La herencia del capitalismo

La herencia del capitalismo

Por: David Bustamante Segovia (@Ernesto7Segovia)
abril 28, 2015
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La herencia del capitalismo

“Cuando hayas cortado el último árbol,
contaminado el último río y pescado el último pez,
te darás cuenta de que el dinero no se puede comer”.
–Chief Seattle (1786-1866),
líder de las tribus amerindias suquamish y duwamish.

Ni Estado Unidos, ni Japón, ni China, ni Canadá –y recientemente se sumó Rusia– quieren hacerle caso a las recomendaciones de las 500 páginas de Kioto (Protocolo de Kioto sobre el cambio climático). Comenzó EE.UU. con Japón y el resto de los mencionados se siguió sumando para no perder en la carrera capitalista.

Nadie es culpable por lo que piensa, pero racionalmente se infiere: “Que se friegue el mundo”, podríamos decir que piensan. En una reunión que tomó lugar en Copenhague en noviembre de 2012, gracias a estos países las recomendaciones fueron de un 15%. Para entonces hacía seis años (2006) les habían dado un plazo para hacer ajustes dentro de los próximos cuatro (2010) con relación a los modos de producción (desarrollo sostenible) y así impedir la escasez de agua potable en el futuro. Ya han pasado nueve y todo se quedó en dicho 15%, pues los países que más contaminan son los de la lista (en especial EE.UU. que genera más de un 50% de la contaminación global).

Si hacemos uno de los quizzes de conciencia ambiental en la página de National Geographic(http://environment.nationalgeographic.com/environment/freshwater/freshwater-quiz-climate-change/) nos enteramos que: “En tan solo quince años (2030), 1.8 billón de personas vivirán donde el agua escasea. Actualmente, cerca de 900 millones de personas no tienen acceso a agua potable y con 83 millones de personas más cada año, la demanda del agua seguirá aumentando”, escaseando cada vez más. Las emisiones de dióxido de carbono no solo contribuyen al calentamiento global: también acidifican el mar (disminución del pH del agua) destruyendo con ello el ecosistema marino. Luego, la vida en la tierra depende de la vida en el agua, por lo que sin la vida marina no hay mar y sin mar tampoco la vida.

El capitalismo, como régimen económico basado únicamente en la producción de capital, solo le preocupa éste y poco o nada la supervivencia del hombre, ni siquiera el futuro mediato, solamente el inmediato: la riqueza. Lo cierto es que arrolla frenéticamente la vida en la Tierra que está desde muchísimo antes que el hombre y su codicia y es precisamente su vida la que hace posible el nacimiento de su enemigo: el neoliberalismo económico como máxima expresión de un capitalismo que se ufana de ser dueño de la Tierra.

No descubrimos el océano, ya se posaba sobre un enorme hueco en la superficie del planeta. Pero las bases de cómo éste debe mantenerse para que la humanidad siga disfrutando de su estadía deben ser aclaradas, dadas a conocer y defendidas. El hombre no es una isla como su ego quiere a veces hacerle ver: es parte del todo de la humanidad y debe dar incesantes pruebas de su pertenencia y, si dichas pruebas son para el beneficio de su especie y del mundo en general, debe esgrimirlas dejando fuera su afán individualista, egocéntrico y materialista.

No podemos seguir ignorando la nobleza de algo enorme y majestuoso que le da vida y comodidades incluso a sus detractores, a sus criminales. Nobleza versus maldad nacida de la ignorancia, alimentada de una competición inútil, pues el planeta, mejor o peor, ha estado antes de nosotros y así seguirá pese a que el hombre, según el avance de la barbarie pueda asistir a su estado comatoso. Primero desaparecerá el hombre para luego, si acaso, la totalidad de la vida en el planeta, pero nunca jamás la esperanza de que la misma vuelva a brotar, porque tal parece ser el signo vital de la vida: su obsesivo empeño en ser testigo de todo.

Colofón: 6,000 personas de la comunidad negra del río Anchicayá cumplen hoy 14 años de lucha tras el desastre ambiental que sufrieran por parte de la Empresa de Energía del Pacífico (EPSA) y la Corporación Autónoma del Valle (CVC), cuando en junio de 2001 descargaran sin escrúpulos 500.000 metros cúbicos de sedimentos en el río del que vivían. Por fortuna, en abril de este año la Corte Constitucional emitió un comunicado de prensa dando lugar al amparo de las seis mil personas damnificadas al ratificar la sentencia que en 2009 ordenó a la empresa pagar una multimillonaria indemnización: 160.000 millones de pesos que, aun, jamás les devolverá la calidad de vida que a manos de EPSA desapareció en un santiamén. Hay cosas que, sencillamente, no tienen precio que valga.

@Ernesto7Segovia

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