La receta socialista
Opinión

La receta socialista

El socialismo es una estupidez que no se cura sino después de sufrir sus fracasos, sus brutalidades, sus torpezas

Por:
enero 25, 2016
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Tiene que ser uno soberbio majadero para no darse cuenta de que al fondo de toda la pantomima de La Habana alienta el plan de convertir a Colombia en la Patria del Socialismo del Siglo XXI. Desde los inspiradores del embuchado que nos meten, a cuya cabeza anda Enriquito Santos Calderón, todos los supuestos amigos de la paz son comunistas más o menos confesos, más o menos tramposos. Si nos citan uno que rompa la regla, aceptaremos nuestro error. Y empiecen, si quieren, por los curas que patrocinan esta idiota beatería.

No vamos a demostrar que el socialismo es una estupidez que no se cura sino después de sufrir sus fracasos, sus brutalidades, sus torpezas. La teoría en la materia parece agotada después de la obra de Von Mises. (Von Mises Ludwig, Socialismo, Análisis Económico y Sociológico, WBF, Buenos Aires, 1968).

De lo que tratamos ahora es de bien otra cosa. Mostrar los ejemplos del socialismo que arranca del Foro de Sao Paulo, y que tan amplia y estúpida audiencia ha tenido en toda Suramérica. Empecemos por el Brasil, no solo porque sea el mayor de los conejos de este laboratorio demencial, sino para hacerle los honores al dueño da casa.

Brasil ha bebido este cáliz hasta el fondo. Para probarlo, empezó con un personaje de esos, que estilo Allende, se muestran tan pulcros, tan leales a su doctrina, tan amantes de los pobres, tan auténticos socialistas. Lula da Silva fue un buen producto para la venta socialista. Y un buen ejemplo de que la receta es fatal. Y a Lula le sigue una guerrillera, asaltar bancos era su especialidad, para que no le falte nada al plato.

Los resultados saltan a la vista. Con el auge de China, Brasil vendió todo lo que producía a precios fantásticos. Y pareció ser el gran país emergente. Hoy tiene desatada la inflación, una deuda impagable, moneda devaluada y desprestigiada y una presidenta que se sostiene por sus viejos adictos. Por supuesto, ingrediente infaltable en el socialismo, corrupción a la medida que salta hasta Palacio y cubre con estiércol lo más selecto del empresariado brasileño.

Argentina no fue menos ingenua. Ni menos feliz en su gran momento. El trigo, la soja, el maíz, la carne se vendieron a precios astronómicos. Y el peronismo kirchnerista tomó en sus manos esa opulencia sin límite para hacer lo que todos los socialistas: comprar sus adeptos con la riqueza del país, repartir subsidios, dar prebendas, regalar, favorecer sus sindicatos y perseguir a los empresarios que respondían por la riqueza de la Nación.

Los resultados también son del dominio universal. Inflación campeona, deuda que no paga porque se la cobran los “buitres”, reducción dramática de la producción agropecuaria, ruina de la industria, déficit fiscal pavoroso y por ahora, fin de la novela. Los argentinos han dicho que no quieren más socialismo. Pero son tan inconstantes…

Ecuador también tuvo su época de gloria. Correa parecía un mago constructor de carreteras nunca vistas y un dispensario abierto para los pobres. Cuando se cayó el precio del petróleo, vino a saberse que Ecuador no tenía nada más. La persecución a los “oligarcas” había llenado su cometido,  las exportaciones eran viejo recuerdo y la producción del país no mostraba sus llagas porque el petróleo lo tapaba todo. Por suerte, antiguos gobiernos dolarizaron la economía y Correa no dispone de la máquina de fabricar billetes, el juego predilecto de los socialistas.

Este recuento sería mucho más extenso, si el espacio lo permitiera. Pero no puede dejar de rematar con el jefe, el mandamás el símbolo del estado, socialista, el chavismo-madurismo.

Venezuela no es una crisis.
Es una hecatombe al estilo de las tragedias de Sófocles y Esquilo

Venezuela no es una crisis. Es una hecatombe al estilo de las tragedias de Sófocles y Esquilo. En el pueblo más rico de América la gente no tiene qué comer, ni cómo sanar sus heridas en un hospital. La inflación no se compara con ninguna de la época y apenas lo logra con la de Allende y la de Perón. Toda la producción petrolera está comprometida con deudas agobiadoras. Pdvsa, en la quiebra, responde por el 97 % de los ingresos del país y sus bonos no valen un dólar. Y por supuesto, como pasa donde quiera que el socialismo se instala, corrupción dantesca. Para castigarla, el poeta de Florencia habría debido inventar otro círculo a su infierno.

Y eso es lo que nos proponen. Esa, la buena nueva que nos traen. Esa, la receta que nos sirven.

La paz es una tontería. Pero utilizando a los asesinos de las Farc y a los  idiotas de esta payasada, lo que hay es un regreso a la juventud de Enriquito en Alternativa. Para conseguir ahora, con poder, imponernos sus viejas obsesiones y lo que brota de entre la bruma de sus delirios enfermos. Y eso es una tragedia, no una simple tontería.

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