La experiencia turística que cambió mi vida

La experiencia turística que cambió mi vida

Carlos David fue invitado a evaluar un recorrido desarrollado por aprendices del Sena. La actividad superó con creces sus expectativas y hasta renovó su forma de ver las cosas

Por: Carlos David Martínez Ramírez
noviembre 07, 2019
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La experiencia turística que cambió mi vida
Foto: Pixabay

En el mes de octubre, como parte de mi trabajo, me invitaron a evaluar un recorrido turístico desarrollado por aprendices de la carrera denominada Tecnólogo en Guianza Turística, del Centro Nacional de Hotelería Turismo y Alimentos, un centro de formación del Sena ubicado en Bogotá D.C.

Por varias razones quedé gratamente sorprendido, empezando por los aspectos técnicos del proceso. El recorrido contaba con la asistencia de un paramédico, adicionalmente al bus que transportaba a los turistas; el equipo de guías en formación contaba con un carro auxiliar en el que transportaban una camilla especial para rescate helicoportado, equipos de protección personal y elementos de primeros auxilios, cumpliendo con el estándar para desarrollar actividades de rápel y de turismo de naturaleza. Asimismo, contaban con toda la documentación que debían gestionar, garantizaron los seguros más convenientes, usaron indumentaria apropiada, empleando símbolos y estrategias de apropiación institucional, es decir, cumplieron con todos los requisitos y los estándares técnicos solicitados.

Este grupo de aprendices (Daniel Roa, Mario Peña y Jeisson León fueron motivados en su proceso formativo para desarrollar una actividad turística innovadora. Aprovechando sus habilidades en turismo de naturaleza y de aventura, desarrollaron una experiencia que combinó rápel, espeleología, experiencias en montaña e interacción con arte rupestre. Adicionalmente, incorporaron un componente de inclusión muy interesante.

Resumidamente, el recorrido empezó desde Bogotá. Nos vendaron los ojos a todos los participantes y nos llevaron a una zona rural en Sibaté. Manteniendo los ojos vendados hicimos calistenia, rápel, espeleología y recorrido por montañas; una experiencia única para despertar todos los sentidos, explorar la riqueza de la naturaleza desde varias perspectivas y valorar la diversidad natural y humana. Luego hicimos una pausa en un cañón en el cual nos quitamos las vendas teniendo al frente un paisaje espectacular y a nuestras espaldas una roca gigante con arte rupestre. Se dio la opción de continuar con las vendas puestas y dos personas escogieron hacerlo. Seguimos recorriendo montañas y cuevas, ya con los ojos descubiertos la mayoría, con un nivel de dificultad intermedio. Al finalizar el recorrido se desarrolló una actividad de cierre en la que nos enteramos de las dos personas con los ojos vendados (Martha Torres y Jorge Urazán) tenían una condición de discapacidad visual.

Esta experiencia fue tan emocionante y tan intensa que me hizo reflexionar sobre las características de una experiencia turística con alto impacto psicosocial. Seguidamente presento algunas reflexiones derivadas de este caso.

- Emociones al límite. La experiencia fue altamente emotiva, no sólo por el llanto de la mayoría de los participantes al finalizar sino por la intensidad de la experiencia, desde el inicio con el reto de hacer rápel con los ojos vendados hasta el cierre con la reflexión profunda de las personas participantes con condición de discapacidad visual.

- Motivación dirigida. Esta experiencia fue perfecta en cuanto al balance motivacional, se ratifica la teoría que plantea que tareas poco retadoras no generan una motivación adecuada, las actividades fueron lo suficientemente intensas para motivar el compromiso y no llegaron a un extremo que generara ansiedad ni estrés en niveles insoportables.

- La magia de lo indescifrable. La experiencia tiene un componente esencial de turismo de aventura y de naturaleza, y al mismo tiempo tiene un componente de inclusión tan potente que resulta difícil definir lo esencial, pero la denominación se vuelve irrelevante ante el impacto de la experiencia global; en términos filosóficos: la experiencia ética fue tan intensa que la cuestión metafísica se vuelve irrelevante.

- Inclusión para todos(as). Uno de los participantes con una condición de discapacidad visual, Jorge Urazán, dijo algo al cierre de la actividad que resultó impactante: “existen barreras arquitectónicas y de otros tipos, pero cuando se supera las barreras actitudinales la discapacidad se vuelve una mentira”, una forma muy sentida de plantear que no existe condiciones de discapacidad sino limitaciones actitudinales. Esta experiencia permitió a los participantes con condición de discapacidad demostrarse a sí mismos que son capaces de todo y a los demás participantes nos llevó a reflexionar sobre nuestras propias capacidades, nuestras motivaciones, nuestro potencial, nuestras rutinas, entre otros aspectos que hoy aún me cuestionan.

- La experiencia sensorial. Esta experiencia me permitió experimentar por primera vez en mi vida el desarrollo de habilidades para la estereognosia, una experiencia sensorial muy cercana a la cinestesia. Una sensación tan potente como visualizar un paisaje espectacular, incluso más intensa por el nivel de autoconocimiento que implicó.

- Una experiencia memorable. El impacto de una experiencia puede medirse por el tiempo que perdura en la memoria y las emociones vinculadas, esta experiencia fue tan intensa que estoy seguro de que la recordaré para toda mi vida.

Aprovecho para felicitar a mis colegas instructores(as) en el Sena en el Centro Nacional de Hotelería Turismo y Alimentos, por su dedicación y su trabajo. Claramente también felicito al equipo de aprendices. Puedo decir con orgullo y sin temor que los docentes deben alegrarse cuando se ven superados por sus estudiantes.

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