Recuerdo que fue un hermoso día de abril; el sol estaba radiante. Nunca pensé que ese día la suerte de Colombia y mi vida cambiarían para siempre. Sigo preguntándome cómo algo tan simple y sin importancia en ese momento podría llevarnos a los abismos infinitos de dolor que todavía vivimos.
Como todos los lunes, a las 6:20 AM, doña Eugenia Vélez de González le preguntó a su clase de Periodismo II, en la Escuela de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, cuál era la noticia que más nos había impactado y por qué. Todos dimos nuestra opinión. Un poco tímido, Guillermo León Zapata, uno de nuestros compañeros, se atrevió a decir: “Yo creo que la noticia más importante fue el lanzamiento de 'Medellín Sin Tugurios', ayer, en el estadio Atanasio Girardot”. Todos nos sorprendimos, en especial porque ninguno de nosotros, salvo Zapata, que creo que ya trabajaba para el programa deportivo 'Weimar Lo Dice', uno de los de mayor sintonía en Colombia, sabía del mencionado lanzamiento.
El mismo Zapata reconoce que olvidó lo ocurrido. Creo que a todos se nos olvidó cómo en nuestra clase de Periodismo II estábamos cubriendo la historia de Colombia en general, la de Medellín en particular, sin analizar la profundidad de lo que hicimos.
Ni por un instante pensamos que el lanzamiento de un hecho tan loable como era darle un hogar decente a las personas que vivían de separar los desperdicios en el Basurero de Moravia iba a desencadenar la vorágine de hechos que casi exterminan a Medellín, que todavía hacen peligrar la existencia de Colombia y que llevaron a un psicópata enceguecido de poder, ambición desenfrenada e instintos dictatoriales, a poner el Estado de rodillas ante sus designios.
Doña Eugenia envió por los periódicos locales. La nota sobre 'Medellín Sin Tugurios' no aparecía por ninguna parte, salvo por un par de menciones sin importancia. Fue por eso, por la poca atención que le brindaron los medios, que Pablo Escobar, conocido en ese entonces en Medellín simplemente como Pablo, hizo el lanzamiento en varias ocasiones.
Con el paso del tiempo, Pablo decidió que la fecha oficial fuera en 1982, cuando la noticia se vio por TV. Doña Eugenia había vivido mucho tiempo en Nueva York, donde trabajó como editora de la desaparecida agencia de noticias UPI, en ese entonces una de las más importantes. Por lo mismo, doña Eugenia no entendía que los medios nacionales y los de Medellín pasaran por alto una noticia social tan importante y comenzó a buscar la manera para que sus estudiantes de periodismo se interesaran en el tema.
Por ese entonces, el nombre de Pablo Escobar ya se escuchaba con varias tonalidades. Para los políticos era un excelente patrocinador. Para los miembros de las empresas constructoras, un socio lleno de dinero. Para los artistas y los clubes deportivos, un mecenas. Para los periodistas deportivos, el dueño del Nacional y el mayor accionista del Medellín, además de participar en automovilismo y construir canchas deportivas en los barrios populares de la ciudad.
Para los pobres del Basurero Municipal, Escobar era un buen hombre que les estaba mostrando que era posible tener su casa propia, que tener vivienda había dejado de ser un sueño. Sin embargo, para quienes se le oponían en alguna forma, era un verdugo despiadado.
Los anteriores comentarios no se escuchaban en todas partes. Ni siquiera en el Concejo de Medellín, entidad que meses más tarde del lanzamiento de “Medellín sin tugurios” se convertiría en un sitio frecuentado por Escobar y su séquito.
Los comentarios cobraban vida en sitios como el Café La Bastilla y Versalles. La Bastilla, localizada en La Playa, arribita de Junín, era el mentidero político y económico del Medellín de esa época. El Café La Bastilla era frecuentado por todas las fuerzas vivas de Antioquia y muchos visitantes ilustres: ministros, exministros, gobernadores, exgobernadores, alcaldes, exalcaldes, secretarios de despacho, intelectuales y profesores universitarios; periodistas que cubrían la economía y políticos.
Aunque en ese momento no se daba el cabildeo o “lobby” en Colombia, La Bastilla era el sitio ideal para lagartos e intrigantes. Si usted buscaba trabajo, si quería enterarse de algo, de alguien, o le interesaba el sonajero político, iba a La Bastilla a pedir un tintico o un periquito, mientras encontraba a la persona clave. Mientras se lo tomaba, ponía un poquito de atención y se enteraba de todo lo que pasaba en la ciudad de Medellín y, en ocasiones, en Colombia.
