La pistola que nunca disparó: la historia del comandante Ciro Tique, negociador del Quintín Lame

La pistola que nunca disparó: la historia del comandante Ciro Tique, negociador del Quintín Lame

Era delegado en las conversaciones de paz por el Movimiento Armado Quintín Lame. Cuando firmaba la dejación de armas en la alborada por la paz ocurrió lo inesperado

Por: Antonio Palechor Arévalo
octubre 04, 2022
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La pistola que nunca disparó: la historia del comandante Ciro Tique, negociador del Quintín Lame

Un 31 de mayo de 1991 en el centro poblado del resguardo de Pueblo Nuevo, municipio de Caldono, al oriente del Cauca, frente a Jesús Antonio Bejarano, comisionado negociador del gobierno Nacional que orientaba el presidente César Gaviria, el Comandante Ciro Tique, delegado en a las conversaciones de paz por el Movimiento Armado Quintín Lame, firmaba junto al Comandante Gildardo Fernández el acuerdo para la dejación de armas en un acto que denominaron Alborada por la Paz. Fue un acto muy concurrido con presencia de unas cinco mil personas de todo el país, la mayoría de ellas indígenas, muchas de las cuales querían conocer de cerca el acuerdo pactado y hasta ver por última vez en traje de fatiga a los comuneros alzados en armas. El negociador principal era poco conocido entre los indígenas caucanos y por eso surgía la pregunta de quien era Ciro Tique que en muchas ocasiones apareció con el rostro cubierto.

¿Quién es Ciro Tique?

Ciro Tique, de baja estatura, contextura gruesa con facciones indígenas, ahora con la nieve de los años encima nació hace 62 años en Bogotá, capital de la república de Colombia a quien le dieron el nombre de Henry Caballero Fula donde se formó como Administrador de Empresas, siempre al lado de diferentes sectores sociales. Es a raíz de esta relación que se vincula con el Consejo Regional Indígena del Tolima -CRIT- para la administración de la cooperativa teniendo como su sede principal la localidad de Coyaima en el departamento del Tolima.

Allí conoció a diferentes dirigentes del movimiento indígena del orden regional y nacional, así como líderes del Movimiento Armado Quintín Lame que tenía su radio de acción en ese departamento donde se tenían dificultades similares a las que se presentaban en el Cauca donde se había originado ese grupo armado. Fue con ellos como empezaron a conversar sobre la posibilidad de una desmovilización de ese grupo y diseñaron como sería ese proceso, el dónde, el cuándo y el cómo; propuesta que se discutió con el Comando Central que encabezaba Gildardo Fernández.

En esos diálogos internos para la búsqueda de un acuerdo de paz que fuera beneficioso para las comunidades indígenas, el grupo insurgente lo designó para que los representara en las conversaciones y es cuando recibe el nombre de Ciro Tique, teniendo en cuenta que ese apellido es muy popular en el Tolima y es representativo de las luchas del pueblo indígena Pijao. Con ese mandato llegaría a las montañas de la zona de Tierradentro en el oriente del Cauca donde se reuniría no solo con la comandancia sino con los combatientes para avanzar en las propuestas que llevarían al gobierno nacional. Fue allá en la zona montañosa de Coscuro en el Municipio de Inzá dónde a través de una rueda de prensa con comunicadores de la capital Cauca se anunció el inicio del proceso de paz y en consecuencia se hicieron los contactos con un grupo de la sociedad civil denominado Caucanos por la Paz que iniciaron los acercamientos para dar paso a la respectiva negociación.

Después de esta etapa vendría la concentración en el Resguardo de Pueblo Nuevo con todos los mecanismos de seguridad tanto para los combatientes como para los negociadores y hasta la población civil de esta parcialidad que permitió ser el escenario de estas conversaciones. Ciro llevaba un vestido verde oliva. portaba en el cinto una pistola que el grupo le había entregado hasta tanto se firmara el acuerdo que tendría como uno de sus puntos la entrega de las armas para fundirlas y elaborar con ellas un monumento. Allí recibiría a los delegados del gobierno nacional con quienes iniciarían los diálogos que darían como resultado un acuerdo de paz y por lo tanto las actividades de Ciro se repartían entre el campamento central y el sitio de reuniones y hasta participaba en actos culturales y deportivos con los habitantes del caserío o las delegaciones de diferentes sectores sociales que continuamente llegaban para conocer de cerca los avances de esas conversaciones.

Aunque conciliador, era recio a la hora de fijar las posiciones ante los negociadores gubernamentales y fue clave para que esos diálogos se mantuvieran cuando el comando central determinara retornar a las montañas ante el ofrecimiento de irrisorios recursos para los planes de desarrollo de las comunidades indígenas. Ese día el asunto se puso “color de hormiga” cuando el comisionado del gobierno anunció recursos por 200 millones de pesos a lo que el comandante Gildardo le respondió que esos 200 valía un secuestro y que si esa era la propuesta retornaban a la vida armada.

