Hoy por hoy son legión las caricaturas, los memes y los videos a propósito de la declaración reciente del presidente Gustavo Petro acerca de traer gas mediante cables eléctricos desde Panamá. Ahora bien, tanto los autores de tales caricaturas, memes y videos como lo que realmente subyace a este respecto tan solo ponen en evidencia una marcada incomprensión de los límites impuestos por las leyes de la naturaleza, sobre todo aquellas de la Termodinámica, la ciencia que se ocupa del mundo de la energía en general, una ciencia con un fuerte poder legislativo basado, en especial, en la ley de la conservación de la energía y la ley de la entropía. En otras palabras, que la energía se conserva y que la energía se degrada.
¿Qué significa lo anterior? Por una parte, que, literalmente, Gustavo Petro no hablaba de traer gas tal cual por medio del cableado eléctrico desde otro país, sino, más bien, que, en una central termoeléctrica, puede quemarse gas natural, u otro combustible fósil, con el fin de generar electricidad mediante un ciclo de potencia, electricidad que, luego, puede transportarse a largas distancias mediante el cableado eléctrico.
Ahora bien, dicho lo previo, es menester aclarar que, según destacaba con tino en la década de 1960 Barry Commoner, uno de los pioneros de la actual ecología, el asunto de quemar un combustible fósil en una central termoeléctrica para generar electricidad, la que, a continuación, se transporta a largas distancias para usarla, digamos, en aplicaciones tales como calentar el agua para bañarse y cocinar, entre otras de similar jaez, no es más que una masacre termodinámica, denominación con la que Commoner se refiere al hecho que, en todas las fases de este proceso, desde la quema del combustible hasta el uso final, hay ineficiencias inevitables, esto es, la disipación de potencial de trabajo en irreversibilidades conocidas, en el lenguaje propio de la Termodinámica, como entropía generada y exergía destruida. En otras palabras, que no es posible usar en la aplicación final la totalidad del potencial de trabajo disponible en el combustible. Así mismo, esto quiere decir que sería una mejor idea contar con el combustible in situ para quemarlo directamente si de fines de calefacción se trata.
Por consiguiente, tampoco es una buena idea quemar un combustible en una central termoeléctrica para generar una electricidad que, luego, se usará a gran distancia para producir calor, una forma menos noble de la energía, más degradada, si se la compara frente al trabajo útil.
Unos años después de Barry Commoner, a comienzos de la década de 1970, el físico y matemático británico-estadounidense Freeman Dyson, en un memorable artículo titulado "La energía en el Universo", dejó bien claro que la generación de energía con fundamento en reacciones químicas, como las de combustión, implica una alta generación de entropía.
En otras palabras, que generar energía de esta forma no es otra cosa que hacerlo sin mucho sentido de la responsabilidad que debe conllevar. Esto es, que se impone parar mientes en los impactos ambientales como consecuencia del aumento de los gases de efecto invernadero y la contaminación.
Para colmo, tampoco puede decirse que, en los mentideros universitarios y académicos, esto se tenga del todo claro, cuestión crucial manifiesta en las mal llamadas reformas de los currículos, mera copia de modelos del Primer Mundo, las cuales suelen adelantarse calamo currente sin reparar en que, ante todo, se impone promover como condición indispensable la incorporación del modo científico de comprender el mundo en el seno de las sociedades correspondientes.
No es cuestión de aplicar y consumir a trochemoche sin comprender primero los fundamentos subyacentes, cuestión neurálgica en el actual contexto de crisis civilizatoria. Al fin y al cabo, un siglo atrás, bien lo decía el ilustre filósofo español José Ortega y Gasset: del extranjero solo hay que tomar información, no modelos.
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