La descalificación, un mal de la izquierda

La descalificación, un mal de la izquierda

Con las elecciones de octubre cada vez más cerca, esta práctica tan común se agudiza. ¿Habrá modo de transformarla, especialmente en Barranquilla?

Por: Gary Martínez Gordon
mayo 14, 2019
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La descalificación, un mal de la izquierda
Foto: Facebook Rafael Sanchez Anillo - Horacio Brieva Mariano - Toño Bohórquez Collazos

Es frecuente ver a la izquierda descalificarse mutuamente por X o Y razón, no importan los contextos, siempre ha sido así, pero no necesariamente tiene que seguir siendo así.

La descalificación política no es otra cosa que la impotencia para liderar por sí mismo o por medios ajenos o aliados un proceso político, es la expresión de la incapacidad para transformar una situación adversa en algo favorable.

Es una demostración de pereza por construir con el trabajo y la persuasión, las condiciones favorables para que las propuestas y el proyecto político —si es que se tiene—, pueda calar entre la gente a la que se quiere llegar y potencialmente gobernar.

Es prueba de que es más “cómodo” bombardear al que está al frente de las posiciones de poder que confrontarlo y exponerlo en sus falencias, sobre la base de argumentos, pruebas y hechos concretos.

Esta práctica deleznable se agudiza en las coyunturas electorales.

Para el caso nuestro, Barranquilla, existen 3 candidatos de la izquierda o de los llamados sectores alternativos y democráticos, Rafael Sánchez Anillo, Horacio Brieva Mariano y Antonio Bohórquez Collazos.

Las expresiones más comunes entre la izquierda son: “los licúas y no sale un peo”, “puro fantasma”, “están ahogaos” y pare de contar.

No se profundiza en las virtudes o capacidades de cada uno, de su trayectoria política, de las bondades de sus propuestas o programas de gobierno o lo que es mejor aún, que son los únicos que se están atreviendo a someter su nombre para enfrentarse a uno de los poderes regionales más fuertes del país.

Cada uno tiene sus defectos y sus pecadillos, pero ya va siendo hora de ir dejando de lado la descalificación política, mal asociada a crítica política, para avanzar en una voluntad real de aspirar a ser gobierno y eso pasa por reconocer como propios a nuestros cuadros, con todo lo que incluye, defectos y virtudes.

No se ve por ningún lado una crítica sólida al que osan llamar —hasta con cariño— “el Puma”, el candidato del clan Char, de la misma manera como le dicen al alcalde, “Alex”, las palabras encubren los asuntos profundos del alma.

¿Qué tiene de sobrenatural el señor Jaime Pumarejo Heinz?

La maquinaria charista, responden.

¿Y?

¿Significa ello que debemos estar condenados 20 o 30 años más a ser gobernados por este clan?

¿Nos hemos tragado el cuento de que la ciudad avanza en la medida en que crece la popularidad del alcalde?

Hace poco el investigador Diógenes Rosero escribía un artículo acerca del espejismo social en que estamos los barranquilleros bajo la administración Char, similar a lo que se denominó “embrujo autoritario” de los gobiernos Uribe I y II.

Los índices de desempleo, violencia, informalidad, participación ciudadana y concentración de poder son escalofriantes, que es lo que verdaderamente debería importarnos.

¿O es que el alcalde es bueno si usa gorra, si hace pinolas, si es bacán, si se toma las frías en una esquina o si ama al Junior?

Hay que ponerle seriedad al debate y a la discusión.

Aquí lo que está en juego es la vida y la dignidad de los barranquilleros.

Las verdaderas oportunidades de salir de la violencia intrafamiliar, la drogadicción, la delincuencia común, las bandas criminales, el desempleo, la precaria salud y acceso a educación de calidad y de niveles superiores, la movilidad, los impuestos, la calidad del aire, el manejo de las basuras, la represión social a trabajadores y mototaxistas, etcétera, esos son aspectos nodales que la ciudadanía necesita que sean resueltos de fondo.

Ellos tienen un poderoso andamiaje mediático, clientelar, burocrático, político, empresarial y económico, eso lo sabemos y padecemos de sobra.

Pero los barranquilleros saben que de cemento no se vive ni se come, las obras, los parques y canalizaciones son bonitos —con todo y sobrecostos—, claro que sí, pero la gente necesita empleo y remuneraciones dignas para vivir, para que sus aspiraciones tengan asidero en la realidad y eso no lo está resolviendo la administración Char.

Los triunfos de Petro en primera y segunda vuelta son un síntoma de que la ciudadanía está anhelando un cambio de la política del cemento, de que es necesario un viraje serio y profundo hacia la inversión social y humana, de que los recursos del distrito no se deben invertir únicamente en infraestructura y propaganda política.

La izquierda y los sectores alternativos tenemos una oportunidad para abrir debates de fondo en la ciudad, pongámonos de acuerdo sobre el programa de gobierno, sobre lo que la gente realmente necesita y que el candidato que surja de los 3 que están en la baraja salga a defenderlo en las calles, casa a casa con cada uno de nosotros.

Nuestra mejor encuesta está en el trabajo diario, el mejor resultado electoral es el que construyamos palmo a palmo.

Nada está dicho aún.

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