La herencia sangrienta de la policía de Haití

La herencia sangrienta de la policía de Haití

Con la guardia presidencial implicada en el magnicidio de Jovenel Moïse, se recuerda a los Tonton Macoute, la feroz policía del despiadado Papa Doc Duvallier

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julio 15, 2021
La herencia sangrienta de la policía de Haití

En Haití desde siempre asustaban a los niños con que, si se iban a la cama sin comer, vendrían los Hombres del Saco a llevárselos. Eran el Coco y en creolé se llaman los Tonton Macoutes. Ese fue el nombre que escogió el temible Francios “Papa Doc” Duvalier, para bautizar a su policía secreta, los hombres fieles al régimen y los que aseguraron que su despiadada dictadura tuviera pies de plomo en las tres décadas que duró.

Los Tonton Macoutes fueron creados en 1959, dos años después de haber ganado las elecciones apoyado en buena parte por el ejército. Al principio estaría en un periodo de seis años pero decidió dominar con puño de hierro el país. Para ser una especie de emperador su fuerza policial fue fundamental.

Hacían lo que querían y, a punta de propaganda oficial, los jóvenes aspiraban a ser parte de esa fuerza especial conocida con el nombre técnico de Milice de Voluntaires de la Sécurité Nationale o Milicia de Voluntarios para la Seguridad Nacional . Por eso se les veía pasear por las calles de Puerto Principe con su arsenal y gafas oscuras, prepotentes y salvajes como hienas. El comandante en jefe de los Tonton Macoutes era Luckner Cambronne, conocido y temido en toda la isla por sus dotes de magia negra. Su principal negocio no podía ser más escabroso: suministrar cadáveres y sangre a hospitales norteamericanos. Es que a los enemigos del régimen, después de torturarlos, despellejarlos y matarlos, los desaparecía. El lugar a donde iban a parar esos cadáveres era a salas de vivisección de distinguidas facultades de medicinas norteamericanas. A Cambronne lo conocían como el “Vampiro del Caribe”. Los problemas que tuvo con los Duvalier lo obligaron a irse a Miami. Aún así, exiliado y calumniado por el régimen, nunca dejó de alabar a Papa Doc y sus atrocidades.

Eran unos maestros a la hora de mostrarse temidos por la población. Es que, además de sus rifles, de sus cuchillos largos, de sus machetes afilados, relucientes, oficiaban como jefes vudús, sacerdotes de magia negra capaces de mandar a distancia terribles maldiciones contra todo aquel que osara desafiar al régimen. Y cuando la maldición, el mal de ojo, o los muñecos de trapo llenos de alfileres no eran suficientes, usaban la fuerza física.

Matar, había una obsesión por matar. Los cuerpos de los periodistas que se atrevían a desafiar al régimen aparecieran destrozados en descampados. Así atacaron a los pocos periódicos que intentaban ser independientes: el Foi Social, Le patriote, Mopisme Integral, Haití Miroir o Independence, recibieron los ataques en manada de la policía del régimen y así violaban, quemaban y mataban a salas de redacción entera. En 1965 ya no quedaba un solo periódico que no se arrodillara ante una foto de Duvallier. El testimonio de la directora de la revista La Escala, Hakim Rimpel, después de haber sido violada en su propia sala de redacción por los hombres de Cambronne, aterrorizó a todo el mundo menos a los Estados Unidos que respaldaban el régimen.

La idea era quebrar cualquier tipo de oposición. Por eso, a los que contradecían a Papá Doc se les apedreaba, quemaba y se dejaba sus cadáveres en las plazas centrales de las ciudades colgados al sol para que todos vieran como se podrían. Los que sobrevivían eran llevados a la prisión de Fort Dimanche considerada el Auschwitz del Caribe, en donde encerraban a los enemigos del régimen en celdas de 4x3 metiendo en ese espacio minúsculo hasta a 40 disidentes. Cuando, en 1976, el gobierno de Jimmy Carter obligó a los Duvallier a liberar a los presos de ese lugar, sólo quedaban 106 sobrevivientes de los casi 50 mil que estaban presos. Decían que nunca antes en el Caribe se vio una fosa común tan grande como la que estaba en el patio central de esa prisión.

Después de 30 años de dictadura se estima que los Tonton Macoutes pudieron matar a más de 100 mil personas. Ni siquiera la huida de Papa Doc a Francia en 1986, después de ser derrocado, evitaron que siguieran las masacres de una policía salvaje, cuyo legado aún se siente en Haití y que, ahora, en plena segunda década del siglo XXI, podría tener algo que ver en el salvaje asesinato del presidente Moses.

 

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