Han transcurrido 20 meses desde cuando se intensificó el genocidio en Gaza, convertido en la arremetida más larga y mortífera de Israel contra Palestina desde 1948. Con la complicidad de EEUU y Europa y la indiferencia de la mayoría de los demás Estados, se han roto todos los límites de crueldad y cinismo. Todo se transmite en vivo y en directo.
El 18 de marzo Israel rompió la frágil tregua alcanzada, precisamente cuando debía iniciarse la segunda fase que lo obligaba a retirarse de Gaza y finalizar los bombardeos. Netanyahu le comunicó a Trump lo que él mismo ya sabía e impulsaba: su objetivo era “la victoria total” sobre Hamás.
En desarrollo de su política de «tierra quemada», su gabinete de seguridad aprobó la «Operación Carros de Gedeón», que incluye evacuar a toda la población.
De acuerdo con el canal oficial israelí Kan 11, se busca confinarla en Rafah, forzar a Egipto a abrir la frontera y asentarla en la Península del Sinaí y Libia. Entonces Israel procederá a la declaración unilateral de su soberanía sobre Gaza y sus territorios marítimos.
El plan de limpieza étnica es de largo aliento. Se trata de arrasar con los vestigios del pueblo palestino, su historia, territorio, cultura, arraigo. Por lo pronto, quieren controlar el reparto de ayuda humanitaria y sacar a la ONU y demás agencias humanitarias. Dejarlo en manos de agencias privadas estadounidenses que se están contratando.
A ninguna organización internacional le queda la menor duda de que se trata de un genocidio. El DIH prohíbe la hambruna de civiles como método de guerra. El Estatuto de Roma, base de la CPI, señala con claridad que someter al hambre a la población de manera deliberada es un crimen de guerra. Las pruebas han sido ampliamente documentadas.
Se han escuchado múltiples declaraciones públicas por parte de las autoridades sionistas, en las que expresan su intención de utilizar deliberadamente el hambre como instrumento para acabar con el pueblo palestino. Históricamente, pero ahora con mayor intensidad, se ensañan contra las mujeres jóvenes, niños y niñas. Se trata de extinguir el presente y el futuro de todo un pueblo.
A ese objetivo le apuntan los bombardeos, cuyo poder destructor supera varias veces al de la bomba lanzada por EEUU en Hiroshima hace ochenta años. Altos dispositivos tecnológicos les permiten identificar los blancos, sin dejar nada al azar. Viviendas, campamentos de refugiados, escuelas, parques, mercados y servicios esenciales, hospitales, ambulancias y personal sanitario.
Las vías fluviales, aéreas y terrestres, las ruinas, registran altísimos niveles de contaminación toxica por los residuos químicos de los bombardeos.
Las tragedias que se conocen de los hospitales son horripilantes. El sufrimiento no tiene límites
Las tragedias que se conocen de los hospitales son horripilantes. El sufrimiento no tiene límites. Un médico se esfuerza en salvar a un joven moribundo, y cuando por fin lo logra, este muere al salir del hospital, por una bomba. Una pediatra del hospital de Nasser, en Khan Yunis, que trabaja día y noche para salvar vidas, recibe allí los pedazos de sus 9 hijos, después del bombardeo de su vivienda.
Solo en la última semana se cuentan más de 600 personas muertas, como consecuencia de los bombardeos.
Debido a la presión internacional, Netanyahu tuvo que reanudar el ingreso de ayuda a cuentagotas. “Una gota en un océano de necesidad”, señalaron las agencias humanitarias.
La actitud de la Unión Europea no puede ser más vergonzosa. Kaja Kallas, su representante para la Política Exterior, anunció que revisaría el acuerdo con Israel por considerar “inaceptable” la situación de Gaza y por las “posibles” violaciones a los derechos humanos.
Este mismo pedido lo hicieron hace un año Irlanda y España sin recibir ninguna acogida. Recordemos que La UE es el mayor socio comercial de Israel y el receptor del 28.8% de sus exportaciones. Y, por supuesto, sus países son importantes proveedores de armas a Israel.
Un poco menos gaseosa fue la respuesta de Canadá, Francia e Inglaterra, al anunciar “medidas concretas” si Israel proseguía con la invasión.
Las imágenes de multitudes desplazadas amontonadas frente a la ventana de una panadería en un campo de refugiados para conseguir un pan son denigrantes e indignas.
El drama de las madres gestantes y los neonatos sigue siendo indescriptible.
El jefe de la ayuda humanitaria de la ONU advirtió el martes pasado que hay 14.000 bebés que podrían morir en pocos días por malnutrición aguda severa. Unicef señaló que 71.000 niños y niñas requerían tratamiento urgente para evitar la malnutrición aguda.
Expertos afirman que todos los 2.1 millones de habitantes de la Franja sufren de inseguridad alimentaria aguda en las categorías más graves, 4 o 5. Esta última se considera catastrófica.
Otro asunto gravísimo es la salud mental. Yasser Abu Mamei, un psiquiatra palestino, informa al respecto: “Los niños no logran dormir, tienen pesadillas y comportamientos agresivos. Solo ven destrucción, bombardeos, órdenes de evacuación, muertos... Hay cientos de niños solos, que deben cuidar incluso a sus hermanos menores porque han perdido a sus padres en los bombardeos.
Concluimos con las palabras de Muaz Musaa, activista y refugiado palestino: En el mundo “prevalece un discurso sionista, racista, fascista, que ignora la existencia del ser humano palestino, considera su existencia como un obstáculo a sus proyectos”.
“La firmeza y resistencia del pueblo Gaza se han convertido en un motor del despertar global, manifestaciones de millones de personas libres (…) a pesar de toda la muerte y la destrucción, está redefiniendo la humanidad.
Le recuerda al mundo que el coraje no necesita ejércitos, que la dignidad no puede ser bombardeada y que la resistencia no es solo un acto político, sino un acto existencial. Es la única fortaleza que no cayó, ni militar ni moralmente. Si el mundo no escucha hoy los gritos de Gaza, solo oirá el sonido de su colapso moral.
Si muere Gaza, muere la humanidad, señaló Petro.
De la misma autora: Día de la Victoria y resurgimiento del fascismo