La tragicomedia que se vive cada 24 de octubre en la Universidad del Atlántico

La tragicomedia que se vive cada 24 de octubre en la Universidad del Atlántico

Tras lo ocurrido en las graderias de la institución en el 2006, cada año los estudiantes salen a marchar. Sin embargo, estas manifestaciones parecen un eterno déjà vu

Por: Royner Nárvaez
octubre 25, 2019
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La tragicomedia que se vive cada 24 de octubre en la Universidad del Atlántico

Como un déjà vu se vivieron las manifestaciones estudiantiles en la Universidad del Atlántico: cantado y advertido a más no poder el enfrentamiento entre la fuerza pública y los estudiantes que se cumple casi como un rito todos los 24 de octubre de todos los años desde ese fatídico mes de octubre del 2006. Ese día 24 en las graderías de una de las canchas de la universidad ocurrió una explosión que dejó 4 estudiantes muertos y otros 4 resultaron heridos. Estos últimos luego de ser atendidos fueron además acusados de provocar la susodicha detonación, presuntamente por manipular alrededor de 20 kilogramos de pólvora negra. Sin embargo, la verdad es a veces aún más siniestra y cruda.

Recordando ese viejo dicho que reza "la justicia en Colombia cojea, pero llega", luego de 21 meses de su captura el juez único penal especializado del circuito determinó que no existían pruebas de que esos 4 estudiantes que sobrevivieron al siniestro hayan estado manipulando explosivo alguno. Y lo más aberrante, se encontró que lo que realmente ocasionó la explosión fue la detonación de un explosivo plástico llamado tetranitrato de pentaeritrita, popularmente conocido como C4, el cual en Colombia es de uso privativo de la fuerza pública y es extremadamente difícil por no decir imposible de conseguir por unos estudiantes universitarios y menos aún detonarlo remotamente como presuntamente señala que sucedió la investigación.

Por todo esto es que hoy en día luego de años de lo sucedido se toma como principal sospechoso al Estado como perpetrador del atentado, pese a que no se encontraron culpables a los estudiantes y no se sabe quién fue el autor material e intelectual tras lo ocurrido. Las investigaciones están congeladas y a la fecha nada se habla sobre ello.

Hoy los estudiantes recuerdan con amargura este suceso con la ya famosa frase que puede ser encontrada por diferentes partes del alma máter: "24 de octubre, ni perdón ni olvido". De nuevo salen a manifestarse por los olvidados, por los muertos y por injusticias pasadas y actuales. Como un susurro en el viento, el tristemente célebre tropel corre entre voces en las conversaciones de los estudiantes. Esta fecha es esperada con expectativas que rozan el morbo, sobre todo por cómo será el enfrentamiento entre los estudiantes y la fuerza pública.

Es una batalla cantada y avisada pero jamás incumplida. Y de nuevo, se cumplió, agentes del Esmad heridos, estudiantes desaparecidos, víctimas de excesos de la fuerza pública, víctimas de este gobierno que asfixia la educación pública. Para nadie es un secreto que entre las marchas estudiantiles no hay solo estudiantes y aun entre estos se sabe que hay muchos que no parecen tener en cuenta el concepto de "manifestación pacífica". Las universidades públicas cuentan con unos microecosistemas ricos en toda clase de personajes, desde presuntos infiltrados de la fuerza pública en constante búsqueda de argumentos para poder ingresar el Esmad al alma máter para reprimir y sabotear el movimiento estudiantil, hasta células urbanas de diferentes grupos al margen de la ley en búsqueda de nuevos reclutas.

Lo cierto es que lo que vivió ayer fue un descontrol total y una violación a la autonomía de la universidad. De hecho, llegados a este punto saber quién inició el enfrentamiento es irrelevante. ¿Fueron provocadores del Esmad en conjunto con infiltrados?, ¿fueron estudiantes vándalos que acudieron al anarquismo? Pues esa es otra discusión. Lo que ocurrió una vez iniciado el enfrentamiento es lo que importa. Se suponía que el Esmad tenía que restablecer el orden público y despejar la vía, esa es su obligación, así no nos guste, ¿pero era necesario perseguirlos hasta dentro de las instalaciones del plantel educativo?

La fuerza pública cual jauría de perros los persiguió como animales por toda la universidad a través de pasillos, cafeterías, canchas y jardines. Le dieron caza a todos, los acorralaron hasta el punto de tener que saltar vallas y muros para poder huir de quienes se supone que están para "proteger y servir". Refugiados en el monte, entre trochas y matorrales, creyeron encontrar seguridad, pero no sabían ellos que sus perseguidores no descansarían hasta dar con ellos, disparando gases hacia los estudiantes que con horror miraban cómo el Estado los perseguía hasta ese punto con tal de no escucharlos ni dialogar con ellos y silenciar sus ya pequeñas voces.

No contentos con ello siguieron su cacería hasta empujar a los estudiantes a caminar kilometros de subida a pie por la carrera 46, pasando por la universidad Sergio Arboleda, en donde con botellas de agua y palabras de apoyo los estudiantes de la universidad privada expresaron su apoyo a sus colegas uniatlanticenses, quienes con arengas y gritos siguieron marchando, esta vez ya arropados con la oscuridad de la noche que cada vez más se les venía encima. El frío los cubría con su manto y como cenizas en el viento los manifestantes se dispersaron, emprendiendo así su camino a casa.

Así terminó otro 24 de octubre más, con lo mismo de todos los años: violencia, vandalismo, excesos de fuerza, heridos, desaparecidos. Todo esto nos deja con muchas preguntas: ¿quiénes son las personas que se ven lanzando piedras en contra de los estudiantes y porque aun estando entre policías nadie los detiene?, ¿hasta dónde está dispuesta a llegar la policía para recuperar el orden público? Sea como sea, al final este día nos deja con la misma impotencia de siempre, impotencia que provoca esa ira silenciosa y peligrosa, esa ira que espera otro año más inmutable a desatarse de nuevo el año entrante.

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