Hablemos de coca...
Opinión

Hablemos de coca...

Algo debe cambiar en los frentes de la dura batalla contra la droga. Las políticas públicas se desgastan, y por eso no podemos seguir haciendo más de lo mismo

Por:
julio 18, 2016
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La oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Unodc, presentó en Bogotá su informe anual de Monitoreo de territorios afectados por cultivos ilícitos. En ese informe se confirma que nuestro país, de lejos, es campeón mundial en la producción de cocaína.

Nadie en el mundo tiene sembrada en su territorio tantas hectáreas de hoja de coca: 96.000; a nadie le rinde tanto la hoja fresca: 4,8 toneladas métricas produce una hectárea en un año; 74 500 hogares se encuentran involucrados con el cultivo de coca; a los productores les compran la hoja en la puerta de su casa a $3000 por kilo; en promedio, por un kilo de pasta base de cocaína los delincuentes ofrecen $2 millones y pagan $ 4,7  millones por el kilo convertido en clorhidrato; pero en el mercado internacional, cada kilogramo sube sustancialmente, porque se paga en dólares y en la medida que la ciudad mercado se encuentre más lejos de nuestras costas... mayor el precio del kilo y del gramo.

La coca repleta de químicos, ácidos, permanganatos, gasolina, disolventes, se consume por la boca, por la nariz o por las venas, dependiendo del apetito o enfermedad del consumidor; arruina el cerebro, destruye el corazón y causa daños irreparables en órganos sensibles.

La coca destruye familias, crea dependencia económica en tenderos, expendedores de gasolina, comerciantes lícitos, vendedores de insumos químicos y desempleados; su oscura y nauseabunda atmósfera se mezcla con prostitución, corrupción, violencia, basura, delincuencia, redes del crimen organizado, que paralizan el desarrollo donde persiste la compleja dinámica y relación de la producción con los territorios.

Ingentes esfuerzos ha hecho el país para combatir el flagelo de las drogas. Los colombianos reconocen el valor de su fuerza pública y las autoridades que han enfrentado las mafias que cegaron las vidas de cientos de policías, militares, civiles, líderes nacionales, dolor en miles de familias. Sin duda, se ha combatido con decisión al narcotráfico; nuestra fuerza pública es la que más aporta en incautaciones a nivel global.

Sin embargo, algo debe cambiar en los frentes de esta dura batalla. Nariño sigue siendo el departamento con más cultivos de coca, Tumaco contiene el 18 % de la producción nacional. El 87 % del incremento en cultivos de coca sucede en zonas que históricamente han sido sembradas y el 50 % de los cultivos se localizan en 10 municipios.

 

 

Por qué si durante los años 2005 y 2015 se han asperjado con glifosato
375 688 hectáreas de hoja de coca sobre la ruralidad nariñense
no hemos logrado reducir su producción

 

Es necesario reflexionar por qué razón, si durante los años 2005 y 2015 se han asperjado con glifosato 375 688 hectáreas de hoja de coca sobre la ruralidad nariñense, no hemos logrado reducir su producción.

Tal incremento en la producción de coca tiene varias justificaciones: falta de efectiva presencia institucional en los territorios vulnerables, la ocupación desordenada del territorio,  la compleja arquitectura institucional responsable de enfrentar el fenómeno de las drogas, la carencia de oportunidades para productores que ven en lo ilícito una salida a sus necesidades vitales; no existe una red de vías terciarias, ni medios para transportar productos lícitos a las plazas de mercado. Existen otros elementos coyunturales como el incremento de los precios por hoja de coca, la reducción del riesgo asociado con la actividad ilícita debido a la suspensión de la aspersión aérea con glifosato, la posibilidad de evitar la erradicación manual mediante bloqueos a la fuerza pública, las crecientes expectativas para recibir beneficios como contraprestación por la eliminación de los cultivos ilícitos, que motivaron a sembrar más coca.

Las políticas públicas se desgastan,  y por eso no podemos seguir haciendo más de lo mismo; para romper el espinazo de la coca, hay que combatir con la misma intensidad todos los eslabones de la cadena productiva y actuar con inteligencia en todos los frentes del problema.

La mesa de conversaciones en La Habana, alcanzó un acuerdo trascendente para enfrentar el problema de las drogas ilícitas y en comunión con ese acuerdo inició la semana anterior el proyecto piloto de sustitución de cultivos ilícitos en el municipio de Briceño-Antioquia.

La sustitución acordada en Briceño, debe ser un instrumento idóneo que convenza al campesino de que es un actor clave del desarrollo territorial, que se pueden desarrollar economías propias lícitas.

Las estrategias de confrontación directa pusieron a pelear al Estado con los campesinos; es por eso, que las nuevas estrategias de sustitución deben promover más el diálogo, una dimensión desconocida en la profundidad nacional, donde las cosas se impusieron a la fuerza. Se necesita recuperar la confianza en el Estado y que los gobiernos cumplan sus planes y sus propuestas.

Colombia debe terminar su protagonismo en el mundo de las drogas; profundizar nuestra democracia implica efectividad y legitimidad, y esa ecuación solo será viable en la medida que podamos multiplicar el diálogo para tomar decisiones que faciliten invertir más tiempo y dinero, en hacer cosas distintas.

 

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