La prudencia que hace verdaderos sabios

La prudencia que hace verdaderos sabios

¿Cómo sobrevivir a las celebraciones de este fin de año?

Por: Fabio Arévalo Rosero MD
diciembre 09, 2014
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La prudencia que hace verdaderos sabios
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Es esencial asumir con inteligencia las celebraciones de fin de año. En países como Colombia, para la mayoría de personas la Navidad no es motivo de regocijo y fiesta. Al contrario a pesar de añorar la época, las decepciones son más grandes que las satisfacciones. Hay menos paz en la Tierra, más hambre y más necesidad de reconciliación. El odio es tanto que ahoga el persistente canto de estos días: ‘Paz al de buena voluntad’. El repicar cobró amplitud: Dios no es sordo, ni ha muerto aún. El bien, no el mal, ha de triunfar. Insistimos: Paz al de buena voluntad.

El cambio climático y otros desastres naturales han inducido efectos catastróficos. Inundaciones, tempestades, terremotos y tsunamis han provocado enormes tragedias, miseria y tristezas infinitas. Pero para sectores minoritarios y con intereses particulares, la tradición debe mantenerse con todo tipo de fiestas y excesos. Para descargar su conciencia y disimular su falta de solidaridad, algunos hacen aportes exiguos con caridades que cultivan la miseria. Utilizan desaforados sus automotores, contaminando y aumentando el riesgo de tragedias. Otros promueven por ejemplo, discriminatorias y absurdas cabalgatas urbanas con jinetes ebrios que reflejan no solo maltrato animal, también sesgo social y sus propias carencias.

Hacen parte de la exigua minoría del mundo que apoyan otros espectáculos con sufrimiento animal, con el aval de gobernantes sin criterio. Malas prácticas humanas que llevan a desequilibrio medioambiental. Eventos festivos contrarios a la promoción de un planeta sostenible que contribuya a mitigar los desastrosos efectos del cambio climático. A pesar de ser una minoría, en algunas regiones del país, tal vez por la pusilanimidad de algunos dirigentes, logran imponer su voluntad. Pero en buena hora y para ejemplo nuestro, Ecuador (por presión popular) convocó a referendo para prohibir democráticamente las corridas de toros, como lo hizo Cataluña en España.

En medio de tanto afán y el derroche de frivolidad, conmemoramos un suceso en la mayoría de los casos sin ser consecuentes con su significado. ¿Quién gana realmente en estos festejos de fin de año? Estamos seguros que no serán aquellos que para deshacerse de sus culpas abusan del licor con todos los riesgos que ello conlleva. O quienes creen que pueden quemar sus amarguras y emociones reprimidas en medio de ruidosas e inflamables sustancias explosivas. O aquellos que se olvidan que su cuerpo tiene las mismas exigencias durante todo el año y acentúan su sedentarismo abusando de comidas que alteran el peso, el metabolismo y por lo tanto la buena salud.

Gana el sobrio que ha aprendido a disfrutar con creces de un comportamiento disciplinado y tranquilo, que alimenta y fortalece el espíritu. Ganan aquellos que comparten con su familia expresiones de unión y afecto. Ganan quienes en medio de tanta parafernalia hacen de la sencillez el principal motivo de alegría.

Gana el modesto trabajador informal que con exiguas ganancias logra hacer casi milagros. Gana el que en medio de la injusta miseria aun mantiene la esperanza en un mundo de equidad, con mínima justicia social.

Ganan todos aquellos que han aprendido a obrar con serenidad y sabiduría, sin caer en trampas consumistas. Aquellos que regalan comprensión, solidaridad, tolerancia y cariño, fomentando espacios para una convivencia pacífica, aportando significativamente a la paz del país.

Cuántos escollos tenemos que superar y cuántas vicisitudes hay que pasar. La Navidad debe ser el mejor espacio de reflexión para que la condición humana se manifieste en lo más alto de su dignidad, lejos de la mundanal celebración y la vana frivolidad.

Que sean los niños los protegidos y los humildes los ensalzados, porque la Gloria será de aquellos que profesan justicia y fraternidad. “Sácanos oh Niño con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño, da al mísero amparo… ven a nuestras almas, ven no tardes tanto. Ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios".

Esta historia de Navidad es una parábola que nos aterriza al mundo real, vale la pena seguirla y compartir su propósito. ‘Un mundo virtual en Navidad’

https://www.youtube.com/watch?v=m_92K8RpvSw

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