La emoción de la paz
Opinión

La emoción de la paz

Ese fervor por la paz, por el fin del conflicto armado y por el principio del fin del social y político, hay que contagiarlo a todos

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junio 16, 2016
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Por estos días, de finales de mayo y primeros de junio, anduve por La Habana.

Fui por esos pagos, siguiéndole el rastro a la Paz. A la paz de Colombia. Y, si se me permite la digresión, a ese lado de la paz que no se ve: el lado emocional.

Más a las ansiedades, sentimientos, emociones, dudas, incertidumbres y palpitaciones de los actores de la negociación, que a las formalidades, protocolos y derivados, propios de la Mesa de Negociación que la busca, discute, debate, propone, avanza, se resiste, cede.

Y todo, según sea el punto que se discute en vías de acordar el recorrido que dé con ella.

Y, más allá del cese del fuego y el fragor de las armas que nos lleva contrariándola por más de cincuenta años, a la superación de conflictos de otra índole.

De disparidades e inequidades en las relaciones que se generan al interior de la sociedad colombiana, cuyas dinámicas corren en paralelas, atraviesan en todas las direcciones, las causas de aquel; su origen y matices.

Apenas si alcanza uno a dimensionar, y es mi caso particular, el paso descomunal que dio Gobierno y Farc-Ep, para encontrarse en un mismo punto, hablar, reconocerse y respetarse en las diferencias.

Y, es lo emocionante, consensuar sobre los presupuestos de esas sus abismales diferencias; un improbable que, día tras día, se atrincheraba en el discurso guerrerista y las narrativas mediáticas del Estado de Opinión, a cuya merced los vientos de guerra soplaban incesantes.

Poner las cartas sobre la mesa de los, hasta ese día providencial, insalvables abismos ideológicos, políticos, de medios y acciones, viene a ser imponderable deber ser de una voluntad de convivencia y reconciliación.

De esforzada responsabilidad histórica con una nación atrapada entre las redes del subdesarrollo, por causa de un conflicto nada probable de dirimirse por vía de las armas entre los bandos que contienden con ellas y, mucho menos, de someter por ese medio uno a otro.

Eso, es emocionante. Y en grado superlativo lo es, porque entraña el fin de esa guerra que concluye horra de sentido; desgarradora en violencias y despojos.

Una guerra que nos fue convirtiendo en enemigos comunes, matando a todos los colombianos; incinerándonos en la hoguera del odio, ahogándonos en el delirio de la venganza y el revanchismo irracional.

Que hoy, que en esta alba de La Habana, estemos transitando con paso firme y seguro, con clara e iluminante visión de paz, de reconciliación y apaciguamiento, el fin de la guerra en Colombia, del apagamiento de la pira en la que hemos ardido por más de medio siglo, en verdad es emocionante hasta el  júbilo.

Y ese fervor por la paz, por el fin del conflicto armado y por el principio del fin del social y político, hay que contagiarlo a todos los colombianos.

A los escépticos e incrédulos, a los de arriba y los de abajo; a los que convocan “resistencias” porque subsisten o han subsistido de la guerra; a los que sueñan una nación pujante, rica, inclusiva y creciendo con el trabajo de todos; a los que creen en una institucionalidad abierta al pluralismo y a la diversidad ideológica y política en el ámbito de una democracia participativa, deliberativa e incluyente.

A nosotros, hombres y mujeres, jóvenes, campesinos y citadinos; a los intelectuales, a los poetas, a los académicos, a los universitarios; a la iglesia y a los gremios, a los sindicatos, a los patrones y a los obreros; a los ganaderos, a los agricultores, a los industriales.

A nosotros colombianos todos, nos incumbe el fin de la guerra, el apagamiento de los fusiles, la crueldad de las violencias que nos impone a todos.

Llegó el tiempo de la paz de Colombia.
Hay que salir a su encuentro; a buscarla incesante,
sin darnos treguas ni esperas

Llegó el tiempo de la paz de Colombia. Hay que salir a su encuentro; a buscarla incesante, sin darnos treguas ni esperas; a conformar escuadrones de paz que se opongan, armados de civilidad, de reconciliación, de tolerancia, a los siniestros escuadrones de la guerra.

La paz es de todos los colombianos, la guerra de unos cuantos, pero nos aniquila a todos.

Presidente Santos, comandante Timochenko, colombianos, por la Paz de Colombia, ¡adelante!

Poeta
@CristoGarciaTap

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