Las doctrinas del odio en la historia de la humanidad

Las doctrinas del odio en la historia de la humanidad

"Actos de racismo, repudio y masacres colectivas se han visto en todos los continentes del mundo"

Por: Mario Serrato
febrero 26, 2016
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Las doctrinas del odio en la historia de la humanidad
Foto: ellitoral.com

Los marineros portugueses, españoles y holandeses que durante los siglos XVI al XIX atracaban en la costa occidental africana con los únicos propósitos de asaltar, secuestrar y matar, creían ciegamente en la doctrina colonialista, según la cual las personas de raza negra habían nacido para ser esclavizadas.

Los generales, políticos y burgueses otomanos consideraban que los armenios eran subhumanos indeseables. Una vez consolidada su doctrina, la que difundieron entre toda su población, en menos de una semana, a principios del siglo pasado, mataron a casi dos millones de ellos sin que nadie en el mundo alzará la voz por el genocidio inexplicable.

Los Nazis aseguraban que liberarían a la humanidad de uno de sus problemas asesinando judíos, y casi los extinguen en una labor silenciosa e inexorable de la que la humanidad se percató después de casi seis millones de muertes.
Hasta bien entrado el siglo pasado en Australia, los pastores protestantes habían acuñado una doctrina según la cual los hijos mestizos de mujer aborigen con hombre blanco, eran tan indignos de vivir que hasta sus propias madres los despreciaban. De ese modo tan canalla disculpaban los deslices de los amos de la hacienda que encontraban refugio en la ternura de las mujeres aborígenes, a las que buscaban para eludir el bostezo que les producía el tedio de la vida conyugal con esposas lánguidas, tan muertas para el amor como un tronco caído a la orilla de un lago sin visitantes.

En la antigua Yugoslavia, Radovan Karadzic y Rato Mladic, un par de siquiatras de profesión, formados con rigor en universidades prestigiosas de Europa, ejecutaron uno de los genocidios más crueles de los últimos tiempos sobre la pacífica población musulmana asentada desde hace cientos años de años en lo que hoy es Serbia, Macedonia y Bosnia, genocidio que fundamentaron en una doctrina de origen balcánico que consideraba a los musulmanes animales nauseabundos y a sus mujeres brujas desalmadas.

Durante todas las épocas de la historia la persecución y marginalidad a los gitanos parece obedecer a una doctrina escrita en nuestros genes; no existe una comunidad humana que los trate con respeto y nunca pierden la oportunidad de culparlos de toda suerte de enfermedades, malas cosechas, desastres naturales y robos de menores.

Con los indígenas americanos las cosas han cambiado muy poco. Hace solo unos años eran considerados salvajes, y sus culturas milenarias y sus lenguas solemnes sufrieron un proceso inexorable de exterminio liderado por la iglesia Católica que creo una doctrina oscura e incomprensible, saturada de intolerancia y repudio a sus costumbres.

Para verg[uenza de la Humanidad, esa doctrina fue elevada a mandamiento constitucional por algunos gobiernos de América Latina, de modo que se convirtió en la forma de pensar del Estado.

En Colombia algunos sectores políticos aseguran que no tenemos un conflicto armado sino una amenaza terrorista que debe ser eliminada militarmente, en guerra a muerte y sin cuartel.

Esa doctrina pretende extirpar no solo a aquel que se encuentre armado y dispuesto a cometer actos de violencia con contenido político, sino también a quien por razón de su ideología se le considere potencialmente terrorista según los lineamientos básicos de la doctrina, que entre otras, es el fundamento para oponerse a los diálogos de paz con las guerrillas de las FARC y con toda vehemencia, a cualquier posibilidad de reconciliación entre los colombianos.

Las doctrinas del racismo, el repudio y el odio, que tantas personas y culturas han matado, en todas las épocas de la Historia tienen un soporte popular del que nadie conoce su origen y nadie explica su razón de ser, o se sostienen en fundamentos construidos en intolerantes modalidades del poder, y en muchas ocasiones, las más despiadadas y eficientes, les aparecen mesías que las alimentan con seguidores fanáticos dispuestos a ejecutarlas hasta el extremo de la tragedia abominable.

 

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