Fronteras invisibles y balas perdidas: la misteriosa Cali

Fronteras invisibles y balas perdidas en Cali: historias de barrio adentro

El sol comienza a salir por el oriente caleño. Irradia las nubes cercanas que se tornan cobre; a esta hora del día, el sol es soportable, un poco más tarde es fuego

Por: Germán Peña Córdoba*
abril 12, 2024
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Fronteras invisibles y balas perdidas en Cali: historias de barrio adentro

Estas son las fronteras invisibles y las balas perdidas en Cali: son las historias de barrio adentro...

Capítulo 1

EL SOL COMIENZA A SALIR POR EL ORIENTE CALEÑO, el astro irradia las nubes cercanas y estas se tornan color cobre; a esta hora del día, el sol se hace soportable, porque es tibio y cálido, un poco más tarde es fuego.

Mientras tanto, María se reincorpora; duerme a cielo abierto y el sol le pega pleno en su cara. El rostro es lo único que ella deja descubierto por fuera de la roída y sucia sábana con que se arropa.

El impacto del cuerpo celeste despierta a María, ella bosteza largo, respira profundo, estira y se levanta a enfrentar el cruel día que la espera.

Los gallos colorados corren desenfrenados por el patio trasero de la vivienda de "El Camaleón", se detienen y cantan en coro, ya casi les llega la hora de ir a combatir a la gallera "Pico de Oro". ¡Nacieron para pelear!

La bala perdida no es tan perdida, como literalmente se cree, ella busca y encuentra donde reposar con comodidad; casi siempre tiene un deficitario o un receptor que la acoge sin darse cuenta del daño que causará.

En su loco recorrido, la bala, pega en la ventana de una casa cualquiera, atraviesa el vidrio y de manera inesperada impacta la puerta o el piso, pega en el clóset o se aloja en el cuerpo de alguien que se encuentra barruntando, haciendo la siesta o leyendo plácidamente una revista; la bala tiene un trágico desenlace, porque finalmente da en el blanco no deseado.

El objetivo no es escogido por quien acciona el arma; pero esta vez, de manera irremediable y, en contra de la voluntad del accionante, el depositario final de la bala fue "La Loca María". María era una loca callejera que infortunadamente fue la víctima del proyectil perdido.

Una más de las tantas víctimas. La bala salió con fuerte velocidad inicial desde el control territorial que ejercen las Fronteras Invisibles y despiadadamente terminó con una velocidad final en la loca cabeza de María.

¡Se disparo a la loca!

Muy temprano María despertó. Ella, no sueña, ella duerme profundamente. En la noche, cuando se acuesta muere y en la mañana resucita; como decía mi abuela Petrona Oliveros: "el que no sepa que es la muerte, que se corrija por el sueño". 

María tenía unos 50 años de edad, de mediana estatura, no pasaba de 1.60 metros, 45 kilos de peso, era "negra blanqueada" o sea mulata; su pelo mono ensortijado igual a la melena del "Pibe Valderrama",  su piel seca, tostada y, arrugada, por efectos de la exposición permanente al sol, la verdad, es que María no tenía atributos físicos destacables.

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///

Unas profundas arrugas surcan su frente, las ‘patagallinas’ hendidas y pronunciadas debido a la ausencia de dentadura: María había perdido todas sus piezas dentales con excepción de un gigantesco diente canino, que se le observaba cuando ocasionalmente reía o se le salía cuando cerraba sus delgados labios. Su nariz era puntiaguda y gruesa, sus ojos profundamente azules no mentían que su humanidad fuera producto de una relación interracial, entre un hombre negro y una mujer Blanca o viceversa.

Normalmente, la loca, tenía como hábitat la calle, pero hace algún tiempo había recibido una oportuna concepción que la ayudaría a vivir mejor: pernoctar plácidamente al interior del antejardín de la casa de Humberto "El Camaleón" Ramírez.

El Pandillero le hizo el favor, a pesar de la reticencia de su mujer y su hija. En el barrio, por norma establecida por planeación Municipal, después del paramento de las viviendas, se tiene que ceder un antejardín, que es el área que separa la casa, del espacio público, representado por el andén; luego viene la vía vehicular. En ese antejardín dormía plácidamente María.

