La batalla de Tibú

La batalla de Tibú

Los campesinos se enfrentan aL ESMAD por su derecho a cultivar la coca. Van seis días de disturbios sin presencia del gobierno. Las2orillas reporta desde allí.

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junio 18, 2013
La batalla de Tibú

Todo comienza el 10 de junio. 2.000 campesinos bajaron como una mancha desde La Gabarra asentándose en el kilómetro 1 bloqueando la carretera que une a Tibú con Cúcuta. Los soldados que ocupan el cantón militar que justo queda al lado de la vía observaban impávidos como los campesinos tomaban de una manera pacífica la arteria principal. El batallón no está ubicado ahí por un capricho del destino, al frente está la zona de Ecopetrol. “Ellos siempre están protegiendo al poderoso mientras que a nosotros nos echaron desde hace rato en el saco del olvido”, dice uno de los manifestantes quien para contrarrestar la sed abrasadora que provoca el calor sofocante que destila desde hace setenta años esa maltrecha y ardiente carretera. Bebe un sorbo de agua de su improvisada cantimplora.

Cómo era de esperarse las alarmas se encendieron. A las 11 de la noche el Esmad hizo presencia en la zona dispersando con granadas de estruendo y gases lacrimógenos a los pacíficos manifestantes. La reacción de los campesinos no se hizo esperar, armados de piedras, palos y cualquier objeto contundente que se encontraron le hicieron frente a los policías de acero. Se replegaron, entraron al pueblo y quemaron la sede de la fiscalía, el Esmad los siguió, se atrincheraron en la alcaldía y allí el grupo de campesinos intentó tomarse el edificio. La desigualdad de la confrontación hizo que esta durara tan solo  un par de horas. A las cuatro de la mañana lo único que quedaba en las desiertas calles del pueblo era una pesada nube de gas lacrimógeno.

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Los campesinos que habían llegado de La Gabarra no estaban allí por capricho. No existe un corregimiento en Colombia (acaso El Salado) donde el monstruo de la violencia haya atacado con más crueldad. De los años 1999 al 2004, este caserio fue el epicentro de la barbarie paramilitar. La fertilidad de sus terrenos la convirtió en el sitio idóneo para que la coca creciera a su antojo. Las Farc fueron los primeros en sembrar a mediados de los años ochenta. Para antes de que se terminara el milenio este diminuto corregimiento movía 26 millones de dólares trimestrales producto del narcotráfico. Esa es la razón por la cual La Gabarra se convirtió en una obsesión para las Autodefensas Unidas de Colombia quienes en agosto de 1999 entraron con toda su fiereza al lugar.

El estado le volteó la espalda a pesar de que los gritos desesperados salían de sus enmohecidas casas. Las AUC se fueron pero el abandono continuó. Ahora desde el alto gobierno les han dicho que deben erradicar la única planta que han cultivado desde hace 30 años. Con una ley quieren borrar de un solo plumazo tres décadas de un monocultivo obligado; o cultivaban o les volaban la cabeza. Deben erradicar sin esperar una indemnización algo que les supla el sustento. El problema de la coca debe tratarse como un problema económico, social y político y no como un problema criminal.

La fuerza desplegada por el Esmad en la noche del 10 de junio no los amedrantó. En la madrugada del pasado sábado volvieron a tomarse la vía, esta vez cuatro kilómetros más abajo. Bloquearon la carretera atravesando árboles y fabricando barreras con llantas. Según la Asociación de Campesinos del Catatumbo 3.200 personas están asentadas en este momento en el lugar. La Gabarra ha vuelto a quedar despoblada, tan solo se quedaron algunas mujeres y la fuerza pública. El corregimiento entero se movilizó.

70 años de explotación humana y de recursos colman la paciencia de cualquiera y eso es lo que se está sintiendo no sólo en el kilómetro cuatro sino en todo el Catatumbo. La sordera del gobierno ha hecho que esta zona se convierta en un polvorín. A este abandono debe sumarse las acciones insensatas de los grupos armados que siempre han rondado esta zona y los abusos de la fuerza pública. Se empieza a hablar de una alianza entre paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes. Han vuelto a aparecer los viejos fantasmas que se creían formaban parte de un terrorífico pasado. Por las calles se respira el miedo de la desaparición forzada, del asesinato impune, de las masacres selectivas.

Y además está la pobreza. Los campesinos de la zona creen que las zonas de reserva campesina podrían ser la solución. Por eso en el pliego de peticiones establecen la necesidad imperiosa de empezar a aplicarlas inmediatamente. Además le exigen a la administración departamental que les otorgue un subsidio de 1.500.000 pesos mensuales a cada familia que haya sido afectada por las erradicaciones forzadas, ya que esta medida ha provocado una grave crisis alimentaria.

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Los campesinos no piensan dar marcha atrás.  Por eso cuando en la soleada tarde del pasado sábado el Esmad volvió aparecer, los campesinos estaban preparados. A los perdigones, las bombas de estruendo y los gases lacrimógenos los manifestantes contestaron con cócteles molotov. Si escogieron esa zona fue porque allí tal y como lo indica Nelson Paez, habitante de Tibú y miembro de la Corporación Territorium “La cuatro es un sector muy  complicado, allí hay dos estaciones de gasolina y los habitantes viven de ella. El Esmad sabía que no se podía actuar sin una planificación previa y sin embargo volvieron a usar la fuerza”. El resultado de esa batalla es desolador. Todavía no se ha establecido una cifra de heridos pero si se sabe que hay tres casas quemadas, varios autos incendiados y la vía continúa cerrada.

Paralelo a esta protesta se han sumado manifestaciones en el casco urbano que exigen la renuncia del actual alcalde de Tibú Gustavo León Becerra. La administración municipal ha contestado con un toque de queda que duró del jueves hasta el pasado domingo 16 de junio. Lo que mas preocupa a los tibuyanos es que ya se empiezan a ver las consecuencias del bloqueo, desde hoy en la mañana hay desabastecimiento alimentario. El calor sofocante y el hambre se han juntado para exasperar aún más los ánimos.

Se espera que el miércoles 19 de junio la crisis termine ya que se planea una reunión con el Gobernador del departamento Edgar Díaz, el ministro de agricultura Francisco Estupiñan Heredia y la directora del Incoder Myriam Villegas además de los siete alcaldes de los municipios que conforman el Catatumbo.

Mientras tanto ellos siguen allí, firmes y en pie de lucha. Con la tristeza de saber de qué la única forma en que puede ser oído el más débil en un país injusto, es haciendo ruido. Y no hay nada más infernalmente estruendoso que el fragor de una batalla.

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