos y un tímido tiritar del miedo producido por el misterio de sus imaginarias leyendas, recuerdos y acrobacias con el espacio y el tiempo. Una Colombia llena de papás y mamás que reemplazan un poquito su ajetreo cotidiano, sus cocteles, costureros, televisores y redes sociales por besos, juegos, caricias y palabras con sus hijos.

Soñemos esa Colombia, donde la dignidad del hombre y la mujer sea el valor más respetado porque todos nos hacemos a la idea de que vale la pena vivir en armonía.

Soñemos esa Colombia, donde el ruido sea reemplazado por las algarabías de los niños, quienes juegan, descomplicadamente, otra vez a la golosa, acompañados por la mirada tierna y dulce de la abuela que descuenta en su viejo rosario avemarías, en acción de gracias al cielo por la vida y por sus nietos.

Soñemos esa Colombia, donde la espera de la madre por los suyos no sea en vano, porque igual que en la mañana, estará con el corazón palpitante por ese nuevo encuentro y los brazos abiertos para estampar un beso deslizante a través del sudor por todo el cuerpo, cobijar su cansancio y rendir el más hermoso culto al amor de esposos.

Soñemos esa Colombia, donde las escuelas sean verdaderos castillos de colores, donde los niños guardan sus secretos llenos de mundos irreales donde aparecen las hadas madrinas y las graciosas figuras de los gnomos, que velarán posteriormente sus sueños infantiles, cansados de saber y del disfrute de pequeñas pilatunas realizadas en la distracción de la maestra.

Soñemos esa Colombia, donde el pan llega a la mesa con la satisfacción de un deber cumplido y de horas cargadas de ilusiones al frente de la labor honrada. Construyamos ese sueño de la Colombia, donde la cita no tenía hora ni la palabra papeles porque simplemente se confiaba.

Volvamos a la Colombia, donde la abuela tejía las medias rotas de tanto hacer caminos empolvados de futuro. Esa Colombia, donde el delantal de mamá sea otra vez ese paño de lágrimas de muchos de nosotros, porque la sopa no tenía aún la caprichosa sazón que nos gustaba.

Soñemos esa Colombia, donde los ojos inclinados para ofrecer la mesa se extraviaban ante un manjar hecho con el amor de las manos puras y limpias de mamá.

Soñemos esa Colombia, donde el empleo sea pleno, porque todos tenemos en nuestro corazón y bajo nuestra responsabilidad un pedazo de tierra de nuestra nación, donde la hacemos crecer y progresar porque todos nos sentimos hermanos y sabemos compartir todo lo que poseemos y somos.

Soñemos esa Colombia, donde las campanas y sirenas presagien alegría y dejen para siempre su voz plañidera de responsos.

Soñemos esa Colombia, donde las mujeres abran sus vientres a la vida y puedan disponerse a grandes cosechas de bebés, que renovarán nuestra sangre y nuestra raza, quienes en su momento sabrán liderar con hidalguía el legado de sus mayores, porque les vamos a entregar el país que se merecen.

Soñemos esa Colombia, donde todos podamos utilizar la palabra perdón con la sencillez que requiere, pero al mismo tiempo con el compromiso que encara, porque todos hemos sanado nuestros espíritus y podemos tender la mano abierta para estrechar en su intimidad la amistad que el otro nos regala.

Los sueños sin acción son utopías. Todos podemos desde nuestra propia condición o situación, generar todas aquellas acciones conducentes a que el sueño sea realidad.

En nuestra casa, en la oficina, en las aulas, en la calle, en el metro, en el bus, en el parque, con los amigos... en fin, con todos y en todas las circunstancias es posible el sueño de Colombia que estamos llamados a construir, en todas aquellas pequeñas acciones que son de la cotidianidad y que, simplemente, exigen de nosotros convicción por el futuro de nuestra patria, mucho amor por lo que es y lo que somos y un poquito de buena voluntad.

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