La única condición que le había puesto "El Camaleón" (jefe Pandillero, sicario y enfermo jugador de gallos), era que sus necesidades fisiológicas las hiciera por fuera del área cedida en comodato.

Desafortunadamente ese día la Loca María había estado un poco suelta del estómago; el aspirar tanto Pegante Bóxer, le había afectado notablemente su débil sistema digestivo, agregado a esto, sus hábitos de mal comer la tenían con fuerte diarrea.

Esa noche, casualmente, su esfínter no funciono, no pudo detener la avalancha excremental durante la oscuridad y, sin enterarse amaneció "poposiada".

El nauseabundo olor penetró hasta el último rincón de la casa y, resultó insoportable para "El Camaleón", que esa noche, había tenido pesadillas asociadas con su rol de sicario y jefe de pandilla. Y, para completar el infortunio, había perdido en la Gallera con su mejor gallo: “El Camaleón” amaba a “Ruperto” el gallo preferido, que había caído a consecuencia de los certeros espuelasos de "Napoleón" el gallo del Negro Andrés, otro gallero.

El crápula "Camaleón", esa noche había soñado con uno de los tantos muertos que había dejado regados en el camino; el último, por desgracia, termino ser un sobrino suyo que no conocía. Un hijo de una hermana. Era una de las pocas cosas que lo atormentaba en el innoble oficio del sicariato.

-Ser sicario no es fácil, uno le ruega a la virgencita que las cosas salgan bien, pero, a veces las cosas se complican-

Decía "El Camaleón" cuando se emborrachaba en la tienda de la esquina.

///

El fétido olor puso furioso a el "Camaleón", la concepción que le había ofrecido a María la Loca, la dio por terminada de manera abrupta y unilateral; de inmediato le suministró un balde con agua caliente, una gruesa escoba, un cepillo tupido y un denso trepador para que María le dejara el antejardín libre de excrementos y se marchara en el acto, so pena "quebrarla".

Bajo la ostensible amenaza que el "Camaleón" profería y no dudaría en cumplir, María dócilmente obedeció la perentoria orden del bandido: todo lo dejó limpio, recogió sus harapos y con dos pesos, salió hacia la avenida.

-¡No te quiero volver a ver por aquí vieja loca hijueputa!

Le dijo con la procaz altanería que caracterizaba al "Camaleón".

Y siguió

-Donde te vea por aquí otra vez, date por muerta malparida loca-

A María le tocó hacer oídos sordos a la amenaza y marcharse.

Las Fronteras Invisibles son un fenómeno social que existe y consiste en el control territorial, que las bandas dedicadas al micro-tráfico, la extorsión, el sicariato y demás expresiones que generan violencia en los barrios, establecen para demarcar territorio y nadie puede incursionar en el, puesto que determinan unos límites bien definidos y pueden ser físicos o imaginarios.

Límites que pueden ser caños, vías, árboles, hitos urbanos o fronteras imaginarias las cuales no se pueden violar sin informar, so pena, ser víctima de una acción violenta de los grupos multicrimen.

El marcar territorio es la condición innata de los seres vivos, para la delimitación espacial donde se mueven y se convierte en un espacio de uso exclusivo. La violación o invasión a ese espacio genera reacciones violentas de determinadas especies.

Existen especies más territoriales que otras, por ejemplo, los Hipopótamos son extremadamente territoriales, enfurecen cuando sienten que otra especie incursiona en lo que ellos han delimitado como su territorio; igual son los felinos: Tigres, Leonas, Leones y Leopardos.

En cuanto el ser humano dotado excepcionalmente de la razón y los códigos, no puede establecer la ley de la selva, que impida la convivencia social y pacífica, regida por el derecho, la Constitución y la ley.

No puede el Homo Sapiens arbitrariamente establecer control territorial sobre espacios destinados para el tránsito y disfrute de todos sin que las leyes lo impidan. Más sin embargo contrario a lo anteriormente expuesto las fronteras invisibles en los barrios de Cali y demás centros urbanos en Colombia existen.

