Genocidio armenio, una disputa por la memoria

Genocidio armenio, una disputa por la memoria

Cien años después de los hechos sigue existiendo un auténtico debate al respecto. Sin embargo, el reconocimiento de Biden marca un punto de inflexión

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
mayo 05, 2021
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Genocidio armenio, una disputa por la memoria

A pocos días de salir de la Casa Blanca, tras alterar el equilibrio democrático al promover la fallida toma del capitolio, Donald Trump acusó a China de cometer genocidio contra los uigures. Los uigures son un grupo étnico islámico que habita en regiones del oeste de China, especialmente en la provincia de Xinjiang. Comparten rasgos identitarios con los pueblos de los antiguos estados soviéticos de Asia central. Desde hace varios años se viene alertando que son víctimas de un acelerado proceso de limpieza étnica, auspiciado por el régimen de XI Jinping.

En algunos territorios de Xinjiang se han construido circuitos ultrasecretos de campos de reeducación (un archipiélago Gulag) donde los uigures son llevados para ser reeducados. Según relatos de cientos de sobrevivientes y desertores, en estos campos se han cometido infinida de violaciones a los derechos humanos. De ahí la importancia de la acusación de Trump, en términos diplomáticos, le dijo al mundo que en China se viene ejecutando un genocidio y crímenes contra la Humanidad.

En la línea de Trump, pero en reivindicación a la memoria histórica del pueblo armenio, el 25 de abril el presidente Biden reconoció la matanza del pueblo armenio como un genocidio. Así Estados Unidos se suma a otros 30 países que han calificado una de las mayores matanzas que se cometieron antes de la Segunda Guerra Mundial como un hecho genocida. Inmediatamente el régimen del autócrata Recep Erdogan reaccionó cuestionando la posición de Biden como imprecisa y carente de validez histórica. Ankara llamó a consultas a su embajador.

La molestia de Erdogan se debe a que la denominación de genocidio choca con la versión oficial que el Estado turco, principal heredero histórico y político del Imperio Otomano, ha construido sobre esos crímenes. Históricamente, Turquía ha desestimado los alcances de las matanzas, evadiendo responsabilidades y tensionando sus relaciones con los Estados que se atreven a cuestionar su “versión oficial”. A más de 100 años del genocidio, se sigue viviendo una auténtica disputa por la memoria.

¿Qué fue el genocidio armenio?

Antes del holocausto y las atrocidades cometidas por los nazis, el paradigma moderno de genocidio se representó en la limpieza étnica y las marchas de la muerte perpetradas contra un millón (las cifras varían según la fuente) de armenios étnicos en Asia Menor. Ocurrió entre 1915 y 1917 en el corazón oriental del antiguo Imperio Otomano, en el marco de la Primera Guerra Mundial, cuando el otrora poderoso Imperio se desmoronaba a pedazos. En la perpetración del genocidio el Comité de Unión y Progreso (CUP) alineado con los jóvenes turcos, principal fuerza política del imperio, encontró una alternativa para resolver la “cuestión armenia”, es decir, la presencia de la minoría étnica cristiana ortodoxa en un imperio de mayoría musulmana. Con la finalidad de prevenir un mayor nivel de organización y reclamos de autonomía en el extremo oriental del Imperio, Talaat Pasha (hoy día un héroe nacional en Turquía), ministro del interior y principal dirigente de los jóvenes turcos, ordenó la expulsión sistemática de los armenios.

Entre 800.000 y 1,2 millones de armenios fueron condenados a una serie de marchas de la muerte hacia el desierto sirio. A ello sobrevino una serie de robos, violaciones y matanzas.

Aproximadamente un millón murieron (Turquía reconoce 300.000) y se estima que entre 100.000 y 200.000 mujeres y niños se convirtieron por la fuerza al islam.

A más de un siglo de los hechos, existe un consenso académico sobre los alcances del exterminio. Hay abundante evidencia documental, literaria, testimonial e histórica que da cuenta de sus impactos; sin embargo, Turquía resiente a reconocer esos alcances o siquiera admitir la palabra genocidio. Una verdad oficial negacionista se ha enquistado en la memoria de los dirigentes turcos, renuentes a mirar hacia el pasado y empañar la memoria de los padres fundadores del moderno Estado turco (los jóvenes turcos terminaron integrados al movimiento nacionalista de Mustafa Kemal).

Inclusive, el tema es una línea roja en su política exterior, al punto, que durante el último siglo han promovido en la comunidad internacional su verdad oficial, configurando una narrativa de encuadre histórico que considera exagerado el número de muertes, atribuyendo a otras circunstancias las matanzas y resaltando la legitimidad histórica de la reubicación de los armenios.

Mirar hacia el pasado sin negar el presente 

Sin duda, el reconocimiento de Biden marca un punto de inflexión en la comprensión internacional del genocidio. Pero en Turquía nada cambiará. Las calles, escuelas y mezquitas construidas en honor a Talaat Pasha no serán derribadas o cambiarán su nombre. En ese campo de disputa que es la memoria tras el cierre de una guerra, gran parte de la dirigencia turca decidió cerrar filas en torno a una visión unilateral de la historia, evitando asumir responsabilidades. Una reacción muy diferente a la que adoptó el pueblo alemán tras el holocausto, acelerando un proceso de desnazificación, ahí la diferencia es que los nazis fueron derrotados. En la Turquía de la primera posguerra fueron los ganadores quienes edificaron la memoria fundacional del Estado. Los armenios fueron los derrotados.

Inicié este texto recordando el reconocimiento y la acusación de Trump al genocidio que el régimen de XI Jinping viene cometiendo contra la minoría islámica de los uigures. Situación similar a la que viven cientos de miles de rohingyas, otra minoría musulmana, en el sudeste asiático. Son dos genocidios que, en este momento, ahora mismo, en pleno siglo XXI, se están cometiendo contra cientos de hombres, mujeres y niños. ¿Algo se puede hacer? Ya que esperar cien años para reconocer que sí se cometieron crímenes contra la humanidad no servirá de mucho para quienes en el presente están siendo víctimas de la destrucción de su memoria e identidad.

* Para una compresión humana de la memoria del genocidio armenio recomiendo dos libros: Nieve del nobel Orhan Pamuk y El libro de los susurros de Varujan Vosganian.

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