La infamia de ignorar las objeciones presidenciales a la JEP

La infamia de ignorar las objeciones presidenciales a la JEP

"Una paz incompleta no solo las afecta a las víctimas, sino que puede transmitir las desventajas a las futuras generaciones"

Por: Martin Eduardo Botero
abril 29, 2019
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La infamia de ignorar las objeciones presidenciales a la JEP
Foto: Las2orillas

Señores lectores, este debate se produce en una fase crítica de la transición política de Colombia. Conviene una vez más dejar totalmente claras las objeciones y reclamaciones del propio presidente que seguimos abrigando. Nos enfrentamos a la decisión fundamental de si las objeciones planteadas por el gobierno —con las que acordamos en lo que se refiere a la protección de los derechos humanos y la justicia internacional— son la forma correcta de proceder. Los decisores políticos harían bien en no ignorar las posibles consecuencias negativas, lo que los ciudadanos realmente desean: "vivirían en la infamia. Estos cambios son muy importantes y sería inaceptable negar o subestimar las mejoras que se han llevado a cabo respecto a los principios fundamentales para garantizar la protección de los ciudadanos en los supuestos acordados que, al ignorar el carácter histórico de esos terribles sucesos, aumentarían el riesgo de que se repitan.

Confío en que también estamos de acuerdo en que el Estado que carece de justicia, de autoridad y de humanidad no puede sobrevivir. Todo el sistema no puede sobrevivir sin la dignidad humana, la inviolabilidad de la ley y la confianza de los ciudadanos son ejemplos de grandes innovaciones que han marcado nuestra historia. De allí que no resulte concebible que se alegue el cumplimiento de estos acuerdos de paz como justificativo para negar, derogar, ignorar u otorgarles condiciones menos favorables a los derechos establecidos en virtud de tratados y en las objeciones presidenciales sería poco lúcido. Si esta debe ser la base para negar un derecho que es norma en otros lugares, hay que facilitar pruebas sustantivas de un desempeño deficiente.

En las cuestiones del voto a las objeciones presidenciales, señores de centro izquierda, no debe caber demagogia alguna, sin ningún populismo, blandenguería u oportunismo: no convertir los principales violadores masivos de todos los derechos humanos, quienes no reconocen el estado de derecho en superhéroes. Hay que actuar con absoluta honestidad ¡no confundan la democracia con la demagogia! Sería arriesgado ignorar estas objeciones simplemente porque parecen ser erróneas. Podría ser un día que pasará a la historia como un día de infamia. Les recuerdo que una falta de ética va más allá de la mentira, la hipocresía y el encubrimiento, incluye el incumplimiento de obligaciones hacia el país, la sociedad y la familia, las cuales no podemos ignorar. Eso incluye, asimismo la doble moral en materia de corrupción (doble militancia e inhabilidad) o una gran dosis de manipulación política y la mentira en cuestiones relacionadas con los derechos humanos y los procesos de paz. Este amplio espectro también comprende el exceso de simplismo y la estrechez de un espíritu provinciano en las propias filas y en las propias ideas.

Señorías, en un país democrático, pido que respetemos la libertad de conciencia a la hora de votar y, de hecho, votar a favor de los derechos humanos, la justicia y el principio de legalidad.

Consideramos que negar o ignorar las objeciones presidenciales es romper el diálogo con la sociedad civil y ser hostil a los intereses del pueblo. “Respetar un derecho significa que ningún gobierno o congreso puede violar" directamente los derechos humanos en leyes, políticas, programas o prácticas”. Negar o ignorar las objeciones es adoptar una actitud irresponsable con las generaciones futuras —esto tendría efectos graves e incalculables— y traicionar a las generaciones que vuelven la vista hacia nosotros en busca de apoyo y a las que no debemos defraudar. Sí, aunque parezca imposible, se le negara dicha objeción, ello significaría dar paso a la arbitrariedad y violar el espíritu de la Declaración Universal de Derechos Humanos, incluido el derecho internacional y hacer caso omiso de las normas internacionales.

Ello supondrá, además, un golpe de Estado contra el resultado electoral que puede traducirse en el aislamiento de la población y es, sobre todo, no constatar el valor y la firmeza de quienes ejercieron sus derechos democráticos y participaron en la votación; los resultados del plebiscito demuestran que todavía hay que superar diferencias sustanciales. Además de ello, supondría quebrantar los valores universales y maltratar a los grupos más vulnerables. Ello no sólo sería inviable, sino que además supondría degradar la constitución, la justicia y la memoria de las víctimas, así como el dolor de los familiares de estas víctimas. Esto sería algo único en el globo terráqueo y supondría además una estafa para la intención generosa que está detrás de la objeción y una discriminación de los ciudadanos que, de versen defraudados, se volvería contra el cinismo y la hipocresía de aquellos congresistas que la apoyaron: "¿les importará realmente?

Sin duda alguna ignorar o negar las objeciones presidenciales es no darle prioridad al bienestar general de la sociedad; una indiferencia cínica o hasta criminal, frente a las víctimas de las violaciones de los derechos humanos. Es una actitud de indiferencia hacia las cuestiones relativas a los derechos humanos internacionales y hacia los derechos de los niños (totalmente contraria al espíritu de la Convención sobre los Derechos del Niño) o a los asuntos de otros (por inicuos que sean) debe ser inaceptable porque una amenaza como la impunidad no puede sobrevivir en una sociedad sin el apoyo de quienes la constituyen. Ello evidenciaría una actitud extraordinariamente arrogante hacia los derechos individuales y una indiferencia flagrante hacia los derechos fundamentales de los demás. Pero por otra parte, ignorar o negar las objeciones presidenciales despertaría y provocaría una mayor frustración entre los ciudadanos que han ofrecido su apoyo, a causa de la falta de transparencia a acatar las normas democráticas y aumenta el riesgo de desviación, ya que enviaríamos un mensaje completamente equivocado al agresor, que continuaría con sus agresiones y sus crímenes y, en última instancia, sería perjudicial a los jóvenes porque los alentaría a cometer nuevas violaciones, sino que además enviará un mensaje equivocado a los terroristas de todo el mundo.

Además, provocarían la indignación y la rebeldía de la comunidad internacional, incluyendo la indignación en las familias de las víctimas y de la ciudadanía por la falta de voluntad de encontrar una solución, por las que aún hoy reclamamos justicia. Creo que esto también supone la pérdida de una oportunidad importante para que los colombianos forjen un consenso más amplio acerca del futuro de su país, contribuyendo a la creación de un sistema político integrador y el valor añadido de los controles. Negar las objeciones presidenciales es el desprecio de las innumerables víctimas abandonadas a una indignación cada vez más selectiva e intensifican el sentido de impotencia e indignación. Esto provocaría la indignación de muchos legisladores, la sociedad y del gobierno estadounidense.

Asimismo, creemos que ignorar o negar las objeciones presidenciales es traicionar a la patria, las propias raíces y los valores de siempre, después de todo, todo miembro del congreso deberá responder de sus actos ante sus ciudadanos. Una paz incompleta no solo las afecta a las víctimas, sino que puede transmitir las desventajas a las futuras generaciones. Los grupos de la izquierda, o del centro izquierda deben aceptar sus obligaciones hacia el sistema y hacia las comunidades entre las que viven. Amén.

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