Las cursilerías del gobierno adornadas en los medios no le sirven para nada a los colombianos

Las cursilerías del gobierno adornadas en los medios no le sirven para nada a los colombianos

Casi a dos meses del Gobierno Petro, se han anunciado cambios con discursos rimbombantes pero, en términos prácticos ¿cómo sacarán el país adelante?

Por: Omar Orlando Tovar Troches
septiembre 21, 2022
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Las cursilerías del gobierno adornadas en los medios no le sirven para nada a los colombianos

Son las 5 de la mañana. Juan y su familia, abrazan la esperanza de la luz del día, para que espante las pesadillas de una noche a la intemperie, en espera de que, quienes los obligaron a salir de su tierra, estén satisfechos con su pronta partida a ningún lugar, a ningún futuro.

A medida que el sol empieza su recorrido por este, el nuevo cielo de Juan y su familia, él y otras diez familias más, se disponen a organizar los escasos e improvisados materiales de construcción de sus nuevos cambuches, en este asentamiento de dos o tres vacas, de cercas electrificadas y de una inmensa y antiquísima valla en la que se lee:” No se Vende, no se alquila”.

Entre tanto, en medio de insolentes e insistentes mosquitos y la vigilante mirada de las dos o tres vacas, un desvencijado celular, flecho y todo, pero con radio, les permite el contacto con ese fabuloso mundo de la compra y venta de carros importados, grandes superficies con descuentos a más no poder, el anuncio de un nuevo concierto de Marbelle, Silvestre y demás a favor de los sin-techo de más allá de la frontera, la “metida de pata” de una recién nombrada ministra y la tristísima noticia de la muerte de la reina de Inglaterra.

Cualquier parecido con la realidad colombiana no es coincidencia.

Disculpándome por la escasez de talento literario, me permití el atrevimiento de intentar una narración, para tratar de retratar esa paradójica realidad en la que aún hoy, en pleno siglo XXI, vivimos, acá en esa Colombia.

En la que es más importante una equivocación en la cita de unas cifras y la muerte de una, casi, centenaria señora  perteneciente a una realeza inverosímil, que las mil y una afugias por las que tienen que pasar millones de colombianos y que no merecen la atención de la llamada gran prensa nacional.

La verdad es que, no es de extrañar el tratamiento que hacen de la agenda informativa, los llamados grandes medios de comunicación privada de Colombia y que, tristemente, consume un buen número de colombianos.

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Hecho este, que también resulta paradójico, en un mundo en el que el avance de las TIC, le permite a un buen número de ciudadanos, tener a su alcance, una inmensa cantidad de opciones informativas. "Fidelización de teleaudiencias, que llaman los expertos".

Y no es de extrañar, porque, en Colombia, como en buena parte del mundo, la llamada gran prensa, pertenece a personas y corporaciones, nacionales o transnacionales con gran poder económico, que encontraron en el manejo (manipulación) de la información, una inmensa posibilidad, no solo, de seguir enriqueciéndose, sino de aumentar su poder político.

En este escenario, lo que se dice, se escribe o se ilustra, termina ajustándose a los intereses económicos y políticos de los dueños de los medios y no a los de la realidad cotidiana de sus consumidores. Rating y dosificación de la verdad.

Como se mencionaba líneas atrás, resulta paradójico que, en un mundo, en el que la masificación de la internet, suponía la democratización en el acceso y manejo de la información, los viejos y nuevos ricos del mundo, sigan manipulando la agenda informativa en todos lados.

La respuesta es tristemente sencilla: el desarrollo, como el manejo de la internet y de todas las plataformas que se conectan a ella, pertenece a... los viejos y nuevos ricos del mundo.

Así las cosas, permítanme reiterar que, no es nada extraño que la agenda informativa de la mal llamada gran prensa colombiana, ahora encargada de ser la oposición política al gobierno nacional del Pacto Histórico, le dedique horas y horas, terabits y terabits de datos y anchos de banda, a informar sobre naderías, cursilerías, nimiedades, fruslerías o pendejadas que llaman, para intentar enlodar la actuación de quienes conforman el gabinete de Gustavo Petro y Francia Márquez.

Ante la aparente incapacidad investigativa de las casas periodísticas de la gran prensa capitalina, la falta de talento y/o nivel profesional, e incluso de moral de algunos autodenominados comunicadores (as), los dueños de los medios han dado la orden de hacer trizas al gobierno de Petro, así como hicieron trizas la paz. "El que paga, manda".

Aprovechando la muy baja tasa de lectura, las grandes deficiencias en alfabetización política y el muy precario nivel de análisis que tenemos los colombianos, el ejercicio de fidelización de teleaudiencias, resulta una tarea de extremada sencillez para quienes tienen como oficio, muy bien pagado, manipular la información.

En este delicioso escenario de fáciles presas mediáticas, experimentos como los del “No a la Paz”, las reelecciones de Uribe en cuerpo propio y ajeno y el terrorismo mediático, comparten el éxito de las telenovelas, los realities y la selección Colombia de futbol, en términos de sintonía, pauta publicitaria y poder político. ¿El poder para qué?

Ante el arribo de un inesperado número de comunicadores y medios alternativos de información, soportados en las redes sociales y uno que otro comunicador con algo de ética profesional.

Los poderosos dueños de los medios, nuevamente mueven los hilos de la agenda informativa, para intentar desviar la atención del colombiano promedio, fidelizado a sus medios, para que no se de cuenta de toda la corrupción y la delincuencia que sus empleados, los periodistas con paga doble, ocultaron, dejaron de informar o fueron cómplices.

Dieron la orden a sus empleados de dedicar horas y horas, terabits y terabits de datos y anchos de banda, para informar sobre la tristísima historia de la reina de Inglaterra. Monarquismo trasnochado.

Tristemente, aupados por la muy “blanca” gente de bien de este país, según ellos y muchas ellas, verdaderos herederos de la monarquía española, muchos de los fidelizados consumidores de la gran prensa, han caído, una vez más, en la trampa de creer que las monarquías en el mundo son como las de los cuentos de hadas, de reinas y reyes amorosos y bonachones y príncipes y princesas de empalagosa dulzura y pendejada inmarcesible, incapaces de la barbarie que el tiempo ha terminado por revelar y de la que la difunta misiá Isabel, también fue participe.

Mientras los canales de televisión, las emisoras de radio y los portales de noticia de Colombia lloraban, a moco tendido, la muerte y el sepelio de la reina, ni una palabra para señalar la reaparición de los paramilitares a plena luz del día y en videos subidos con orgullo a las redes por el rey del ganado y la reina del odio, Lafourie y Cabal, eso sí, con la bendición del príncipe del mal y rey del Ubérrimo.

Dios salve al Rey... y ojalá; a quienes, como Juan, tendrán nuevamente que escapar de la barbarie de los fusiles, los machetes y las motosierras de la guardia real de los soberanos de la muerte, bajo la rebuscada y muy conveniente acusación de ser invasores de tierra. ¡Ganga de oportunidad, nuevamente hectárea a 25 mil!

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