¿Estudiantes? No. Ahora son clientes

¿Estudiantes? No. Ahora son clientes

Como muchas tantas cosas, la educación se mercantilizó. Los conocimientos ya no pesan como antes, porque otros factores relacionados con el dinero los desplazaron

Por: Dustin Tahisin Gómez Rodríguez
abril 17, 2019
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¿Estudiantes? No. Ahora son clientes
Foto: Pixabay

La educación como parte integral del desarrollo humano ha tenido varios cambios en Colombia. Uno de ellos es el acontecido desde la década de 1990 cuando el país se alineó a los dictámenes del Consenso de Washington y de Basilea donde se pasó a la formación para el trabajo. En efecto, palabras ostentosas como “calidad”, “logros”, “individualismo”, competencia” se volvieron del común y ya uno escucha “egresados” que sin saber leer y escribir se llaman profesionales.

Precisamente, uno de los grandes impases de esta apropiación del aparato productivo por medio del discurso neoliberal es que los estudiantes pasaron de ser educandos a clientes y lo mejor de todos es que muchos de ellos se lo creen. Es normal escuchar a los profesores hablar cómo los estudiantes saben que al ser “clientes” en promedio pueden aplastar la autonomía como el liderazgo de los profesores en la clase, dado que si muchos estudiantes pierden hay posibilidades de deserción y en consecuencia de reducir los ingresos para las universidades. Por ende, hay que buscar “mecanismos pedagógicos “con los cuales se reduzca esto, es decir páselos, pues son “clientes”.

Sin olvidar que con los lineamientos de los comandos Excel, es decir, los administrativos neoliberales, estos últimos, que llenaron de formatos la pedagogía contribuyen los docentes utilicen sus horas para preparar clases o para realizar dinámicas investigativas, completen formatos que en promedio nadie va a leer. De igual modo, existen por ejemplo en las universidades calificaciones de los estudiantes frente al proceso de enseñanza y evolución por parte de los estudiantes, con lo cual estamos de acuerdo dado los procesos de trasferencia.

Sin embargo, se volvieron estos indicadores camisas de fuerza, ya que se puede identificar algunas universidades donde estos indicadores valen el 40 y hasta el 60% de la evaluación docente del próximo año. De donde se sigue, que si un estudiante no está de acuerdo con la nota, puede calificarte mal. Ayudando en generar errores robustos en tu contratación. Por ende es mejor pasarlo, es el cliente y así todos vamos bien. En virtud que si tú me calificas mal, yo te califico mal, pero si me calificas bien, yo te califico bien y ganamos todos aunque algunos estudiantes en promedio tengan frágiles procesos de aprendizaje.

También se ven cosas como estas, sobre todo en las universidades privadas donde algunos estudiantes no hacen nada en su construcción del conocimiento pero que con una queja con las directivas te mandan a llamar, pues hay que darles la “oportunidad”. O mejor, te exigen notas con procesos mediocres o de muy mala calidad y si no se las cambias, se quejan. En efecto, las directivas que deben de mantener los “clientes” te recuerdan que tu contrato es hasta determinado tiempo y es posible que no te renueven.

Para terminar, además de que los profesores tienen retornos sociales como de ingresos fugaces así como el debate de nunca acabar con los administrativos que cada vez tienen más poder sin saber en promedio que es la academia, ahora también tiene que lidiar con los “clientes”, los mal llamados profesional del futuro. Ya que una educación que premia al cliente y no la construcción al conocimiento tiende a navegar en la ignorancia como en la ineficiencia tal como ha acontecido con uno de los países que ostenta estar entre los más ignorantes como reflejar procesos limitados en los resultados de evaluaciones internacionales sobre lectura y escritura. Acotando que es uno de los países donde hay mayores femicidios, desigualdad social como económica y por último con una población que le dan la oportunidad de refrendar la paz después de 60 años de conflicto y la mitad establece que no.

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