Las potenciales dimensiones del desastre de un TLC interimperialista

Las potenciales dimensiones del desastre de un TLC interimperialista

Con el acuerdo comercial entre EE. UU. y China se podría acelerar la contaminación del planeta. Una perspectiva

Por: Carlos Roberto Támara Gómez
enero 16, 2020
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Las potenciales dimensiones del desastre de un TLC interimperialista
Foto: Casa Blanca

Si nos atenemos a sus poblaciones, Estados Unidos suma 327.352.000 personas y China, 1.395.380.000 habitantes. Desde las poluciones que agregan al mundo dice Jeffrey Sachs: "Europa representa alrededor del 9.1 por ciento de las emisiones globales de dióxido de carbono, en comparación con el 30 por ciento de China y el 14 por ciento de los Estados Unidos. Incluso si Europa implementa completamente el Acuerdo Verde, será en vano si China, Estados Unidos y otras regiones no logran igualar sus esfuerzos''. De la Unión Europea se conoce una población de 512.400.000 habitantes, un dato de 2018. América Latina suma 425.000.000; América del Sur, 77.000.000; América central y México ubicado al norte, 126.000.000. No pude encontrar un dato de la polución global de América Latina, pero podemos imaginar que es del orden del 18 por ciento. Bueno… eso antes de que el troglodita de Bolsonaro asumiera el poder.

De ese tamaño es el desastre.

Y es indudable que si tales monstruos se unen en un acuerdo comercial que no implique cambios en la composición de inversiones a favor de industrias en contra del cambio climático lo que se configura y acelera es una bomba de contaminación masiva en contra de la tierra; directamente proporcional a las emisiones con que participan. Entonces el Drácula Frankenstein del acuerdo comercial entre un Estados Unidos dominado por Trump, y China es el toque de rebato de lo que puede ser el principio del final de la vida en la Tierra. Si exagerar un solo pelo.

Claro, aunque pudiéramos decir, muy optimistamente que el acuerdo es asimétrico en cuanto a la visión de la responsabilidad de ambos con respecto al cambio climático —China parece estar progresando y Trump aumentando—, esto quiere decir que las esperanzas de una recomposición a favor son nulas.

Vamos de culo para el infierno, es la forma más decente de decirlo.

Pero existen bases para imprecar esto. Claro que existen y son palmarias y al canto: “El barco de la COP, con sus 194 países, se hundió en el artículo 6 del acuerdo de París y en el párrafo 6.4 en particular, que prevé 'un mecanismo para contribuir a la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero y apoyar el desarrollo sostenible bajo la autoridad y orientación de la COP'. Estados Unidos, Brasil, Australia, Arabia Saudita y, en parte, China e India se opusieron. El mecanismo implica la ayuda a las economías emergentes de los estados industrializados que son los mayores contaminadores”.

No hay siquiera qué comentar. Cada loro contamina en su estaca.

Toda esta locura pretenderá cerrarse aún más cuando Estados Unidos —llevando de rehén a China— negocie con la Unión Europea; que es poco menos que una pelea de tigre con burro amarrado. Claro, esto no es tan lineal pues cabe observar que China con respecto a Europa tiene su propia estrategia de la Nueva Ruta de la Seda.

Obviamente la esperanza del mundo está en que este acuerdo interimperialista es demasiado monstruoso. Hasta ahora no ha habido en la tierra dinosaurios de esta dimensión desconocida. Y también se sabe, vaya ilusión, que los dinosaurios son perseguidos, desafortunadamente de manera indiscriminada, por los meteoritos que bajan del cielo. Aunque ahora con los drones, quien quita que…

Sin embargo el cuento no termina allí. Es apenas natural que para aclimatar todas esas monstruosidades se necesitan armas. Es a punta de coscorrones que nos obligan a recular. Y entonces si a todo ello se suma el gasto militar que no es un recurso productivo aunque genere riqueza, agréguele que los juegos del capitalismo financierista están a la orden del día.

Vale la pena darse una vuelta por entender esta lógica del capital: asentarse en las energías fósiles implica de alguna manera desaparecer las inversiones productivas, es decir, empoderar aún más las concentraciones de poder actual en vez de las que pudieran derivarse de una confrontación contra el amenazante cambio climático. Entonces la mayor atracción capitalista se concentra en el juego financiero de gestar nichos de perdedores y ganadores a diestra y siniestra, guerras comerciales incluso, buscando cada vez más concentración del capital. Ah… y jugosas ganancias. Es el anquilosamiento por aterosclerosis del capitalismo por excelencia lo que se nos viene encima. Generación masiva de infartos cardíacos, literalmente. No vamos hacia las democracias sino hacia dictaduras cada vez más férreas y poluciones masivas no solamente en el aire sino en la política mundial. Una feria nuclear de histriones tipo Trump por todo el mundo.

“En 2018, el gasto militar global ascendió al 2,1% del PIB mundial. Esto está destinado a aumentar, tanto para armas nucleares como convencionales. Es pura locura. Mientras parte de la humanidad está trabajando para desactivar la bomba de tiempo ambiental, otra parte, en los mismos países, se dedica a desviar recursos financieros para almacenar armas letales”.

Vamos de culo para el infierno y también nos están disparando desde la retaguardia.

Ahora bien, la esperanza obvia es que todo esto es insostenible. No cabe tanto loco en el mundo. ¡No hay cama para tanta gente!

Por eso es que a los centros de pensamiento europeo no le cabe un genio más. Pero debe caberles. La necesidad de desactivar todo esto es a punta de imaginación creativa. El Nuevo Acuerdo Europeo hay que sacarlo a flote, sí o sí; y los gobiernos del mundo, nuestras amadas republiquetas, deberían favorecerlo. Suscitar un nuevo capitalismo, es decir, un postacapitalismo que rinda desde la defensa de la tierra mejores utilidades. Desactivar la economía del desastre es un imperativo.

Ahora, la contribución de los pueblos será cada vez más urgente. Con que Estados Unidos no reelija a Trump sería un buen comienzo. Bueno… si es que no se va antes.

Nota. Los datos de población son tomados de la red y las citas son de El acuerdo verde y un mundo desordenado, un artículo de Guido Montani, para Social Europe.

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