La dicha de ver una rata
Expedición Avina -

La dicha de ver una rata

“Se dieron cuenta de que estaba en el vientre porque mientras pelaban a la madre para cocinarla, algo se movió.”

Por:
diciembre 10, 2014
La dicha de ver una rata
Fotografía: Hervé Neukomm

Pasa la lluvia, se puede respirar de nuevo. Acordamos con Alirio ir al laboratorio de Sara, que se encuentra a unos 20 minutos de caminata. Se suma a nosotros su hijo menor, que también se llama Alirio, y que como su padre, habla poco, casi nada. Nos enteramos en el camino que nunca antes ha hecho este recorrido, que es la primera vez que padre e hijo van juntos a visitar los monos que están al cuidado de Sara y su proyecto.

Padre e hijo van al frente, caminan rápido y sin hacer ruido. En un momento Alirio menor señala un árbol. Nos detenemos para mirar algo que hubiera pasado desapercibido para nosotros: una rata de monte que anida en un tronco alto. Imposible no pensar en lo extraordinario que resulta para un grupo de citadinos celebrar la presencia de una rata grande, verla hermosa.

Llegamos a la sede del proyecto donde John nos recibe con la noticia de que Sara salió esa mañana temprano para Leticia. Ya la buscaremos. Serán entonces Alirio y John quienes nos muestren el proyecto de conservación de la comunidad.

Mientras saludamos a John y acomodamos nuestras mochilas llega Rafa, un pequeño mono churuco que fue rescatado del vientre de su madre. “Se dieron cuenta de que estaba en el vientre porque mientras pelaban a la madre para cocinarla, algo se movió.” Cuenta John que esto sucedió hace unos meses a las afueras de Leticia, y que desde entonces Rafa, este mono prematuro, está con ellos.

Este lugar está impregnado de mística, no está diseñado para que los turistas jueguen con los animales, no los llaman ni los invitan a saludar a los visitantes. Está prohibido alimentarlos porque la idea es que regresen a la libertad. Es un espacio para crear conciencia sobre la vida salvaje y su importancia. Tal vez por eso sólo llegaron otros tres turistas.

 

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Fotografía: Hervé Neukomm

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Fotografía: Hervé Neukomm

Carola es una churula adulta que llegó al centro luego de un largo cautiverio. Ella se acerca con mayor cautela mientras Rafa sigue insistiendo en llevarse cualquier objeto, cámara, botella, arete, entre saltos repetidos. Su objetivo son los hombres. Primero Hervé, con quien durante un largo rato se acicalan mutuamente. Sigue con Sebastián.

Mientras tanto John y Alirio me cuentan que ya llevan 14 años de veda de caza de monos en Mocagua, y que la comunidad ya no sólo no se resiste sino que se enorgullece de tenerla: “En este ecosistema, la presencia de los monos es vital, porque son los encargados de la dispersión de las semillas. Los bosques que pierden a estos primates, también se quedan sin muchas especies de árboles que atraen a otros animales.”

Expresan su temor por la aparición de turismo masivo en la zona: “Traen a cientos de turistas al tiempo y los llevan a ver unos animales que están en una isla de la que no son nativos. Esto no sólo hace que los animales pierdan sus hábitos alimenticios, porque los turistas les dan comida, sino que enseñan sobre una selva que no es.”

Luego de un rato Carola se comienza a mover desesperadamente las copas de los árboles. Hace un escándalo tremendo y John nos aclara que es la manera de decirnos que quiere que nos vayamos. Es su territorio, le hacemos caso con gusto.

De regreso, Alirio hijo nos habla por fin, para indicarnos una ruta en la que podemos ver unos monos libres. Los vemos y quedamos convencidos de la fuerza de lo que ha sucedido en Mocagua. Lo vemos en los dos Alirios, el cazador y el observador de la selva.

Fotografía: Hervé Neukomm

 

 

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