Con esa firma plasmada en el acuerdo que dio como resultado la desmovilización de 157 combatientes y la entrega de armas que fueron fundidas en Siderúrgica de Occidente en Cali con lo cual concluyó ese paso por el camino de la negociación y los acuerdos de paz. Aunque siempre se le vio con la pistola en el cinto, con un escolta que estaba siempre a su lado, lo cierto es que El comandante Ciro Tique o mejor Henry Caballero Fula nunca hizo uso de las armas ni formó parte del grupo de combatientes porque su vocación siempre fue de conciliación, de paz y de negociación como lo mostró en ese proceso.

Pero esa sería una de las etapas de las que salió victorioso porque después tendría serias dificultades justamente con los dos escoltas de la Sijin de la Policía Nacional asignados por el gobierno nacional para su protección luego que cometieran un delito en zona rural del municipio de la Sierra, al sur del Cauca el 17 de mayo de 1993. En ese hecho en que dos personas fueron asesinadas en un asunto de narcotráfico fueron vinculados por la Fiscalía General de la Nación los dos escoltas y también a Henry Caballero tomando como base un retrato hablado hecho por los denunciantes. Esta situación en la que después se comprobaría que Caballero nada tuvo que ver lo motivó a huir de la cárcel San Isidro de Popayán en medio de una fuga múltiple.

Fueron tiempos difíciles por cuanto le tocó vivir en diferentes sitios del país con su esposa y sus dos pequeñas hijas. Desde ciudades hasta apartadas veredas de la geografía caucana donde pese a los problemas en que se encontraba seguía luchando por las comunidades que lo habían designado para la búsqueda de la paz. En esos momentos pudo conocer la solidaridad de los comuneros indígenas que siempre estuvieron prestos a apoyarlo, a protegerlo y en general a hacer más llevadera su vida de fugitivo. Luego de ires y venires logró demostrar su inocencia de los delitos que se le imputaban y de verdad pudo retornar a la tranquilidad que había soñado.

Vendrían nuevos tiempos con su vinculación a la Fundación Sol y Tierra que se creara para la puesta en marcha de los proyectos negociados con el gobierno nacional, la creación del movimiento político Alianza Social Indígena y luego como conocedor del tema en la formulación de proyectos en el Consejo Regional Indígena del Cauca. En este espacio continuó fortaleciendo su relación con las comunidades y diferentes organizaciones sociales que a finales de la década de los noventa en el siglo anterior propusieron su nombre como precandidato a la gobernación del Cauca y en convención del movimiento en Minga por el Cauca fue designado como el candidato el Taita Flor Alberto Tunubalá Paja. Fiel a sus principios políticos acompañó de cerca esta campaña razón por la cual fue designado como secretario de gobierno departamental desde donde volvió con el tema social por medio del programa de tulpas que se desarrollaron en distintas regiones del departamento. No logró la gobernación del Cauca por voto popular, pero si ocupó ese cargo en forma esporádica ante el encargo del titular destacándose por su transparencia en el manejo de los asuntos a él entregados.

El excomandante, el administrador, el amigo, es de poco hablar y cuando lo hace es muy preciso como midiendo las palabras y las reacciones. Disfruta de la paz que da la naturaleza, aunque es poco el tiempo que le queda para estar en su parcela en Wegia Kiwe donde viven varios de sus compañeros del Quintín. Pero ese silencio es mas diciente que todos los discursos pronunciados sobre el tema de la guerra y la paz.

Hoy, treinta años después se mantiene en una de las oficinas del consejo regional indígena del Cauca en la casa grande en el oficio de siempre, elaborar proyectos, acompañar la comisión mixta del decreto 1811 y seguir en su brega permanente por la vida de las comunidades. Ahora la negociación la mantiene con el designio de los espíritus mayores que le han puesto a prueba su resistencia con una enfermedad que ha obligado a sus familiares a recluirlo en varios centros asistenciales en busca de su recuperación. Esta pelea no ha sido fácil, concertar para que la salud le vuelva a plenitud, de negociar con la ciencia y la sabiduría ancestral pero mantiene la resistencia y desde el sitio en el que se encuentra piensa en que le quedan muchos años de seguir trabajando por los más necesitados.

Desde las diferentes oficinas del CRIC, desde los pasillos, desde los encuentros, las reuniones, las mingas y las diferentes actividades se mantiene la pregunta: como sigue Henry, lo extrañamos hoy, esperamos volverlo a ver muy pronto con nosotros. Henry, aquí estamos esperándolo para seguirle apostando a la vida, a los derechos y a la paz.

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