La educación y Pékerman

La educación y Pékerman

Respuesta al artículo 'Cinco lecciones de Pékerman para los profesores de Colombia'

Por: Mauricio Eslava Mojica
junio 23, 2016
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La educación y Pékerman
Foto: eluniversal.com.co

Da grima que una publicación generadora de opinión, como es la Revista Semana, se preste para hacerle el mandado al juego perverso del Gobierno Nacional en lo que tiene que ver con la educación de los colombianos. Y peor aún, que utilicen la muy buena imagen del director de la Selección Colombia de Fútbol, José  Néstor Pékerman, para este despropósito, de quien no tengo dudas, es un excelente “profe” como lo llaman sus discípulos, y que, además, ha logrado resultados importantes con nuestra selección, lo cual nos satisface y nos llena de orgullo.

A lo largo del artículo no es preciso identificar claramente cuáles son esas cinco lecciones de que habla el autor. Ahora bien, si las lecciones son las condensadas en el primer párrafo, estas serían: conocer a nuestros estudiantes, descubrir sus habilidades, identificar sus debilidades, no endiosar a unos ni condenar a otros, y por último, enseñarles a trabajar en equipo.

Continúa el artículo haciendo un recuento de los logros del profe Pékerman con nuestra selección, a la vez que trae a colación frases célebres del extécnico y exjugador de la Selección Argentina, Jorge Valdano, presentándolo como un iluminado de la psicología del fútbol.  Termina el articulista preguntándose qué diferentes serían las cosas si los 460.000 docentes y los más de 15.000.000 de padres de familia de los niños colombianos se convencieran de ese providencial poder transformador del profe Pékerman.

En ese sentido, es preciso señalar que la inmensa mayoría de los educadores de Colombia --si no la totalidad-- día a día, desde nuestras aulas de clase, ponemos en práctica no solo las cinco lecciones del profesor Pékerman, sino muchas más, que son necesarias para poder lograr que en un país extremadamente inequitativo y desigual, sea posible brindar alternativas a través de la educación de nuestros niños, para acortar esas brechas sociales y económicas que se han abierto a lo largo de décadas de una equivocada política estatal en torno a la educación.

Han sido los gobiernos de turno, quienes desde la década de los 70 condenaron a los niños de Colombia a estudiar en doble jornada, acortando el tiempo de permanencia en la escuela por ahorrar dinero en infraestructura y poder  atender la demanda educativa nacional sin la construcción de nuevos colegios. Han sido las sucesivas políticas educativas las responsables de acabar con la educación media técnica, enterrando de paso las posibilidades de un desarrollo industrial en el país; fueron las políticas educativas de la década de los noventa quienes diseñaron la promoción automática en las instituciones educativas, no para generar una mejora continua, sino para ahorrar recursos y promocionar  bachilleres en serie, al mejor estilo de cualquier factoría de producción. Es desde el gobierno nacional desde donde le recortan recursos a la investigación, ciencia y tecnología de las universidades públicas para condenarlas progresivamente a su endeudamiento y luego declararlas inviables.

Y después de toda esta serie de desaciertos, en el año 2002, el gobierno de Andrés Pastrana, en contubernio vergonzoso con el de Álvaro Uribe, acaban con el estatuto de la profesión docente y  proclaman un  régimen estatal docente, a través del decreto ley 1278, en el cual condenan a los nuevos profesionales de la educación a trabajar con salarios de hambre y le niegan la posibilidad de ascender y acceder a mejores condiciones laborales a través de una evaluación tramposa, mal llamada evaluación de competencias, la cual impide que profesores que han invertido recursos para cursar estudios de maestría --que sin duda impactarán positivamente la educación de los estudiantes de Colombia-- puedan acceder a mejores condiciones laborales.

Y para acabar de completar el negro panorama de la educación pública en Colombia, el actual gobierno del presidente Santos, de corte neoliberal como todos sus antecesores, le entrega el futuro de la educación de los colombianos a una Ministra obediente a las exigencias de la OCDE, para que a través de programas como ser pilo paga, genere una segregación en los estudiantes de los colegios públicos, haciéndoles creer que efectivamente los mejores resultados serán favorecidos con un préstamo condonable para ir a estudiar a las mejores universidades del país. Ese es un canto al segregacionismo, a la elitización y a la discriminación. Si  Colombia quiere salir del subdesarrollo necesariamente tiene que llegar a la universalización de la educación desde el preescolar hasta la universidad.

Y entonces surge otra pregunta, ¿no sería mejor que el Gobierno Nacional cambiara el modelo económico imperante y tomara los buenos ejemplos que se citan en el artículo de países como Finlandia? Países donde se ha entendido que con infraestructura adecuada, con un número racional de estudiantes en cada aula de clase, con inversión en ciencia y tecnología, con condiciones dignas para lograr la tan cacareada jornada única de la ministra Parody y con salarios justos y dignos para los profesores y los padres de familia, de quienes estoy seguro, la inmensa mayoría de esos quince millones  debe sobrevivir con un salario mínimo mensual, es  así, como se lograra de manera efectiva potenciar los talentos de los niños de Colombia para formar ciudadanos autónomos, independientes y libres que puedan empoderarse en una sociedad inequitativa y desigual gobernada por una élite arrogante y mezquina.

Bienvenidas entonces las cinco lecciones del profe Pekerman; estoy seguro que todos los profesores de Colombia seremos receptores de tan buenas enseñanzas. Faltaría ver qué piensan los dirigentes que trazan las políticas educativas, que son quienes realmente tienen sumida a la educación de Colombia en un abismo, sin ninguna luz de esperanza.

 

 

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