Este domingo los colombianos tendremos la oportunidad de ejercer nuestro derecho al voto y elegir entre dos proyectos de país opuestos liderados por dos candidatos poco idóneos. Por un lado, tenemos a un candidato que fue alcalde de Bogotá con resultados mixtos y al que se le ha puesto la etiqueta de “castrochavista”. Por otro lado, tenemos a un candidato sin experiencia que muchos no conocíamos hasta hace un año y que es patrocinado por un movimiento político autocrático: el uribismo.
Ante este dilema es comprensible la apatía: para muchos la elección no es por el candidato que mejor los representa sino por el que representa un mal menor. Para afrontar esta compleja situación, lo más sensato es comparar los peligros que personifica cada uno y así poder tomar una decisión informada. A fin de cuentas el resultado de estas elecciones nos va a afectar a todos por los próximos cuatro años.
Empezaré con Petro. En papel todo lo que propone suena utópico. Quiere reducir la desigualdad, defiende a las minorías, se opone al fracking y al glifosato, quiere invertir menos en guerra y más en salud y educación, apoya la legalización (se ha comprobado que la prohibición causa más problemas que los que soluciona), y dice que va a luchar contra la corrupción (recibió el apoyo de Claudia López, promotora de la Consulta Anticorrupción). Pero Petro inspira desconfianza por su desempeño como alcalde y por afirmaciones públicas que ha hecho en varias ocasiones. Tanto así que la misma López junto con Mockus lo hicieron firmar 12 compromisos en mármol (literalmente) antes de darle su apoyo: “No expropiaré”, “No convocaré a una asamblea constituyente”, etc.
A pesar de sus problemas de gestión como alcalde, cuando ejerció ese cargo fue consecuente con lo que ahora promete como presidente. Subsidió el agua para estratos 1 y 2, creó la Secretaría de la Mujer y el Centro de Ciudadanía LGBTI, acabó con las corridas de toros y los vehículos de tracción animal (“zorras”), incrementó el presupuesto para la educación y creó los Centros de Atención Móvil a Drogodependientes. Sin embargo, su iniciativa Basura Cero que pretendía estatalizar el sistema de recolección de basura fue mal ejecutado, resultando en su destitución como alcalde. El temor razonable es que su llegada a la presidencia resulte en los mismos problemas de gestión pero a una escala mayor.
Duque, por su parte, tiene propuestas diametralmente opuestas a las de Petro. Defiende el modelo extractivista, el servicio militar obligatorio, el uso del glifosato para erradicar cultivos ilícitos, que la familia debe estar conformada por un hombre y una mujer, etc. Es un candidato que (por admisión propia) nunca ha tenido más de 6 personas bajo su mando y que solo ha sido senador por un periodo. Ha logrado sus actuales niveles de popularidad gracias al patrocinio de Álvaro Uribe, cuyas ideas abandera. Su llegada a la presidencia representaría un retorno al poder del Uribismo junto con su historial de chuzadas, violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. En otras palabras: un Estado autoritario que no ofrece garantías a sus ciudadanos.
Se ha hablado mucho de Venezuela en estas elecciones como referente de lo que podría suceder en Colombia. Es un argumento desafortunado y mal intencionado que no obstante ha permeado el imaginario colectivo. De quedar electo Gustavo Petro, éste se vería enfrentado a un Congreso que mayoritariamente se opone a su proyecto político. Es decir, tendría que haber un diálogo entre la rama ejecutiva y la rama legislativa para llegar a un consenso: la base de la democracia pluralista. Sus propuestas socialistas pasarían por un filtro conservador, viéndose reguladas y aterrizadas. De quedar electo Iván Duque, este tendría mayorías en el Congreso por lo que controlaría dos de las ramas del poder público. Y ya dio a conocer su intención de hacer modificaciones estructurales a la rama judicial, lo que resultaría en un solo proyecto político controlando las tres ramas del poder; no muy distinto a lo que pasa en nuestro país hermano.
Lo único que se logra al hablar de Venezuela, a parte de infundir miedo, es invisibilizar los problemas que actualmente afectan a nuestro país. Pobreza, desigualdad, conflicto armado, desplazamiento forzado, narcotráfico, abuso de la fuerza pública, asesinato de líderes sociales, deterioro ambiental, corrupción, y ya que tocamos el tema, inmigración de venezolanos. Estas no son amenazas hipotéticas, son una realidad que ya se vive en nuestro territorio, y de las dos opciones para presidencia hay una que intenta dar solución a muchos de estos problemas mientras la otra amenaza con empeorarlos. Este domingo no va a definir si flotamos o no hundimos, en muchos sentidos ya nos estamos hundiendo. Está en nuestras manos elegir cómo superamos esta crisis, asumiendo los riesgos y contrapesos que conlleva cada una de las propuestas. No le dejemos el futuro del país a la suerte, elijamos.
Sé que todos queremos lo mejor para Colombia y que al final son más las cosas que nos unen que las que nos separan. Sin importar el resultado, le deseo éxito a nuestro próximo presidente, sabiendo que las ciudadanías libres estaremos vigilando cuidadosamente su gestión. Lo dice nuestra constitución: la soberanía reside exclusivamente en el pueblo.
