La cultura de la "peinada"

La cultura de la "peinada"

Como alguna vez dijo Pablo Iglesias: "No nos van a atacar por lo que hagamos, nos van a atacar por lo que somos"

Por: RICARDO VILLA
enero 08, 2020
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La cultura de la
Foto: Chris Greevebiester - CC BY 2.0

¿En una sociedad de pensamiento homogéneo habría un poder hegemónico? Parece lógico, sencillo o de simple sentido común hacerse esta pregunta. Sin embargo, a veces, como si estuviéramos en el recreado mundo de Matrix, cualquiera se podría cuestionar si vamos hacia allá o ya estamos en este recuadro. 

Alguna vez fui a darle la mano a alguien con el que había tenido un breve, por demás corto y hasta cordial debate, a partir de un incómodo trino, que no sé si nació desde mi cuenta o de la de él, no obstante, el individuo, en vez de estrechar mi mano, en completo silencio me dio la espalda y se fue. Aún no sé si por dignidad o por ego. Sin embargo, ahora considero que recibí, para mal o para bien, una lección de vida. 

A veces sin saludar u otras con la intensidad de un mosco en el umbral de la oreja, en un cuarto cerrado, con un ventilador de techo que rueda a la velocidad de la escena introductoria de Apocalipsis Now, de Francis Ford Coppola, en el sopor etílico de la siesta del capitán Willard, mientras suena The End de The Doors, de este a oeste, salen los dobles de la gente, a asumir el personaje del día, superhombre, pseudogladiador de la "peinada", poseedor de la verdad revelada, todopoderoso mientras cacarea sus dogmas, en la batalla tras las pantallas, sin saber si algunas de estas ideas fueron sembradas o impuestas por la sociedad de consumo, otras dictadas por el fetiche de turno o recreadas desde las alas de la mente, en el nuevo escenario de disputa, en las redes comunitarias, de la dispersión, eufemísticamente llamadas sociales. Quizás muchos nos convertimos en cajas de resonancia, otros en bodegas de reacción, en este actual espacio público (¿?) de expresión para quienes no tienen voz, pero, también, para quienes anhelan haya un solo eco. La trampa de las redes sociales, que anunciaba Bauman, o el poder de la difusión viral de imágenes e ideas a través de la interconexión, que evoca Manuel Castells.

En ese contexto, dentro de las cabañuelas de 2020, se denota que seguirá floreciendo la indignación, la autoconvocatoria desde diversos escenarios a la movilización social, a la resistencia civil pacífica y al compromiso ciudadano por una Colombia más justa y más humana, en Paz. Sin embargo, ha sido particular que, en un debate de yo con yo, de "pajazo" mental, se ha propagado la idea de solo hablar, comunicarse, unirse, con los pares. Mirando para otro lado o a su propio ombligo, de los argumentos van, argumentos vienen, de que lo más sano del debate es hacerlo con el interlocutor válido, que controvierta, para llegar, en algunos casos, a puntos en común, a pactos o, también, a disensos, sin convertirse por esto en enemigos. No siempre se gana o la victoria es doblegar o tachar al otro. Es más, no existiría quien siempre tiene la razón; solo sé que nada sé, diría Sócrates.

Cuando solo se sigue a quien piensa, habla y actúa igual, bajo los mismos principios y fines, se encerraría el individuo en una comunidad de intereses y lenguaje, tan rígidos, que lo alejarían de las realidades cambiantes o generaría una actitud dogmática, purista y sectaria, tipo gran hermano. Desde esa orilla, ¿cómo puede formarse un individuo un criterio libre, razonable, coherente, si solo escucha, lo que quiere escuchar, y se rodea de sus gemelos? El mundo de la vida es diverso, contradictorio, paradójico y las relaciones sociales son complejas, mutables, paradigmáticas.

En esa coyuntura crítica, las masas, quizás, no se darían cuenta de que caerían, o caeríamos, en lo más cercano al fascismo, a una sociedad segmentada, en la que hay mayor control, se los repito, se los repito, dentro del pensamiento homogéneo y el poder hegemónico. Allí va la pregunta: ¿qué deliberación puede haber en el espacio público o acción comunicativa o consensos o disensos, si todos piensan, hablan, sienten, ven o actúan de la misma manera? La democracia es pluralista. Puede haber matices, a lo el yin y el yang. Además, así piensen distinto, los contradictores, tienen dignidad, derechos, y libertad para expresarlo a su manera y hasta para equivocarse; así como cualquier otra persona, así como uno mismo.

¿Dónde queda la inclusión, el pluralismo y la democracia? ¿Solo siguiendo a los buenos o callando —eliminando— a los "mamertos"? Bajémonos de esa nube. El único camino no sería hacia este aparente mundo feliz, que podría terminar por llevarnos al aburrimiento del totalitarismo. No caigamos en ese juego. Es más, cuando uno separa entre los buenos y los malos, desatiende que así la elección ética de cada uno o moral, que acepta el grupo, sea diferente, a la de una mayoría o de una minoría dominante, eso no choca con la idea de que los otros también son seres humanos que aman, que viven, que piensan, que sienten, que escriben su propio relato, y que, en su otredad, es necesario reconocerles su existencia como ciudadanos, como sujetos de derechos y actores políticos, en una visión del mundo en que la democracia, ojalá, fuese parte de su forma de vida.

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