La historia de un verdadero santo colombiano

La historia de un verdadero santo colombiano

Rodrigo Germán Bernal González, un botánico paisa que trabaja por la locomotora de la diversidad

Por: Fabio Andrés Olarte Artunduaga
noviembre 03, 2015
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La historia de un verdadero santo colombiano
Foto: Luis Ángel

De un país como Colombia, que vive con la camándula en la mano, no se puede esperar mucho, en términos científicos. Porque allá, en la nación de la Madre Laura y Álvaro Uribe Vélez, se vanagloria a los farsantes y no a los poseedores de la verdad. Aunque, como en casi todas las certezas que existen en el mundo, hay excepciones. Y por eso, seguramente, cuando corría el año de 1959 nació en Medellín un niño al que llamarían: Rodrigo Germán Bernal González. Él, un tipo que no es millonario y que tal vez al caminar por las calles de Bogotá no es acosado por una jauría de fotógrafos, es el personaje del que les voy a hablar. Pero, ¿Por qué? ¡Porque es un verdadero santo colombiano! ¡No tengan duda de eso, paisanos!

En 1983 al joven Rodrigo Germán la Universidad Nacional de Colombia –sede Medellín- le otorgó el título de Ingeniero Agrónomo. 13 años más tarde Bernal se recibió como doctor en Ciencias del Instituto de Biología de la Universidad de Aarhus, Dinamarca. Durante más de 23 años fue profesor en la Universidad Nacional de Colombia –sede Bogotá- y, actualmente, sigue trabajando en pro de la investigación científica en Colombia, ejerciendo el rol de Profesor Especial en el Instituto de Ciencias Naturales (ICN). Luego desenmascaró, con elegancia y de manera directa, a uno de los más grandes trúhanes de la historia académica de nuestro país, el señor Raúl Cuero. Algunos miembros de la comunidad científica internacional dicen que él es tan importante para la botánica como el sabio José Celestino Mutis. El doctor Bernal bautizó con el nombre de su hija –Sabina- a un género de palma que él mismo descubrió en el Darién chocoano. La “Dichapetalum bernalii”, un pequeño bejuco que crece en el Bosque Municipal de Mariquita -Tolima-, recibió su nombre como un homenaje al apellido del antioqueño. En fin: Rodrigo Germán Bernal González, indudablemente, más que un santo es un héroe.

Sin embargo, la obra cumbre del botánico paisa es la que, desde el 17 de abril de este año, se puede encontrar en la red y se conoce con el nombre de: El catálogo de plantas y líquenes de Colombia. Un trabajo que, indudablemente, le apartó un lugar a Bernal en el olimpo de la ciencia y el pensamiento colombiano. La investigación del doctor Bernal, según sus propias palabras es, “la más completa y exhaustiva lista jamás documentada de las plantas y los líquenes que crecen en el país. Esta obra es el resultado del meticuloso trabajo de investigación de 180 especialistas botánicos de 20 países a lo largo de 13 años. La investigación de estos científicos, a su vez, estuvo basada en los especímenes y datos sobre nuestra flora obtenidos por varias generaciones de botánicos colombianos y extranjeros a lo largo y ancho del país”. Algo en lo que estoy completamente de acuerdo con Bernal González, pues no es algo diferente a lo que él describe. Por eso, y como lo dice el propio Rodrigo Germán en la introducción de su magna labor, “El Catálogo documenta la presencia en Colombia de 22.840 angiospermas, 45 gimnospermas y 1643 helechos y afines, para un total de 24.528 especies de plantas vasculares; de estas, 769 especies son cultivadas, lo que deja 23.759 especies de plantas vasculares nativas o naturalizadas. Se documentan además 13 antocerotas, 932 musgos, 704 hepáticas y 1674 líquenes, para un total de 27.860 especies. De las 769 especies cultivadas hay al menos 15 que ya se han naturalizado en el país, por lo que ahora hacen parte de la flora silvestre de Colombia. La cifra total de especies del Catálogo incluye 496 especies que no han sido halladas todavía en Colombia, pero cuya presencia en el país es esperada, pues han sido recolectadas en áreas fronterizas vecinas, la mayoría de ellas a menos de 10 km de la frontera. En muchos casos, como sucede con numerosas plantas de Carchi (Ecuador) o de Amazonas (Venezuela), la especie ha sido recolectada en el país vecino, justo al otro lado del río que marca la frontera”.

Pero el trabajo del doctor Bernal no tuvo el viento a su favor siempre. De hecho, al empezar, fue necesario que el botánico aceptara el NO de la Comunidad Europea que, en medio de un acto digno de un político, no quiso financiar su investigación. Aunque, más adelante, la Fundación Volkswagen le ayudó con 60 mil dólares, el trabajo se hizo prácticamente con las uñas. La colaboración de una de sus exalumnas –Marcela Celis- y de su colega holandés, Robbert Grandstein, merece una mención especial, pues sin ellos el sueño del botánico José Jerónimo Triana, quien en 1857 viajó a París con la misión de compilar en una sola obra, “La Flora de la Nueva Granada”, todas las especies vegetales de este territorio no se habría podido cumplir ahora. Hay que aclarar, también, que más de 20 instituciones colaboraron para hacer posible esta empresa científica, entre ellas la Universidad Nacional de Colombia, el Instituto de Investigaciones Biológicas Alexander von Humboldt y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.

El doctor Rodrigo Bernal, más allá de que evidentemente lo que él diga no va a ser escuchado por la clase dirigente colombiana, asegura que “el país ha estado de espaldas a lo verde, no se ha dado cuenta de que tiene una locomotora, la de la biodiversidad. La locomotora minera es más evidente, porque el oro se ve y se ven las multinacionales. La locomotora de la biodiversidad es a más largo plazo, pero más duradera y se le puede sacar más provecho. Es inagotable si se sabe manejar. El oro se acaba”. ¡Cuánta verdad en las palabras del doctor Bernal! ¡Cuánta soberbia, clientelismo y pobreza mental en nuestros políticos que no lo quieren escuchar! ¡Cuánta miseria la que nos espera a los colombianos! ¡Cuánta admiración siento por el doctor Bernal!

 

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