¿Lista abierta o cerrada? El retorno de una eterna discusión

¿Lista abierta o cerrada? El retorno de una eterna discusión

A 8 meses de las legislativas, todas las fuerzas políticas van definiendo sus apuestas electorales con la clara intención de obtener o conservar mayorías en Cámara y Senado

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
julio 06, 2021
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¿Lista abierta o cerrada? El retorno de una eterna discusión
Foto: @registraduria

Al menos, entre los movimientos alternativos, se siente un mayor interés por presentar listas sólidas, representativas e incluyentes. Una notable diferencia con el ambiente que se respiraba a mediados de 2017, cuando la temporada preelectoral estuvo marcada por cierta improvisación y poca estrategia. El único partido que realmente trazó una estrategia tan consistente como tradicional fue Cambio Radical, y le resultó efectiva, pues logró ampliar sus escaños en el Senado y convertirse en la segunda fuerza política en el Congreso.

Entre los alternativos, Petro y Clara López confeccionaron una improvisada lista de la Decencia, tan improvisada que los candidatos de Colombia Humana (que no inscribió lista al Congreso) fueron avalados por Mais; se les colgó un uribista conocido como Manguito y por un puñado de votos perdieron un escaño en el Senado. A los Verdes les funcionó el reencauché de Mockus que con su enorme votación arrastró a tres senadores (Sanguino, Castro y Marulanda), y al Polo, también le funcionó la inclusión de Leónidas Gómez (85.900 votos). Sumando las curules que el acuerdo de paz le otorgó al partido de la exguerrilla de las Farc-Ep, el 11 de marzo de 2018 se conformó el bloque alternativo y opositor más grande desde la constituyente.

Por estos días, se agita una discusión muy recurrente: concurrir a la elección al Congreso con lista abierta o cerrada. Por lo general, es un debate que caracteriza el inicio de la temporada electoral. Cada opción tiene argumentos a favor y en contra. Con hinchas apasionados y hasta algunas “barras bravas”. Ese debate se viene sintiendo con mucha fuerza en el seno del Pacto Histórico, todavía sin claridad sobre el tipo de lista a emplear y con el reto de agrupar los egos de quienes en 2018 se hicieron elegir en una lista abierta. ¿Por qué resulta tan difícil establecer esa concertación?

Lista abierta, la salida más fácil

Entre los partidos caracterizados por reunir un variopinto mosaico de caciques, gamonales regionales y herederos de la parapolítica, la lista abierta es la figura más recurrente. Para muestra: Cambio Radical y el Partido de la U. Con la lista abierta, la identidad ideológica de un partido pasa a un segundo plano y se priorizan las microempresas electorales, es decir, los candidatos que tienen votos o son competitivos. Sin embargo, los partidos de izquierda también han hecho uso intensivo de esa figura. Desde la reforma política de 2003, la gran mayoría de los partidos han optado por la lista abierta y la cerrada se han concentrado especialmente en los partidos cristianos, los movimientos ciudadanos y en el impresionante debut electoral del Centro Democrático en 2014.

La lista abierta resulta siendo la salida más fácil para dirimir rupturas internas; endilgarle a cada candidato una responsabilidad y en plata blanca, permitir que lleguen los que realmente tienen votos.

Se tiende a creer que en una lista abierta las votaciones más pequeñas se pierden; sin embargo, eso no es cierto. Al final de la jornada, todas las votaciones se suman para que el partido supere el umbral e ingrese a la cifra repartidora; asimismo, los grandes electores (como Uribe, Mockus y Robledo en 2018) o la votación por el logo, generan un efecto arrastre que acerca las votaciones más bajitas a la cifra repartidora. Resulta necesario precisar que en una lista abierta ningún voto válido es un voto perdido.

No obstante, los cuestionamientos a la lista abierta se concentran en otros aspectos, entre ellos: el encarecimiento de las campañas; la proliferación de microempresas electorales sin mayor identidad ideológica; la imposibilidad de establecer un control riguroso y exhaustivo a miles de campaña (a lo que se suma un politizado Consejo Nacional Electoral); la filtración de dineros ilícitos y la atomización programática de los partidos.

