Estados Unidos, en la recta final

Estados Unidos, en la recta final

Al final, será la América profunda, esa que no aparece en los grandes medios, la que tendrá la última palabra en los comicios del próximo 3 de noviembre

Por: Felipe Rincón
octubre 30, 2020
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Estados Unidos, en la recta final

La primera potencia mundial se enfrenta a dos caminos que definirán su futuro y el de todo el hemisferio occidental. Viaje al corazón de los Estados Unidos para entender la América de Trump, ¿o de Biden?

Hay algo que tienen en común un afroamericano que se gana la vida en un Walmart de Atlanta organizando estanterías, un cowboy texano que recluta inmigrantes indocumentados para trabajar en su granja, una joven profesional que emigra de un pequeño pueblo de Carolina del Sur a Nueva York y una abogada cubano-estadounidense oriunda de Miami. Más allá de los grandes medios, las encuestas y el show mediático que representa la elección del próximo 3 de noviembre hay un país profundo que busca respuestas y aún no las encuentra.

La pandemia ha arrasado con 4 millones de empleos, y James, afroamericano de 35 años, tiene miedo a perder su empleo en un Walmart ubicado en los suburbios de Atlanta. "Trump nos prometió soluciones después de que Obama no hubiera hecho nada por nosotros, ninguno hizo nada, así que prefiero no votar", afirma.

La América post-racial que había sentenciado Obama en 2008 está lejos de hacerse realidad, de hecho, la desigualdad monetaria entre blancos y negros no ha hecho más que incrementarse en el actual gobierno: Mientras en 2016 una familia negra promedio ganaba alrededor del 66% del ingreso promedio de una familia blanca, en 2019 ese indicador cayó al 60%, o lo que es lo mismo, la brecha monetaria entre blancos y negros aumenta cada año 1.5% en el país que promete igualdad y libertad. A esto hay que añadirle las tensiones raciales junto a los movimientos de extrema derecha que han resurgido en los últimos años, la desigualdad en el sistema judicial, la violencia policial y, en general, en la mayoría de los ámbitos de la sociedad.

Más al sur, Robert, un granjero texano de 52 años que lleva 20 contratando hispanos indocumentados ofreciéndoles un salario mínimo, techo y comida cuestiona la gestión de Trump frente a los granjeros: "Nos prometió que venderíamos el doble, pero la verdad es que he tenido que reducir mi personal a la mitad y he perdido algunas cosechas por falta de compradores y precios bajos”, “he votado republicano y seguiré votando republicano, aunque no con el mismo entusiasmo", afirma. Cuando Trump llegó en enero a un acuerdo comercial con China les prometió prosperidad a su base fiel de votantes rurales debido a las nuevas compras agrícolas que realizaría el gigante asiático a los granjeros estadounidenses. Dichas expectativas aún no se han cumplido y, la poca paciencia de los granjeros que deben enfrentarse a más restricciones y gravámenes a sus exportaciones por parte de China en reciprocidad a las agresivas políticas de Trump no ayudan a la favorabilidad del presidente.

En 2016, el trumpismo fue en gran ganador entre los granjeros y los blancos no educados del país, un sector de la sociedad que tenía miedo a perder sus pocos privilegios por la avanzada progresista que representó Obama en sus ocho años de mandato. Una respuesta irracional, quizá, pero en la cual se expresaron los temores de un Deep South (Sur profundo) y un Old West (Viejo Oeste) maltratados por una globalización que, en su opinión, solo beneficiaron a los grandes de Wall Street y Silicon Valley.

