La educación en los gobiernos de izquierda en Bogotá

La educación en los gobiernos de izquierda en Bogotá

Lo que va de Abel Rodríguez a Óscar Sánchez en la Secretaría de Educación

Por: Hernán Suárez
noviembre 03, 2015
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La educación en los gobiernos de izquierda en Bogotá

"Yo he hecho la tarea deliberadamente: he conversado con todas las fuerzas políticas para buscar continuidad. La secretaria Cecilia María Vélez, hizo cosas importantes, Abel Rodríguez también. Nosotros hemos querido recoger lo mejor de un legado que ya lleva 15 o 20 años y que tiene que ver con Mockus,  Peñalosa, Garzon…”
Óscar Sánchez, secretario de Educación de Petro.

"El primer Gobierno de izquierda concertó y no hizo rupturas. El segundo no fue de izquierda, fue de corrupción. Y este ha sido un Gobierno de izquierda que ha querido hacer ruptura, y por eso recibe este embate. Veremos el resultado el domingo", Gustavo Petro.

Construir sobre lo construido puede ser una forma encubierta de continuismo conservador o una forma de aprovechar los logros para producir rupturas y avanzar

Con Abel Rodríguez, secretario de Educación durante el gobierno de Lucho Garzón y en parte de la Administración de Samuel Moreno, predominaron las rupturas en la educación antes que las continuidades frente a lo heredado de Peñalosa y Mockus.

Lucho Garzón prefirió arriesgarse por el cambio en educación antes que dejarse presionar por quienes en el 2004 le aconsejaban y clamaban por la continuidad a nombre de “construir sobre lo construido”.

Se cambió el concepto de educación como servicio público para los pobres, por la educación  como derecho fundamental, sin distingos de estrato social, educación pública para todos. Los estratos altos podían venir a los colegios públicos si así lo querían. Se estableció la gratuidad de la educación, se inició con Lucho y se concluyó  en el gobierno de Samuel Moreno

Se fortaleció y defendió la educación pública en la práctica, mediante   la construcción de cerca de 50 colegios, administrados y gestionados por rectores y maestros del sector público, en oposición a la entrega de los colegios públicos, construidos con la plata de los bogotanos, a operadores privados. Sin embargo no se cerraron o acabaron los colegios por concesión, simplemente se pusieron unas nuevas condiciones y se pudo trabajar sin problemas con ellos. Se mejoraron y en algunos casos se volvieron a construir más de 120 colegios que estaban en una situación penosa.

Se entendió que niño con hambre no estudia ni rinde y se crearon los comedores escolares en los nuevos colegios y en aquellos colegios antiguos que ofrecían espacios y condiciones para hacerlo.

De refrigerios focalizados para niños de estrato 1 y 2, que comían delante de los niños de estrato 3, se estableció el  refrigerio para todos sin discriminaciones odiosas y humillantes. Pasamos de los refrigerios con sabor a queso a los refrigerios con queso, mejorando, la calidad de las dietas alimenticias y obligando a cumplir con lo prometido a las empresas  encargadas de suministrarlos.

Del amedrantamiento, la confrontación permanente  y el desprecio por los maestros y maestras se pasó al respeto por su condición profesional y humana, al buen trato y a la política de puertas abiertas con rectores y maestros. Miles de maestros dialogaron cara a cara y con toda confianza en las llamadas sabatinas que se hicieron en los dos primeros años del gobierno de Abel.

Se abandonó la tradición histórica y el prejuicio de que la educación no podía estar en manos de educadores. Varios maestros fueron vinculados a la Secretaria de Educación como responsables de distintas áreas. Se demostró que los maestros con su saber pedagógico y su experiencia como docentes también están en capacidad de dirigir la educación de la ciudad.

La evaluación permanente de maestros, alumnos y colegios era la gran panacea que se ofrecía para mejorar la calidad de la educación. En su reemplazo o complemento se promovieron programas encaminados al mejoramiento de las condiciones para la enseñanza y el aprendizaje, así como al mejoramiento  y cualificación de los maestros y maestras. Se respetaron las Pruebas Saber y se implementaron nuevas formas de evaluación.

Se amplió el tiempo escolar a través del aprovechamiento del tiempo libre de los niños, niñas y jóvenes en actividades artísticas, cultuales y de refuerzo de los aprendizajes en ciencias y matemáticas mediante el programa La escuela va a la ciudad, la ciudad va a la escuela. Se empezó a pensar el problema de la jornada escolar completa. No se le dijeron mentiras a la ciudad: el programa Bogotá una gran Escuela no era ni la jornada completa de 8 horas ni la jornada extendida.

En materia de gasto público en educación, el gobierno de Lucho Garzón marcó un hito y un sendero, como quiera que en el presupuesto de inversión se asignaron 6 billones y medio, que representaban el 49, 3 % del gasto social y el 31 % del total del presupuesto total, una cifra sin antecedentes en la historia de la ciudad que marcó y dejó huella.

Se valoraron las cosas positivas que se heredaron de Mockus y Peñalosa. No se cayó en la tentación  de tirar a la basura o desconocer avances  como la calidad de los colegios construidos o tirar por la borda la modernización de la Secretaria en sus dispositivos tecnológicos. O acabar con la RED P que permitía el acceso de los maestros, los alumnos y los colegios a Internet y las redes informáticas, simplemente porque eran una obra de Mockus y Peñalosa. Se asumieron como logros a partir de los cuales avanzar y afincar las nuevas políticas y programas. Respeto por lo construido, pero sin renunciar a la propuesta educativa y pedagógica de izquierda que se propuso Lucho Garzón como alcalde.

La educación como derecho fundamental, el fortalecimiento de la educación pública y avances hacia  una educación de calidad para todos y todas es un logro social y una policía educativa construida por los gobiernos de izquierda e iniciada por Lucho Garzón y Abel Rodríguez hace 12 años. Logros y avances que pueden ser cambiados, ello es posible, el nuevo gobierno de Peñalosa es libre de hacerlo, obtuvo el poder de una mayoría ciudadana  para hacerlo. Como también puede aprovechar lo andado  para desarrollar nuevas políticas, que permitan una mejor educación  para la ciudad. En cuatro años lo sabremos.

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