Si se busca objetivamente el origen de los fenómenos sociales en Colombia, como son las Fronteras invisibles, si se analizan sin sesgos emocionales y sin apasionamientos políticos, nos encontraremos que lo que origina todo este estado de cosas, es la marginalidad propiciada desde lo más alto del estado mismo y, unas añejas castas dueñas hasta del aire que respiramos.

Las inequidades que agencia el deficitario Estado conllevan a la extrema pobreza y somete a grandes capas de la sociedad a una situación de gran postración.

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Dicho lo anterior sigamos, porque si profundizas, quizás te llamarán "Mamerto".

Las Fronteras invisibles van en consonancia con la bala perdida. Son hermanas siamesas, son casi imposibles de separar. En los barrios populares Caleños donde se da este tipo de control territorial, los casos son dolorosos: muere el niño que ha salido a jugar al parque, muere el adolescente que va de regreso a casa después de la jornada escolar, con su maletín adherido a su espalda, muere o queda lisiado el anciano que madrugó a comprar el pan a la panadería de la esquina, muere el obrero que se mueve en su bicicleta y se dirige a la obra en construcción.

Muere la tranquilidad colectiva, la incertidumbre reina y la percepción de inseguridad invade y se riega como pólvora. ¡Todo muere!

La Loca María no sería la excepción.

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Capítulo 2

Después de haber sido expulsada del antejardín de "El Camaleón", La Loca María se dedico a vagar sin rumbo fijo por las calles de Cali. Errar era su inexorable destino; semidesnuda semidescalza, con escaza ropa maloliente, deambulaba sin parar.

Recorría diferentes barrios, hablando sola, maldiciendo a "El Camaleón" y, pidiendo algo de comer, para paliar el hambre que la acosaba, era "la Leona" que le cobraba el consumo de alucinógenos y el alcohol cuando sus efectos se agotaban. María era alcohólica, había dejado de consumir Pegante Bóxer y, solo fumaba Marihuana y bebía "Chirrinchi", un licor barato de venta libre, muy popular en la ciudad de Santiago de Cali.

En la noche regresaba a su barrio El Diamante, sector perteneciente a un conjunto de barrios dentro del programa de vivienda construido a principios de los años 60's, llamado Unión de Vivienda Popular. El barrio El Diamante era su centro de operaciones, su refugio, su oasis en el desierto de la vida.

En medio de sus tribulaciones sentía que nadie la quería, que todos la rechazaban y hasta la presión policial sentía; era el hostigamiento, de estos que aún siendo pueblo, se ensañan con los desvalidos y a la vez, protegen y besan la mano de los poderosos.

Agotada y cansada se instalaba bajo un frondoso árbol de Enebro sembrado en el separador del par vial; extendía sus chiros que en el día se los guardaba una generosa vecina. Luego se acostaba.

Ya encontrándose bajo los reducidos efectos de los alucinógenos consumidos durante el día, María se dedicaba a mirar las estrellas y la luna llena; observaba como la luz se filtraba por las hendijas que dejaba la muy pequeña separación entre hojas debido a lo tupido que era el árbol de Enebro. Mirando el firmamento caía en un sueño profundo; resucitaba con la primera luz del día para luego regresar a su rutina.

-Levántate de ahí Loca hijueputa.

Le dijeron dos Policías en moto.

Era el cuadrante de la Policía que la acosaba en su nido. Los Policías le pidieron bruscamente se levantará y cogiera carretera, pero curiosamente con "El Camaleón" no pasaba nada, a pesar de saber dónde vivía. La pobre María sumisa ante el maltrato de los dos "Tombos", uno negro, otro con claros rasgos indígenas, recogió sus cositas y se las entregó a Doña Ángela la generosa vecina que se las guardaba.

María atravesaba los barrios sin ninguna preocupación, no tenía en cuenta la existencia de las Fronteras invisibles y, si casualmente se enteraba, no les temía, porque su perturbado estado mental a causa de un consumo consuetudinario de drogas, le impedía distinguir la línea que separa la realidad de la fantasía.