Al otro lado del país, Sarah, una joven profesional de finanzas proveniente de un pequeño pueblo de Carolina del Sur y que se abre paso en una sucursal bancaria de Brooklyn (Nueva York) hace hincapié en los altos precios de alquiler que debe pagar por un apartamento compartido en una zona de clase media de la ciudad, la deuda estudiantil de $78.000 USD que arrastra desde hace cinco años, el acoso callejero que sufre a cada rato en el metro de la ciudad y la actitud del actual gobierno frente al cambio climático. “Quería votar por Bernie por su propuesta de deudas estudiantiles y topes al alquiler como lo hicieron en California” afirma, “si todavía hay mucho machismo y racismo en una ciudad como Nueva York imagínate lo que pasa en el resto del país, votaré contra Trump aunque Biden no me emocione mucho” sentencia, “El cambio climático es real, no sé cómo hay gente que de verdad le cree a Trump”.

En Estados Unidos, más del 60% de los profesionales jóvenes son demócratas y las grandes urbes de las costas este y oeste reflejan dicha realidad. En la elección pasada este grupo abandonó a Clinton en estados clave y su abstención fue responsable, en cierta medida, de que ganara Trump. Jóvenes como Sarah esperan no repetir el error del 2016 y, aunque Biden no colme suficientemente sus expectativas, entienden que un segundo gobierno de Trump los aleja cada vez más del país que quisieran para ellos y para sus hijos. Cuestiones como el excesivo costo de la salud y la educación, el cambio climático y las dificultades de acceso a la vivienda en las principales ciudades aparecen fuera de un debate concentrado en la pandemia y la economía.

Sin embargo, no es un secreto que la debacle de hace cuatro años ha movido las bases de los demócratas a posturas más de izquierda que representan liderazgos como los de Alexandra Ocasio-Cortez, Bernie Sanders y Elizabeth Warren, aún a pesar de la resistencia al cambio que encuentran en el establishment de su propio partido. La esperanza de todos ellos es que un moderado como Biden al menos no revierta el impulso progresista que lleva su formación política.

Por otra parte, María, una experimentada abogada cubano-americana nacida en Miami y madre de dos hijos hace una ferviente campaña por Trump evitando que el ‘Estado del Sol’ (Florida) les dé a los demócratas las llaves de la Casa Blanca: “No me gustó la tibieza de Obama frente a los Castro, creo que Biden llevaría las cosas por el mismo camino mientras que Trump sí ha demostrado contundencia y fortaleza con la dictadura”, afirma.

María representa a millones de estadounidenses de origen hispano que poco o nada tienen que ver con los miles de inmigrantes indocumentados que arriesgan sus vidas cruzando la frontera con México y que a su vez deben aguantar los ataques del presidente culpándolos de todos los males del país de la América first. Mientras en estados fronterizos como California, Arizona o Nuevo México los mexicanos y centroamericanos representan mano de obra barata, en la Florida los cubanos y en menor medida los puertorriqueños y colombianos son un grupo político capaz de mover la balanza en Washington a favor de sus propios intereses.

Lo cierto es que el desprecio del actual gobierno estadounidense por América Latina es evidente, mientras Obama realizó 15 viajes a la región y Bush 18, Trump solo asistió a la cumbre del G-20 en Buenos Aires. Aun así, el presidente sabe que sin los votos de la Florida no es viable su victoria el próximo 3 de noviembre, quizá por eso esté empeñado en meter a Colombia en la contienda electoral, quizá… Sin embargo, en el resto del país hispano el desprecio de Trump no es un voto automático por Biden, pues los hispanos saben que los demócratas les han incumplido varias veces en temas clave como la reforma migratoria, la igualdad social y las relaciones con América Latina. La realidad es que no hay mucha expectativa con Biden, mucho menos con Trump.

La pandemia del COVID-19 atomizó un país ya atomizado y las soluciones que se proponen por parte de ambos candidatos no parecen satisfacer a un electorado cansado del show mediático en el que se han convertido las elecciones de Estados Unidos en los últimos años. Lo cierto es que esta sociedad está cambiando rápido y, quien mejor se adapte a dichos cambios se llevará la victoria el próximo 3 de noviembre.

Millones de personas aún conservan la esperanza de que la promesa de libertad e igualdad sea algún día posible para todos en el país del sueño americano. Al final, será la América profunda, esa que no aparece en los grandes medios, la que tendrá la última palabra.

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