Gavilla contra Petro vs. Fico: más de lo mismo

Gavilla contra Petro vs. Fico: más de lo mismo

Conocida la más reciente encuesta, se han configurado las alianzas políticas que apoyan a los candidatos más opcionados. Un análisis del exrector de la U. Nacional

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mayo 02, 2022
Gavilla contra Petro vs. Fico: más de lo mismo
Fotos: Instagram

Conocida la más reciente encuesta, de las consultas presidenciales y de la integración del nuevo Congreso, se han configurado las alianzas políticas que apoyan a los candidatos más opcionados: Gustavo Petro (43,6 %), Federico Gutiérrez (26,7 %), Rodolfo Hernández (13,9 %) y Sergio Fajardo (6,5 %) que buscarían ganar el próximo 29 de mayo, donde el Pacto Histórico aspiraría coronar ganar en primera vuelta, el Equipo por Colombia de Fico, frenar esa posibilidad con el apoyo del oficialismo liberal y el Centro Esperanza remontar con Fajardo. No obstante, en segunda vuelta El Pacto Histórico le ganaría al Equipo por Colombia con un 52,4 % frente al 45,2 %.

Los jefes de los partidos políticos tradicionales se han aliado, y con la llegada del expresidente César Gaviria se suma a Pastrana (Conservador) y Uribe (Centro Democrático), más Cambio Radical, Colombia Justa Libre y seguramente Ingrid Betancur (Oxígeno Verde), engrosarán la “gavilla” para detener el cambio que propone el Pacto Histórico, con la fórmula Petro-Francia Márquez.

Las reacciones no se han hecho esperar, y en especial, el Partido Liberal, con el liderazgo de cinco senadores encabezados por: Fernando Velasco, Guillermo García Ralpe, Juan Diego Echavarría y más de catorce representantes a la cámara, que integran el bloque rebelde, que apelan a las bases del partido, alzando “la bandera roja que simboliza la herencia dejada por grandes reformistas, la misma bandera que abolió la esclavitud y que le dio una función social a la propiedad privada, que con Alfonso López lideró la Revolución en Marcha, impulsó un nuevo contrato social, que luego se materializó en la constitución del 91, que se la jugó por la paz, y hoy pide trasformaciones profundas y progreso para Colombia”.

Sin transgredir los estatutos del Partido Liberal y acatando el sentir del pueblo liberal, de su juventud y de quienes piensan como liberales, sienten que conformaría una tendencia mayoritaria al interior de la colectividad y apoyan la aspiración de Gustavo Petro a la presidencia.

La “gavilla” citada y el propio presidente Iván Duque buscan atajar y contradecir todo lo que diga el candidato del Pacto Histórico. A este bloque se suma el general de las FFAA, Eduardo Zapateiro, quien asumió una posición política deliberante, violando la Constitución que en el Artículo 219, establece: “La Fuerza Pública no es deliberante… Los miembros de la Fuerza Pública no podrán ejercer la función del sufragio mientras permanezcan en servicio activo ni intervenir en actividades o debates de partidos o movimientos políticos”.

La actitud de Zapateiro no mereció sanción ni llamado de atención por parte del presidente, y tampoco del minDefensa Diego Molano. Ya había asumido una posición controvertida, tras la muerte de Jhon Jairo Velásquez (Popeye), confeso jefe de sicarios del narcotraficante Pablo Escobar, cuando le envió un mensaje de pésame, irrespetando a las víctimas del narcotráfico y deshonrando la memoria de los hombres de las Fuerzas Armadas caídos en esta guerra.

Esta situación no es nueva, entre algunos mandos de las fuerzas militares, pero la directriz del “Comandante Supremo”, el presidente, hace la diferencia. Cómo no recordar al expresidente Alberto Lleras Camargo, quirn el 9 de mayo de 1958, ante el intento de golpe de Estado, puntualizó de manera categórica: “La política es el arte de la controversia por excelencia. La milicia, el de la disciplina. Cuando las Fuerzas Armadas entran a la política se quebranta su unidad, porque abre la controversia en sus filas” y además recalcó, que no son deliberantes, que no es solo un capricho de la constitución, sino que es algo necesario de sus funciones, puesto que las fuerzas armadas son de toda la nación y para todo el país y no debe generar “excepciones de grupo, ni de partido, ni de color, ni de creencias”, y agregó “Yo no quiero que las Fuerzas Armadas decidan cómo se debe gobernar a la Nación, en vez de lo que decida el pueblo”.

Irónicamente, con el “caso Zapateiro”, la JEP adelantaba en audiencia pública el proceso de los falsos positivos, algunos oficiales y suboficiales, aceptaron su responsabilidad en crímenes de guerra y de lesa humanidad por el no respeto a la vida, convirtiéndose en “asesinos y monstruos para la sociedad, máquinas de muerte que utilizaron el uniforme para dar resultados, convirtiendo a población inocente en guerrilleros o delincuentes comunes”.

El cambio en la doctrina militar se ha venido deteriorando, con la agudización de la violencia, el rol de las Fuerzas Militares, cambio en la década de los 50 e inicios de los 60, pasando al mantenimiento de la seguridad a través del control del orden público con la figura del estado de sitio.

En el gobierno Julio Cesar Turbay (1978) se promulgó el Decreto Legislativo 1923, “Estatuto de Seguridad”, con lo cual se le dio mayor poder a la fuerza pública en el entendido de confrontar la subversión, ante las condiciones de inseguridad y aumento de la protesta social, que llevó a la persecución del movimiento sindical y de intelectuales contestatarios.

