Judith Sarmiento, la presentadora que demostró que la pinta es lo de menos

Judith Sarmiento, la presentadora que demostró que la pinta es lo de menos

Con sus grandes gafas de miope y una voz firme en el set de TV Hoy en los años 80 impuso un estilo que le dio credibilidad a las noticias

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septiembre 24, 2021
Judith Sarmiento, la presentadora que demostró que la pinta es lo de menos

Cuando era una niña, en la Armenia de los años cincuenta, a la mamá de Judith Sarmiento, Doña Ofelia Granada, le preguntaban las vecinas que cuando le iban a arreglar el problema de voz que tenía. La mamá, resignada, respondía: “No hay plata para mandarla a Bogotá, nos toca dejarla así. Pobrecita mi niña”. ¿Se imaginan lo que nos hubiéramos perdido si los Sarmiento hubieran tenido los recursos para “curar” a la niña?

En una época en donde las reinas empezaban a apoderarse de la pantalla chica, Judith fue un paradigma que creó una escuela. Por eso periodistas como Gustavo Gómez Cordoba la reconocen y la adoran como lo que es, una maestra absoluta del periodismo. Y como tantos otros comunicadores Judith Sarmiento es una intelectual extraviada en la información. Profesora del Externado, del Politécnico y, aunque cueste trabajo creerlo de la Universidad Militar, a donde le dio historia del derecho a oficiales de alto rango, Judith siempre ha sido una profesora. Después de graduarse como bachiller aprendió todo del oficio de maestra dando clases en el Colegio Granada que le pertenecía a su abuelo, Eudoro Granada. Incansable, además, se graduó de abogada en El Externado junto con su padre quien decidió, pasados los sesenta, afrontar hasta el final una carrera universitaria.

Siempre soñó con estudiar filosofía porque estaba convencida que a este mundo torcido lo podía cambiar solo los filósofos. Y con esa sabiduría y ese temple se ganó un puesto primero en Radio Todelar, luego en Caracol Radio y en Radio Sucesos RCN. Sin importarle que no tuviera el físico que teóricamente debería tener una presentadora de televisión, fue el rostro de Telediario al lado de Arturo Abella. El recientemente fallecido Javier Ayala le abrió las puertas de su informativo, el Noticiero Nacional para que fuera una de las presentadoras de noticias más icónicas de la televisión nacional a finales de los años ochenta.

La confianza que le tenían los medios de comunicación era tan grande que la mandaban sin pensarlo demasiado a hacer cubrimientos tan osados como en Beijing, para constatar cómo era el estado de la mujer en esa ciudad. Judith perdió contacto con su ciudad, Armenia, en su primera madurez. En 1989, con motivo del centenario de la ciudad, y entonces la redescubrió. Ella fue una de las organizadoras de los eventos conmemorativos y entonces se juró que regresaría a vivir después de jubilarse.

Y 32 años después cumplió la promesa. Alejada parcialmente del periodismo Judith Sarmiento está dedicada desde hace 15 años a su otra pasión: el coro. Ahora es una de las voces que más se escucha en el coro de música antigua llamado Discantus dirigido por el maestro Leonel Arboleda. En Armenia está feliz, sobre todo porque se siente viviendo en un pueblo grande,  afirmación que ella misma hace sin que suene peyorativo. Sólo recordar el frío intenso de Bogotá y los caóticos trancones de la capital hacen que no se arrepienta de haber tomado una decisión tan trascendental como la de vivir, cerca de los 70 años, en el lugar donde nació. Judith es una catedral del periodismo, una precursora, una maestra que sigue formando gente y a la que se debe revisitar cada vez que se quiera saber sobre el oficio.

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