En la mayor parte de las religiones a nivel mundial, la salvación suscita un ambiente de esperanza y optimismo por una nueva realidad expectante ante la contraprestación por la vida realizada conforme a los parámetros dictados por el ser superior; nunca sabemos en realidad lo que pasará en el incierto futuro, y he ahí la magia de disfrutarse el proceso reflexivo que acompaña la militancia en la relación directa con lo espiritual [ojo, no necesariamente religioso]. Sin embargo, en lo que concierne a las EPS, no existe una expectativa, lo futuro ya se encuentra afianzado en su realidad más próxima, y por desgracia los panoramas no son tan alentadores como los pintados en las didácticas atalayas.
El ejemplo más reciente de una crónica del fracaso anunciado fue la intervención hace tan solo un par de días de la EPS Coosalud, un gigantesco y moribundo armatoste que junta a lo lejos más de 3.2 millones de afiliados, mismos que tendrán que padecer un viacrucis alargado a la luz de las circunstancias cuando se vean abocados a realizar la tortuosa repartición.
El fin de aquel desvencijado gigante estuvo anunciado, incluso antes de que al presidente de turno le diera piquiña por reformar cuanta cosa hubiera en el estado imperfecto que ha venido maquinado en su mente luego de décadas dedicadas a los discursos típicos de una izquierda tan vetusta como inaplicable, puesto que las constantes denuncias acerca de corruptelas al interior, problemas con los medicamentos -sobre todo con las dosis de los mismos- la grave falta de un plan para la atención y diagnóstico de enfermedades tan complejas como el cáncer de mama e incluso algunas afecciones huérfanas; pusieron el ultimo clavo del ataúd, que al final fue concretado a través de la Resolución No 2024320030015228-6 del 2024 emitida por parte de la Superintendencia Nacional de Salud por medio de la cual designa a Mauricio Camargo Fuentes como agente interventor.
La precitada resolución evoca lo que al principio fue señalado…la palabra salvación. Escrita en una forma heroica, como una lucha reivindicatoria contra la corrupción y las malas praxis al interior de la entidad intervenida, promulganda con adornados postulados jurídicos que tal EPS va a ser salva por la mano poderosa del gobierno, lo cierto es que hasta el momento no conozco el caso de alguna que hubiere renacido luego de la intervención forzosa.
Con el solo hecho de tomarse posesión física de los activos de la entidad, no sin antes haber solicitado -eso sí con formalidades jurídicas propias para estos casos- la cabeza del representante legal y demás personal encargado de la junta directiva de la entidad, pinta a que esto no ha de tener una solución tan utópica de salvación como el gobierno en turno nos ha tratado de vender la idea.
Si es menester para el gobierno salvar la EPS, tal empresa se ha de llevar a cabo con los mecanismos correctivos necesarios en temas financieros principalmente, antes de utilizar la intervención forzosa y la liquidación como ultima ratio. Sin embargo, en la Colombia en que nos encontramos, más vale un discurso político y la ejecución del mismo a como de lugar, que salvar a entidades necesarias -estemos o no de acuerdo- para el correcto funcionamiento del sistema de salud, pues mis estimados contertulios, para que la máquina funcione cada engranaje ha de estar en su lugar.