Para la Loca María, ese fenómeno social real que mucha gente lo vive, no operaba en ella, lo subestimaba. María transitaba del barrio el Diamante a Puerto Madera, seguía a pie iba hasta el Siete de Agosto, pasaba por el barrio 12 de Octubre, el Poblado, se entregaba a Mojica y a "La Colonia Nariñense", llegaba hasta los barrios Pizamos y Valle grande. La Loca María frecuentaba barrios donde el fenómeno social de las disputas territoriales o Fronteras Invisibles eran evidentes.

Andaba "la Ceca y la Meca", iba de un lado al otro, de acá para allá, buscando algo, andaba sin un objeto preciso ni determinado. Después de recorrer los diferentes barrios del suroriente Caleño, extenuada lograba llegar al barrio Junín, hacia una estación donde Hilia Peña.

Doña Hilia bondadosamente le proporcionaba algo de comida y seguía su camino hasta la sede de Supermercados Olímpica del barrio Guayaquil. Allí a María, en las afueras de Olímpica, la dejaban cuidar carros, siempre y cuando estuviera sobria.

-Dele, dele patroncito, bien cuidadito-

Decía María.

Armada de un trapo rojo, un sombrero para protegerse del abrasivo calor del canicular sol, María trabajaba duro en ese punto. El trapo y el sombrero es la dotación, básica y esencial para cobrar el impuesto al parqueo en la calle. María lo hacía con rigor.

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Capítulo 3

¡Era un día sábado! El sábado en Cali todo es fiesta; es sabor, salsa, rumba y bembe. Cali es lo máximo, Cali es la sucursal del cielo.

¡Que viva Cali, Chipichape y Yumbo carajo!

Después de trasegar casi toda la tarde del sábado, María llego al barrio El Diamante; inmediatamente le solicitó a Doña Ángela (la bondadosa vecina), le entregara sus chiros: una colchoneta sucia, una sábana roída, un cojín que hacía las veces de almohada y una descuadernada silla Rimax, donde ocasionalmente se sentaba; todo lo acomodó en el separador vial debajo del árbol de Enebro y, se dedicó a mirar las Estrellas y a observar la Luna.

Ese día la Luna lucía plena. Después de extasiarse mirando el firmamento, por las hendijas que dejaban las hojas del árbol, María fue entrando en el insoslayable sueño que la vencía. Un sueño profundo de donde nunca jamás despertaría: el sueño eterno.

Esa noche del sábado viviríamos un momento histórico, era la noche del mes de octubre de 1996. El equipo de fútbol América de Cali, "La Pasión de un Pueblo", "La Mechita", "Los Diablos Rojos" y otros nombres que se le adjudican a este grandioso equipo Caleño, disputaría de nuevo la final de la Copa Libertadores de América con el River Plate de Argentina.

El América es el único equipo que posee el anti-récord en disputas de la Copa Libertadores: ha disputado cuatro finales, tres de ellas seguidas y nunca ha tenido éxito.

El 24 de octubre de 1985 perdió contra Argentinos Junior el título, hubo que definirse por tiros penaltis; en 1986 la final se perdió contra River Plate. Y, la más dolorosa pérdida fue el 31 de octubre de 1987 frente el equipo Peñarol de Montevideo; América solo necesitaba un empate y con ello saldría campeón de la Libertadores. En tiempo adicional de un tercer partido el uruguayo Diego Aguirre en el último minuto vence la valla defendida por Falcioni. La Mechita perdió el partido. Nuevamente no se pudo.

La gesta deportiva que hoy nos ocupa, fue la cuarta final del equipo Americano. En ese momento -octubre de 1996-, su leal hinchada estaba convencida que esta sería la oportunidad de salir campeones de la copa Libertadores, de nuevo frente al River Plate de Argentina. América no defraudaría, saldría airosa de este desafío y la ciudad de Cali enloquecería de alegría, con el triunfo.

Entusiastas se encontraban los hinchas americanos en las esquinas de los barrios de Cali. Las fuentes de soda abarrotadas frente al televisor, igualmente las Barras y los Estancos de licores. Eran las 8 de la noche. El desfile del triunfo se encontraba preparado: miles de motociclistas listos para salir a festejar, automóviles, buses, banderas de la América ondeaban en los barrios Caleños. La Avenida Sexta era el sitio por excelencia. "La Sexta" se preparaba como centro máximo de concentración, para recibir a la fervorosa hinchada Americana.

