La Cátedra Anticorrupción: un espantapájaros
Opinión

La Cátedra Anticorrupción: un espantapájaros

En la proliferación de cátedras inútiles, una más propuesta por el Partido Liberal, que arrastra tras de sí una larga historia de clientelismo político

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septiembre 26, 2018
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Colocada contra las cuerdas la clase política ligada a la corrupción no se rinde. La viveza,  la astucia  y la estrechez de miras que le son propias salen a relucir. Para paliar la crisis, enredar y escamotear la aprobación del paquete de medidas contra la corrupción proponen la vieja y manida fórmula de establecer una Cátedra.

La propuesta viene del Partido Liberal, que arrastra tras de sí una larga historia de clientelismo político. Su cínica y recordada fórmula de reducir la corrupción a sus justas proporciones y el diestro manejo de la moderna mermelada son la carta de presentación de este embeleco propuesto por jefe único y director del partido César Gaviria y presentado al Congreso por el senador Lidio García.

Según los proponentes “La colectividad, a través de una de las iniciativas, buscará implantar la denominada Cátedra Anticorrupción en todos los centros educativos del país” “Con estas propuestas estamos poniéndole verdaderos dientes a la lucha anticorrupción y a la defensa de los recursos públicos en Colombia.” (Las otras dos son regulación del ejercicio del cabildeo, y licitación general para todo tipo de contrato con el estado). “Queremos que desde bachillerato y en la universidad los colombianos sepan y valoren la anticorrupción. Para el Liberalismo es fundamental crear conciencia de este mal que nos azota”.

La propuesta de Gaviria es la vieja receta que han utilizado todos los gobiernos cada vez que un problema se sale de madre y se sienten obligados a recurrir a un placebo para paliarlo. Si no puedes resolver un problema invéntate una cátedra, es un principio recurrente de nuestra corrupto-democracia.

La mayoría de las cátedras establecidas en los últimos 30 años  han mostrado su ineficacia y discontinuidad. Aparecen y desaparecen  de los horarios escolares y de los programas educativos sin que pase nada. Otra nueva reemplaza a la que pasó de moda.

 

Por la vía de las “cátedras obligatorias”, los estudiantes en Colombia
deben estudiar por grado quince asignaturas en promedio,
todas ellas desarticuladas y fragmentadas entre sí

 

Por la vía de las “cátedras obligatorias”, los estudiantes en Colombia deben estudiar por grado quince asignaturas en promedio, todas ellas desarticuladas y fragmentadas entre sí.

La saturación de la escuela con nuevas cátedras empezó en 1984 con la denominada Educación para la Democracia, en la recordada época de las palomitas y las banderitas blancas de paz del presidente Belisario Betancur.

Tiempo después se decretó la Cátedra Constitución para que se conocieran los alcances de la Carta  de 1991. Cuando se hizo evidente que por lo menos una de cada cinco menores de edad estaba o había estado embarazada, apareció la Cátedra de Sexualidad. También se ordenó la Cátedra de Estudios Afrocolombianos con el fin de resaltar la interculturalidad y el reconocimiento a la comunidad afrocolombiana. Más recientemente, ante los problemas del tráfico urbano, algunos congresistas promovieron los cursos obligatorios de tránsito y seguridad vial. Así mismo, cuando se hicieron visibles nuestros bajos resultados en competencias financieras, algunos congresistas vieron la necesidad de crear desde el preescolar la cátedra de Emprendimiento. A las anteriores se suman las cátedras de Educación Tributaria, Educación del Consumidor y Educación Ambiental.

Ahora la de moda es la Cátedra por la Paz, fruto de los acuerdos con las Farc, “de obligatorio cumplimiento en todos los colegios públicos y privados del país”, sin formación para los docenes, sin herramientas pedagógicas ni textos, lo que importa es que existe una ley que así lo ordena, poco interesa que en los colegios no se esté cumpliendo. Hoy duerme el sueño de los justos, a nadie le interesa, se acata pero no se cumple, no tiene doliente, forma parte de las leyes inútiles.

Esta fórmula tradicional e inveterada, problema que surge, cátedra que se decreta, desnaturaliza la escuela, la aparta de sus funciones y responsabilidades. Es una confesión de parte de que tenemos una escuela cuyos contenidos y objetivos no responden a las necesidades sociales e individuales de formación. Una escuela desarticulada de la vida y sus demandas contemporáneas. Una escuela fallida, la cual se sostiene a punta  de remiendos, de cátedras. La confirmación de que la mayor desgracia de  nuestra educación  es que no enseña para la vida, ni enseña a pensar, como reclamaba el gran pedagogo Estanislao Zuleta.

La proliferación de cátedras inútiles para salir del paso, como la que ahora propone el expresidente Gaviria, pone de presente el fracaso de nuestra educación en materia  formación ciudadana. Los modelos educativos para la productividad, para el emprendimiento  y la eficiencia, para la economía naranja, para cumplir con los estándares de los organismos internacionales han apartado a la escuela de su función formativa para la vida en sociedad y el ejercicio de la vida política. Nuestra educación está reclamando una profunda reforma de sus contenidos y objetivos que responda a las nuevas realidades y necesidades.

En particular es necesario que la enseñanza de la Historia vuelva a nuestras escuelas y colegios de donde fue desterrada y reducida a dos horas semanales.  A través de la enseñanza de la historia, como asignatura esencial del currículo,  nuestros estudiantes podrán conocer de qué manera y porque se incubó el huevo de la serpiente de la corrupción, como  fueron tomando forma los ingredientes del desastre en que hemos vivido los últimos 100 años: violencia liberal conservadora, parapolítica, paramilitarismo, guerrillas, narcoeconomía, neoliberalismo rapaz, privatización de lo público, debilitamiento del estado de bienestar, profundización de las desigualdades. Podrán  sin miedo mirarse en el espejo de nuestro pasado de violencia, corrupción e injusticia, reconocer culpas propias y ajenas. Con el regreso de la historia nos ahorraríamos muchas de las cátedras  fracasadas.

No resultaría extraño que la clase política aprobara por unanimidad la Cátedra Anticorrupción que están proponiendo los liberales, y que  simultáneamente decidan rechazar los proyecto de ley que buscan rebajarles el sueldo, e impedir que sigan reeligiéndose indefinidamente y que en caso de ser condenados purguen la pena en la comodidad de su casa. Ello es posible en nuestra corrupta-democracia.

 

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