La derecha se baja los pantalones

La derecha se baja los pantalones

Mientras Trump se abre hacia ese espectro despliega escenarios prometedores para la inserción de ideas y propuestas socialistas en Estados Unidos y en el mundo

Por: Carlos Roberto Támara Gómez
agosto 02, 2018
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La derecha se baja los pantalones
Foto: Twitter @realDonaldTrump

Es cada vez más claro que la administración Trump mientras más se abre hacia la derecha despliega escenarios prometedores para la inserción de ideas y propuestas programáticas socialistas en los Estados Unidos de América y, en general, en el mundo. Es más, una segunda administración Trump maduraría condiciones objetivas para, incluso, una revolución de nuevo cuño en esa nación. Es paradójico, el desastre del campo socialista expone la vulnerabilidad estructural del campo capitalista en su máxima expresión. Al reconocerse la derecha como supuesta vencedora abre sus flancos dejando huecos que otrora eran solo intersticios. La bajarse los pantalones la derecha muestra propensiones “no heterosexuales” que la habían mantenido dentro del clóset.

Pero, vayamos paso a paso. ¿Cómo se digiere eso de abrirse más hacia la derecha? En realidad hubiera sido más difícil conversarlo en las condiciones del llamado estado de bienestar, que ni siquiera mutilado pudo ser absorbido por los gobiernos demócratas en EE.UU. y, menos, los republicanos, pero quizás algo pudieron haber hecho. El asunto es extremadamente importante y de envergadura geoestratégica pues todo aquello es procesado y admitido, y nos es impuesto luego por nuestras oligarquías aborígenes conocidas por rodillonas.

Todavía lo dicho no está listo para el pase gol. Hay que bajar el balón para que mayores luchadores sociales puedan advertir el tamaño de los huecos por donde driblar y meter los goles. Un ejemplo podría servir. Veamos éste que extraigo hoy de las páginas del Washington Post:

“La administración de Trump congelará los requisitos de eficiencia de combustible”.

(…)“La propuesta representa una reversión abrupta de los hallazgos que alcanzó el gobierno bajo el presidente Barack Obama, cuando los reguladores argumentaron que requerir vehículos más eficientes en combustible mejoraría la salud pública, combatiría el cambio climático y ahorraría dinero a los consumidores sin comprometer la seguridad”. Eso que no es de izquierda, sino un capitalismo que advierte el abismo, Trump lo trastoca dramáticamente en función de su ambición.

Puede leerse, Trump no solo está contra el Acuerdo de París. Lo está saboteando. Pero el asunto es todavía más asqueroso. No solo propicia el mayor uso de combustibles fósiles, incluso siendo de peor calidad; está buscando que quienes le financian sus campañas obtengan utilidades polutivas de cara a las elecciones parlamentarias de mitaca. Siendo más contundente: Trump subvierte legalmente la legislación imperante llevándose en los cachos la salud climática del mundo, simplemente por una razón táctica en función estricta de su propio beneficio político.

Pero hay más en la sucia astucia de Trump. Los requisitos de eficiencia de combustible fueron aprobados en la era Obama y al atacarlos Trump ataca a los demócratas, ataca a Obama, aclimata criterios de odio de los supremacistas blancos y consigue financiación extra que obligaría a plegársele a los hermanos Koch de cara a las elecciones de mitaca. Si el abaratara con ello su producción industrial pondría, aparentemente, en calzas prietas a China. Todo parecería inextricable.

¿Por qué Trump puede hacer esto? Quizás se precisa imaginación para abordarlo y más para aceptarlo. Lo hace, en parte, porque tiene neutralizado a Vladimir Putin, su peor enemigo estratégico. Es su reo. En efecto, no es sino que Trump acepte que Putin alteró las elecciones en EE.UU., como lo han sostenido sus organismos de investigación, para que este pueda ser fuertemente castigado. Si lo castiga Trump también gana. Ese as bajo la manga Trump todavía no lo ha soltado.

¿Cuál es el revés de la moneda? ¿Cómo nutrirse de esa fuente para la orientación política de defensa estratégica? Trump está convirtiendo en plausible la reivindicación anticapitalista de la salvación de la humanidad. Antes el capitalismo solía ser el campeón del progreso, aunque dilapidara ocultamente los recursos en forma de externalidades negativas no pagadas, hoy es posible dilucidar un progreso sin sacrificar a la humanidad, de forma mucho más clara y contundente. Trump está mostrando a los ojos del mundo más allá de cualquier duda razonable que el mayor líder de una nación capitalista usas las leyes para impulsar los beneficios de quienes lo sostienen en el poder, sin importarle si lleva la balsamina del mundo entre los cachos, incluso depositando toneladas de heces de su material particulado contra los más ambiciosos acuerdos internacionales. Trump se está yendo contra la versión remozada del progreso del capitalismo, lo que lo coloca en la derecha más recalcitrante, dejando una tronera para instalar nuevas percepciones políticas prometedoras en los Estados Unidos de América y el mundo.

Trump estaría permitiendo que al exterior de los Estados Unidos se envalentonen los pueblos, sin que puedan ser contenidas por sus oligarquías nativas, sin el mismo teflón, y empiecen a torpedear y boicotear, simplemente no comprando primero la producción exportable derivada de su política América Primero, luego ampliando el espectro y, más allá, favoreciendo la venta de la producción china, o europea. Si eso se cumple, al interior de los Estados Unidos se estarían catapultando fuerzas monstruosas que madurarían rápidamente en la mamá de todas las crisis, impulsando propuestas y perspectivas salvadoras de la humanidad.

Y las razones para envalentonarse están al canto:

"Para 2030, el equivalente a la contaminación de este retroceso será como encender 30 plantas de carbón", dijo en un comunicado Paul Cort, abogado del grupo de defensa Earthjustice. "Es una gran ayuda para el gran petróleo que los estadounidenses comunes pagarán con su salud y sus billeteras".

Cabe imaginarse que otros gobiernos satélites hagan lo mismo. El Acuerdo de París podría estallar. De 30 plantas podríamos pasar a 300. ¿Será una nube como la que sepultó a los dinosaurios?

El señor Cort se queda corto. Para el 2030 el mundo tal como Trump lo sueña, no existirá.

La eficacia de los pueblos del mundo, inclusive dentro de los Estados Unidos, para canalizar sus masivas y justicieras protestas está abierta a cualquier imaginación.

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