La unidad de la izquierda como refugio
Opinión

La unidad de la izquierda como refugio

Tras la derrota sufrida en octubre pasado, sin autocrítica ni balance público de los pobres resultados, nuevamente la izquierda echa mano de la unidad como tabla de salvación

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febrero 02, 2016
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Cada vez que la izquierda sufre una nueva derrota, de manera automática saca del cuarto de San Alejo la bandera de la unidad como el ábrete sésamo que resolverá todos sus males y le devolverá el esquivo respaldo ciudadano.

La historia de la izquierda es la historia de su siempreviva división. Nunca le faltan motivos para justificar su división. En el ya remoto pasado de los años 60 se dividió de manera irreconciliable  y caníbal entre prosoviéticos, prochinos y procastristas con sus respectivos ejércitos: Farc, Epl y Eln.  La década de los 70 vio desfilar una diáspora de partidos, grupos y sectas agriamente enfrentadas, marginales en la vida política dominada por el bipartidismo liberal-conservador. Tras la caída del muro de Berlín y el fin del socialismo real a finales de los 80, la división fue entre los defensores de la tradición marxistas leninista y los partidarios de una opción socialdemócratas a la colombiana. El día que todos abandonaron la abstención e incursionaron entusiastas en elecciones,  los motivos de división fueron de simple cálculo electoral: reforma o revolución dependiendo de renglón.

Cuando la izquierda alcanzó su mayor logro político en toda su historia, ser copartícipe de la expedición de la Constitución de 1991, gracias al significativo respaldo alcanzado por el M-19, la división hizo polvo en solo cuatro años su capital político. De 21 constituyentes electos en 1990 (19 por la Alianza Decmocratia-M-19 y 2 por Unión Patriótica) paso en 1992 a 9 senadores y en 1994 no elegido un solo senador.

Tras la derrota sufrida en octubre pasado, sin autocrítica ni balance público de los pobres resultados, nuevamente la izquierda echa mano de la unidad como tabla de salvación. Con tal fin realizó hace pocos días una “Cumbre por la Unidad” en una tradicional chocolatería santafereña, la cual unió solo a una parte de la izquierda: Gustavo Petro, Clara López, Iván Cepeda, Aída Avella presidenta de la Unión Patriótica, David Flórez dirigente nacional de la Marcha Patriótica, Jaime Caycedo secretario general del Partido Comunista, los representantes Alirio Uribe y Ángela Robledo y el concejal Holman Morris. Se marginaron de la convocatoria el Partido Alianza  Verde y sus máximos líderes Claudia López, Antonio Navarro, Antonio Sanguino, Carlos Vicente de Roux y Angélica Lozano. Tampoco participó el senador Robledo que lidera al Moir dentro del Polo Democrático. Los petristas entusiastas presentaron la Cumbre como un cónclave para lanzar a su líder como presidente.

Cuando aún no se había secado la tinta de los acuerdos logrados, aparecieron las inevitables diferencias de siempre. Holman Morris, el nuevo hombre de confianza de Petro, las expreso así: “Lo que propongo es que no puede ser simplemente un chocolate santafereño sino un gran sancocho nacional. Me parece que la reciente cumbre reproduce la política tradicional clásica, que es leer al país desde Bogot á y con liderazgos muy bogotanos.”

La derrota sufrida a manos de Peñalosa es indicativa de que la unidad no basta ni es garantía de éxito. La unidad  de la otrora dividida izquierda en torno de Clara López (Gustavo Petro, Jorge Robledo, Antonio Navarro, Luis Carlos Avellaneda, Jaime Dusán, Carlos Romero, Carlos Bula, Iván Cepeda, Piedad Córdoba, Ángela María Robledo, Aida Abella) no fue suficiente para impedir la debacle electoral.

 

Más que la unidad, la izquierda necesita ante todo renovarse
Renovar sus apuestas y propuestas sociales y económicas
actualizar la agenda de sus preocupaciones temáticas

Más que la unidad, la izquierda necesita ante todo renovarse. Renovar sus apuestas y propuestas sociales y económicas para cambiarle el rumbo al país, actualizar la agenda de sus preocupaciones temáticas, disputarle las capas medias a los partidos del régimen, abandonar las tentaciones y  la comodidad que proporciona el facilismo populista, renovar su lenguaje. Abandonar el caudillismo mesiánico, hacer a un lado los dirigentes que se han convertido en empresarios electorales de izquierda, cuidarse de la tentación de la cooptación a nombre de la participación que tantas pérdidas le ha causado.

Las nuevas realidades políticas que traerán la paz y el posconflicto son una oportunidad obligada para una gran renovación de la izquierda. Tiene que demostrar que no es más de lo mismo de siempre, tanto de los tradicionales del régimen, como de izquierda.

La firma de la paz modifica sustancialmente los escenarios para la izquierda. Las Farc, junto con Santos, son  las grandes triunfadoras de la paz y por tanto protagonista de primer orden en cualquier proyecto de izquierda en el futuro inmediato. Las Farc como partido, corolario obligado de su propósito de continuar la lucha por los  medios democráticos y pacíficos,  gravitarán y determinarán la unidad o la división de la izquierda en torno suyo de cara al 2018, tal como ocurrió en el pasado con el M-19.

¿Qué papel desempeñan las Farc  frente a la unidad? Es una pregunta que la izquierda debe empezar a resolver para que pueda ser protagonista de la paz firmada y refrendada por los colombianos.

Ya Timochenko ha dado una pista a todo buen entendedor: “Las Farc nos vemos como un gran movimiento político, con el que esperamos convocar y aglutinar a los millones de colombianos inconformes con tanta injusticia, desigualdad y corrupción, en el que la anterior fuerza guerrillera, sin armas y en la legalidad, permanecerá consolidada como grupo de activistas profesionales, trabajando pacíficamente por alcanzar nuestros objetivos políticos. Creo que las Farc no vamos a empezar a hacer política, llevamos más de cincuenta años haciéndola, no somos novatos en eso. Lo que vamos a hacer es política dentro de unos nuevos marcos democráticos y de garantías, que harán innecesario el uso de las armas”.

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Adendo: Con toda autoridad José Antequera (hijo),  una víctima de la violencia y la guerra que todos queremos que culmine advierte:

“Hay una crisis de representación que ha llegado a tocar a la izquierda, que ha terminado por aparecer como otro sector político que se llama distinto, pero que comete las mismas cagadas. Así que sumar banderas y sumar votos no es suficiente, y tampoco es suficiente esperar que la unidad produzca por sí misma el resultado de recomposición de manera que por su misma cuenta se pueda identificar que la izquierda es, además de una alternativa organizada, una verdadera alternativa; alternativa en valores, en modos, en ética, en capacidad decisión".

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