Fuckyear: un libro sobre el año de la pandemia

Fuckyear: un libro sobre el año de la pandemia

Todo cambió después de que el virus irrumpiera y pusiera patas arriba el orden establecido. Un libro sobre la desazón suprema

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abril 30, 2021
Fuckyear: un libro sobre el año de la pandemia

"Pandemia”, hasta antes del 2020, era una palabra cuyo significado e implicaciones estaban limitadas a las películas de oscuros futuros apocalípticos, a referencias de tiempos en blanco y negro o medievales; nada que ver con nuestra reluciente sociedad tecnológica e hipercomunicada.

La aparición de un evento catastrófico, que pudiera alterar a escala mundial el funcionamiento de los países, deteniendo las sacrosantas cifras de crecimiento económico, era algo que
pocas personas tenían en su imaginario, a pesar de las repetidas advertencias que se venían haciendo hacía décadas -incluso siglos- desde diversos sectores, preocupados por las consecuencias de la globalización de la economía y el modelo de estímulo al crecimiento en el consumo, como una fuente segura de bienestar.

Y fue así que, incluso teniéndola enfrente en curso de colisión evidente, nos pilló en bañador esa ola descomunal llamada COVID-19, que derrumbó en pocas semanas la arrogancia de una sociedad, cuyas cabezas, pareciera, se sentían invulnerables, absortas en las pantallas de sus redes sociales. Tal vez pensamos que China quedaba muy lejos y que la enfermedad no iba a pasar de ser un video divertido sobre cómo ponerse un tapabocas correctamente. Pero nada, un virus, minúsculo, invisible, puso de rodillas a la máquina mundial.

Un año ha pasado ya, un año que nadie vivo había tenido sortear tan siquiera un poco parecido. Hoy apenas estamos tratando de entender las implicaciones del sacudonazo que mostró que nuestro sistema de vida, además de tener una estructura tremendamente frágil, no cuenta siquiera con una llanta de repuesto en su diseño.

La pandemia, que ha llegado en un tiempo de agitación política, de posiciones irreconciliables, de levantamientos igualitarios postergados, ha servido de medio de contraste para evidenciar el tamaño de nuestro despropósito social, que había logrado maximizar la desigualdad y la indolencia, prometiéndonos la pertenencia al grupo selecto de privilegiados si nos esforzábamos lo suficiente, si conseguíamos que “el universo conspirase” a nuestro favor.

Pero ni dioses, ni billetes, ni bolsillos poderosos se han compadecido o ni podido maniobrar sin daño a nuestro sistema, que puso sus servicios básicos de supervivencia en función del capital, haciéndonos pagar el haber confundido el bienestar social con el lucro particular.
El nivel de la afectación de nuestra imprevisión ha afectado de forma dolorosa y permanente a más de la mitad de la población, que tuvo que enfrentar la disyuntiva entre el hambre y el virus, sin que hubiera medida suficiente que le garantizara su bienestar mínimo de salud, techo y comida.

Y todo esto dicho así, en abstracto, en unas cuantas palabras, carece de la profundidad del drama que se vive tras de cada número, que es un nombre, una persona. Un alguien que murió sin poder despedirse de su gente, ni su gente de este (claro, excepto si eras ministro), un estómago que se achica, un cerebro de un niño que no se alimentará completo, un desplazamiento a vivir a un lugar que ya no está casa, la presión económica que jode al amor, un tropel social que ya era teso convertirse en violencia al rompe.
Detrás de cada titular, de cada cifra, de cada curva estadística hay la historia de un préstamo que no se ha podido pagar, de un servicio que no llega más, de un rebusque sin encuentre, de un empeño que se disuelve entre lágrimas.
Y eso para no mencionar los estropicios que está haciendo en la psiquis de todos, incluso de los que tienen cama y mesa asegurados, con este mundo reducido a una pantalla, cuatro paredes y la incertidumbre que impide planear nada más allá de una semana. Todo junto al miedo, del otro, de que se te mueran tus viejos sin haberlos visto hace tanto, que tú rasquiña en la garganta sea el temido SarsCov 2 ingresando en tu cuerpo.

No podemos olvidar lo ocurrido. Tenemos que asumir la dimensión de lo que estamos viviendo, y enterarnos de que esas epopeyas personales cotidianas -las propias y las de los demás- que no quedarán en los libros de Historia, pero que dejarán marcas indelebles en el alma de cada quien, son las que configuran nuestra identidad como sociedad.

¿Aprenderemos alguna lección de todo esto?¿Estaremos mejor preparados para las olas nuevas que se ya se anuncian en frente, que prometen hacer de esta pandemia, si se le compara, una chapaleo de bebé en alberca?¿Qué cambiará en la psiquis humana de cuenta de estos tiempos de miedo e incertidumbre?¿Seguiremos confiados cuando esto pase en la misma fiesta sobre este piso que promete hundirse?

No podemos salir de acá, de este tiempo, con la idea de que nada pasó, porque sí que ha pasado. Sí que pasará.

Exposición fotográfica Fuck Year, del 12 al 22 de mayo en Data Sketch, calle #71 10-47, Bogotá

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