Sin olvidar que ha sido la fórmula más empleada por la clase política tradicional para perpetuarse en todas las corporaciones públicas (Concejo, Asamblea, Cámara y Senado) a punta de clientelismo y para evadir controles exhaustivos a la financiación de campañas. Para muchos, es un mal de origen de la desprestigiada política colombiana.

Lista cerrada, riesgos y posibilidades

Por el contrario, la lista cerrada es bastante excepcional. Algo “exótica” en nuestro sistema de partidos. Tan solo los movimientos asociados a iglesias cristianas, los grupos significativos de ciudadanos o los partidos de naturaleza caudillista, la han empleado. Entre los principales incentivos para que un partido se decante por una lista cerrada identifico tres: primero, una organización interna sólida y articulada a un electorado muy disciplinado; por ejemplo, el que le vota a los partidos Mira y Colombia Justa y Libres, derivaciones de un conjunto de congregaciones religiosas; segundo, un movimiento orientado por un líder carismático o autoritario que cohesione el listado y establezca un consenso personalista en torno a su imagen (Uribe en 2014); tercero, unas elecciones primarias, abiertas o entre la militancia activa, para determinar el orden descendente de la lista.

En las dos primeras se presenta el riesgo del famoso “bolígrafo” y en la última desaparece debido a una conformación de base más democrática.

En 2018, el único movimiento alternativo que se la jugó con una lista cerrada fue el partido Farc (ahora Comunes). Desde la elección legislativa de 2006 (la primera tras la histórica reforma política de 2003), la lista cerrada no ha sido un factor relevante para dinamizar el crecimiento de la izquierda colombiana. Esto podría cambiar si de cara al 2022 el Pacto Histórico, la coalición que reúne a la antigua lista de la Decencia, a sectores del liberalismo socialdemócrata y disidentes del partido de la U, decide postular una lista cerrada. Posibilidad que permitiría, a partir de una estrategia simétrica, equilibrar la votación de la consulta de la izquierda, es decir, las votaciones de Petro, Roy y Alexánder López, con las listas a Cámara y Senado (facilitando y abaratando las campañas).

Si el Pacto Histórico cierra sus listas y articula la estrategia de comunicación, la elección al Congreso se podría convertir en un fenómeno de opinión en sintonía con la elección del candidato presidencial (que seguro será Petro).

¿Una personalización excesiva de las elecciones legislativas?

Algunas personas me han cuestionado la idea de amarrar la elección al Congreso con el fenómeno Petro. Sí, tal vez hay cierto grado de personalización o una especie de transferencia en los valores de opinión, es decir, que la votación de los aspirantes de la consulta de la izquierda se vea reflejada en las mismas proporciones en las listas a Cámara y Senado, pero considero que esa intención (reconociendo cierto tono caudillista) es necesaria para que los electores entiendan que la propuesta del Pacto Histórico requiere de la confluencia de unas amplias mayorías en el Congreso. Para muchos colombianos el Congreso no es importante el día de las elecciones y por eso no ven problema en tranzar o vender el voto. Reducir esos incentivos perversos también debe ser una tarea del programa del Pacto Histórico y si las dos elecciones están idealmente entrelazadas, la tarea se facilita y se complementa.

Solo hay que recordar que en 2018 la consulta de la izquierda alcanzó más de 3 millones de votos y su lista al Senado solo logró medio millón. ¿Cómo reducir esa bipolaridad?

A mi juicio, la respuesta se encuentra en la lista cerrada; en una excelente campaña de posicionamiento y una estrategia que convierta la elección al Congreso en un auténtico fenómeno de opinión: solo marcando dos tarjetones (y el tercero de la consulta). Todas las condiciones están dadas para lograrlo. ¿Cuál será la decisión del Pacto Histórico?

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