La realidad del encierro

La realidad del encierro

"El COVID-19 es una realidad y la salud no es un juego. Todos a cuidarse". Crónica

Por: Laura Valentina Niño Naranjo
mayo 07, 2021
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La realidad del encierro
Foto: Pixabay

Una realidad que nadie esperaba, una situación que se saldría de control. El gobierno colombiano y las autoridades sanitarias en alerta por un virus que se veía lejos de alcanzar nuestras fronteras, calles y hogares. El jueves 19 de marzo de 2020 festejaba mi cumpleaños en compañía de mi familia, era una celebración un poco fuera de lo común, pues rondaba entre nosotros un virus que amenazaba con afectar nuestra salud. El coronavirus llegó el 6 de marzo de 2020 y para sorpresa de muchos escépticos aún está entre nosotros. 

Ese fin de semana decretaron cuarentena general, todos estaban tranquilos e incrédulos de lo que realmente hace el virus, muchos se fueron de viaje aprovechando el puente festivo, se vivió un ambiente vacacional y de poca importancia con respecto a lo que ocurría en ese momento, lo que no sabíamos era que esto iba más allá de cuatro días en confinamiento.

Los días pasaron y las personas no entendían muy bien qué estaba pasando, seguíamos encerrados y a la primera oportunidad todos salieron a fulminar los supermercados, comprando cantidades exorbitantes de papel higiénico y otros víveres como si se tratara de un apocalipsis, desatando pánico en muchos lugares y a muchas personas que finalmente seguirían sus acciones. Esto sucedió alrededor de casi dos meses en donde todos teníamos miedo a salir,  a tener contacto con más personas, los medios de comunicación se encargaron de satanizar el coronavirus pues la vida de todos cambió, se perdieron millones de empleos, las personas de más bajos recursos pasaron tiempos de hambre, miles de enfermos y muertes a diario y nosotros frente a la pantalla alimentando el temor al ver imágenes de calles vacías, personas con tapabocas y salas de hospital abarrotadas de personas.

La cuarentena la vivimos por fases, primero la locura de los supermercados, estantes  desocupados y las personas coleccionando papel sanitario, alcohol y antibacterial, luego los pasatiempos y juegos de mesa en familia, más de diez horas durmiendo, rutinas de ejercicio, comíamos más de lo regular, pasamos más tiempo frente a las pantallas intentando sobrellevar la nueva realidad que se vio marcada por la tecnología, pues gracias al internet, sus herramientas y dispositivos móviles pudimos desarrollar tareas como nuestros estudios, teletrabajo, entretenimiento y uno de los más importantes, el emprendimiento, ya que gracias a la crisis económica que se desató muchos  comerciantes, pequeños empresarios y trabajadores independientes tuvieron que cerrar sus negocios y en el  peor de los casos, quebraron.

Fueron días de preocupación, de mucha expectativa, el noticiero solo mencionaba las muertes diarias por el virus y el único tema era el mismo, se incrementaron los casos de violencia intrafamiliar, violencia de género e inseguridad. Sin embargo, no todo fue negativo pues este tiempo ayudó a afianzar lazos familiares, a entender y reflexionar sobre nuestros hábitos, sobre el cuidado al medio ambiente y a la naturaleza teniendo en cuenta que muchos animales tuvieron la oportunidad de caminar libremente por las calles de diversas ciudades, gozar de la soledad de lugares que generalmente son muy transcurridos y hubo una reducción significativa en las emisiones contaminantes mejorando la calidad del aire.

Luego de cinco meses de estar en cuarentena, la alcaldesa decreta una apertura progresiva para empezar a recuperar la normalidad y la economía, las personas pudieron volver a los centros comerciales, parques, restaurantes, iglesias e incluso sus trabajos. Todo parecía normal, pero llegaron las aglomeraciones en el transporte público, en centros comerciales  durante la temporada decembrina, así como aumentaron la cantidad de personas que se iban de viaje y no cumplían con las medidas básicas de bioseguridad. Todo esto desató un aumento en los contagios y se dio el segundo pico de la pandemia, por lo cual volvieron los confinamientos, principalmente los fines de semana del mes de febrero.

Ha pasado un año y esta experiencia realmente nos ha cambiado la vida de una forma significativa, pues nuestra rutina cambió, nos hizo ver el mundo desde otra perspectiva, nos hizo valorar las pequeñas cosas que hacen parte de nuestro diario vivir y que parecían insignificantes, valorar la salud por encima de los recursos monetarios y sobre todo la familia, ya que en esta pandemia muchas personas perdieron seres queridos gracias al COVID-19.

La vulnerabilidad nos hizo entender que somos dependientes entre nosotros y entre sociedades, el virus demostró cuán frágiles somos ante las adversidades, la crisis socioeconómica trajo consigo situaciones de pobreza, xenofobia, racismo y un sinnúmero de  situaciones que nos hace vivir contextos difíciles en muchos ámbitos de nuestra vida.

Finalmente, es importante mencionar nuestros compromisos sociales en medio de la crisis, exigir políticas públicas que aseguren la buena y oportuna atención de salud a la comunidad en general, principalmente los menos favorecidos. Además de esto, concientizar a las personas acerca de la gravedad del virus e invitarlos a cuidarse en sus diferentes ejercicios y trabajos, esto es una realidad y la salud no es un juego. Todos a cuidarse.

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