Uno de los perturbados con este histórico evento sería "El Camaleón". Un numeroso grupo de amigos ingerían licor frente a la pantalla del televisor de los Barriles "La Mechita", era una Barra y Estanco de expendio de licores.

Otrora la hinchada caleña de manera ofensiva decía: "cuando el América juega se pueden dejar las puertas de las casas abiertas". El contenido de la descortés y desconsiderada frase, refuerza el carácter popular de su hinchada.

En la Barra y Estanco "La Mechita" del barrio El Diamante, se encontraban más de 100 personas observando el partido de la final de la copa Libertadores de América, muchos de ellos armados, habían hecho tiros al aire, en el fragor y desarrollo del partido.

Todos observaban el encuentro en una gran pantalla; "El Camaleón" y sus amigotes lanzaban hijueputazos cada vez que el América erraba una clara oportunidad de gol, beodos esgrimían sus armas y amenazaban con disparar.

El Camaleón y sus parceros veían enemigos por todas partes, eran aquellos que se encontraban en la línea imaginaria de las fronteras trazadas, que los dividía. Alucinados, bajo los efectos del alcohol y otras drogas veían, imágenes distorsionadas que se acercaban peligrosamente y se veían en la necesidad de disparar. Eran las Fronteras Invisibles.

Pensaban que los del otro lado vendrían por ellos. Llenos de paranoia observaban para todos los lados, hacían muecas por efecto del consumo de Cocaína, se asomaban, sacaban la cabeza del local y de repente la volvían a esconder; paralelamente consumían licor, "el pase" de la blanca no faltaba, como estimulante y así seguían viendo el partido con sus ojos brotados y enrojecidos.

Finalmente, y para el asombro de todos, América, "La Mechita", "Los Diablos Rojos", "La Pasión de un Pueblo", había sido condenado a perder por cuarta vez, una final. El equipo River Plate lo había impedido; los hinchas habían acariciado la copa Libertadores.

El partido de ida lo había ganado 1-0 con gol del "Pitufo" Anthony De Ávila. Y, este, el partido de regreso, lo había perdido frente a River Plate 2-0. ¡Una verdadera tragedia!

Todos los asistentes de la Barra salieron compungidos, dolidos y las lágrimas rodaban por sus mejillas: el equipo había perdido por cuarta vez una final de la copa Libertadores. "El Camaleón" y sus amigotes salieron zurumbáticos del Estanco "La Mechita"; los hombres, en un estado de alicoramiento extremo, comenzaron a enfrentarse a los enemigos que sus alucinaciones creaban, en medio del irremediable caos.

La calle estaba demasiado oscura, de repente se escuchó una voz: ¡maricas allí están! Ese grito fue la génesis de una frenética balacera. Los pandilleros comenzaron a disparar locamente al aire sin ningún objetivo determinado; todos sin excepción, se encontraban en un estado de embriaguez extremo y la locura contagió el comportamiento colectivo, reversando la situación y, generando fuego amigo.

Los disparos iban y venían de manera anárquica, los proyectiles pegaban en los árboles sembrados en el separador de la avenida, daban en puertas y ventanas de

casas vecinas, en los parabrisas de los vehículos estacionados, otros tiros se perdían en el aire, en la oscuridad de la noche. Una de las balas perdidas, salida del arma de "El camaleón", dio en la cabeza de la Loca María que se encontraba dormida, se alojó en su cabeza, que era la única parte de su cuerpo, que dejaba descubierto por fuera de la sucia y roída sábana con que se arropaba.

Que mala fortuna la de María fue doblemente victimizada: había muerto a causa de una bala perdida y por su pobreza extrema. Una bala, casualmente disparada por "El Camaleón" terminó con la infelicidad de vivir. No sé dio María cuenta, del sorpresivo corte de energía.

Antes de caer en el sueño profundo, se había acostado como de costumbre a observar la luna y las estrellas, que dejaban ver las hendijas de las hojas del árbol de Enebro. La parca sorprendió a María cuando apenas se aproximaba el canto de la Alondra y el sol se preparaba a salir por el oriente caleño.

*Arquitecto de Univalle.

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