El presente gobierno ha concentrado todos los poderes y los organismos de control, rompiendo el equilibrio constitucional y legal, conduciendo a un peligroso régimen de “dictadura civil”, que intenta inclinar la balanza del debate electoral a favor del candidato de la derecha.

Este panorama nacional se ha enrarecido por la ineptitud e incapacidad del actual Gobierno que nos deja un país sumido en la violencia, el miedo y la inseguridad ciudadana.

Las malas políticas económicas, sociales y fiscales de este gobierno incrementaron el desempleo (14,6 %) que afecta principalmente a los jóvenes y las mujeres; la pobreza (40,2%); una inflación galopante (8,5 %), la más alta registrada en los últimos años, y donde el aumento de precios de los alimentos (25,4 %) afecta el bolsillo de las familias colombianas más vulnerables.

La inflación, la seguridad alimentaria y energética agudizó la situación en la agricultura que perdió durante una década un millón de hectáreas, “ las importaciones de comida se multiplicaron siete veces. Los campos se llenaron de cultivos de coca.. hasta colocar al país en el primer puesto de la producción mundial de esa especie”; un déficit fiscal acumulado en un 7,1% del PIB y un peligroso endeudamiento que representa el 50 % del Producto Nacional. Con lo cual se han incrementado las desigualdades económicas y sociales (Gini, 0,55), que nos coloca como el segundo país más desigual de la región, el quinto en el mundo y el primero dentro del grupo de 38 países que conforman la Ocde.

Desde hace más de 30 años, los distintos gobiernos han detenido la opción socialdemócrata o de un capitalismo progresista que redistribuya la riqueza, democratice la tenencia de la tierra y castigue el capital especulativo y financiero. El país se abrió hacia un modelo neoliberal que destruyó la industria y la agricultura nacional, reprimarizó la economía, aumentando la pobreza, el desempleo y la desigualdad económica y social.

El gobierno Duque durante el primer año se dedicó a obstaculizar los acuerdos de Paz, postergando el primer punto del acuerdo respecto de la reforma agraria integral y un compromiso de integración económica, social y política, que permita un nuevo ordenamiento territorial que sustituya las economías ilegales y la acelerada desforestación de los bosques.

Es evidente, el avance de los cultivos ilícitos, en especial de la coca, a pesar de la meta de la reducción en un 50% que se había fijado el gobierno para el 2023, el Departamento de Estado, en declaración de Juan González, asesor de Seguridad Nacional para occidente, reconoce su fracaso y su corresponsabilidad: “Nosotros reconocemos que el tema del narcotráfico es una responsabilidad compartida porque el 90 por ciento de la coca o más llega a EE. UU. gracias a la demanda que aquí existe y por eso hemos estado invirtiendo miles de millones de dólares en el problema, tratando el consumo como un tema de salud pública.”(EL TIEMPO- 24/04/2022)

Los resultados de la política del gobierno en todos los ámbitos son precarios. Así lo revela el último informe realizado por la Ocde, en relación a la “Agenda 2030 para el Desarrollo sostenible y sus 17 objetivos (ODS)”. Colombia solo ha cumplido 11 de las 117 metas establecidas y dentro de esta tendencia solo se adicionarán un máximo de 12 metas más, esto es un 28% del total de los objetivos trazados.

Los resultados más bajos son: hambre, nutrición, empleo, corrupción y soborno. Según el informe, la malnutrición se sitúa en un 3.05 cuando la meta es de un 2.2; la pobreza multidimensional se mantiene inalterada, “el 5 % de la población sigue viviendo con menos de US$1.90 al día y el 18% aún no tiene acceso a servicios de saneamiento gestionados de forma segura”. Así mismo, el Dane ilustra la pobreza monetaria en Colombia para el 2021, donde el panorama más dramático se ubica en los centros poblados y zonas rurales del país:

La pobreza monetaria extrema llegó a 12,2 % en el ámbito nacional, lo que mostró que el país pasó de 7,4 millones de personas en esta condición en 2020 a 6,1 millones en 2021, una disminución de 1,3 millones de personas.

En educación, en 2018 solo un tercio de los jóvenes de 15 años de edad llegó al nivel mínimo de competencia Pisa en Matemáticas y únicamente la mitad lo logró en Lectura. Es innegable que la desigualdad de ingresos, el desempleo y la corrupción están en la base de estos resultados.

¿Quién de los candidatos tiene una respuesta sustentable y conectada con esta realidad más allá de articular unas maquinarias para ganar unas elecciones?

Los problemas estructurales de Colombia requieren, además de un buen diagnóstico, de gobernabilidad apoyada en un gran “Bloque Histórico”, que plantee soluciones a largo plazo, “un cambio tranquilo” y no continuar, como señalaba el libertador Bolívar: “Con la hueca retórica que nada resuelve y con la sanguinaria violencia que todo lo arrastra”.

El superar la crisis, como otros países lo han logrado, implica acabar la brecha social y la polarización política para no caer en “Un caos de estériles guerras civiles, de conspiraciones sórdidas y en ellas, se perderán toda la energía, toda la fe, la razón necesaria para aprovechar y dar sentido al esfuerzo que nos hizo libres…. acosados por los mismos imbéciles de siempre, los astutos políticos, con alma de peluquero y trucos de notario, que saben matar y seguir sonriendo y adulando”. (R Mosquera. Colombia Frente a la Globalización, Opción Europa. 2020).

¿Hemos aprendido la lección o queremos más de lo mismo?

Adenda: Si se aliaran Fajardo y el ingeniero Hernández con el Pacto Histórico, se puede ganar la presidencia, superar la oscura noche del uribismo y darle un ritmo ponderado a los cambios que demanda el país.

 

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