En esa época, la ANDI (Asociación Nacional de Industriales) y la FENALCO Federación Nacional de Comerciantes) todavía tenían como sede a Medellín, por lo que muchos de los acontecimientos económicos importantes también pasaban por La Bastilla.
La primera vez que entré a La Bastilla fue en 1974. Iba buscando a Julián Pérez Medina, el presidente de la Asamblea de Antioquia, para que me firmara unos documentos para la organización de Medellín 300, la celebración de los tres siglos de la ciudad. Los contertulios del café iban desde Bernardo Guerra Serna, ya convertido en el primer elector del país, con 384 mil votos, hasta el Maestro Gerardo Molina, el respetado presidente del Partido Comunista, en ese momento de visita en La Tacita de Plata, otro apodo con el que se conocía a Medellín.
A principios de la década de 1980, algunos de los habituales tertulianos de La Bastilla comenzaron a involucrarse con el narcotráfico. Figuras como E. Libardo Ospina, mejor conocido entre sus amigos como “Don ELO”, lamentaban cómo la ambición y la corrupción se apoderaban de la ciudad. Don Elo no podía concebir que personas como Jairo Ortega Ramírez, Orión Álvarez Atheortúa, Guido Parra y otros se unieran a la causa de Pablo Escobar, sin importarles, ni haber sopesado las consecuencias.
Fue entonces cuando un grupo de profesionales y académicos, entre ellos Jaime Jaramillo Panesso y Jaime Sierra García, le propusieron a Leonardo Nieto, propietario del restaurante Versalles, ubicado en Junín, cerca del Parque Bolívar, crear un espacio de tertulia para debatir los acontecimientos políticos y sociales de Antioquia, Colombia y el Valle de Aburrá. Don Elo accedió con entusiasmo.
Tanto en Versalles como en La Bastilla, el nombre de Pablo Escobar se mencionaba en voz baja, y siempre surgía algún comentario sobre el último cuerpo que se le atribuía a su creciente lista de muertos. Su reputación era ya nefasta, aunque los medios de comunicación aún no hacían eco de ello. Este silencio se extendió al proyecto "Medellín Sin Tugurios".
Doña Eugenia, al enterarse de la situación, arguyó que ignorar los hechos no resolvería los crecientes problemas de violencia en la ciudad, donde los asesinatos ya rondaban el millar, aunque aún lejos de la aterradora cifra de 7.500; decidió entonces modificar el plan de estudios de su clase de Periodismo II, adaptándolo a las habilidades de cada alumno.
"Vamos a hacer un informe especial", anunció la maestra. "Reinaldo Spitaletta hará una crónica sobre los tugurios; Alonso Salazar realizará entrevistas; Luz Marina Rivera creará un programa informativo; Consuelo se encargará de las relaciones públicas; Héctor Abad escribirá un comentario editorial; Vicky Estrada hará un programa en vivo; Mariano González analizará el significado del proyecto para Medellín; Nicolás Pineda hablará con los políticos; y tú, Elizabeth Mora, cubrirás el nuevo lanzamiento", me explicó doña Eugenia por teléfono, ya que mi trabajo en el Concejo de Medellín me impedía asistir a clase en persona.
Otros compañeros también trabajaron en temas relacionados con "Medellín Sin Tugurios". Jorge Melguizo, quien más tarde sería Secretario del Despacho, exploró la comunicación alternativa. En el 2008, me mostró con orgullo la transformación de Medellín. Carlos Mario Gallego, "Tola" el de "Tola y Maruja", presentó una crónica cómico-trágica que nos hizo reír y llorar a la vez.
Doña Eugenia tenía un ojo clínico para el talento. Spitaletta es hoy uno de los mejores cronistas colombianos; Salazar fue investigador, Secretario del Despacho y Alcalde de Medellín; y Héctor Abad Faciolince uno de los escritores y columnistas del país; su fama trasciende fronteras.
El primer lanzamiento de "Medellín Sin Tugurios" se celebró en Kevin's, una discoteca de moda, con un lujoso almuerzo. Sin embargo, la prensa siguió ignorando el proyecto. Fue entonces cuando Pablo Escobar compró un espacio en televisión y contactó a Virginia Vallejo.
Para el último lanzamiento, los alumnos de doña Eugenia ya habíamos entregado nuestros trabajos. Ella, contenta con los resultados, hizo copias y las envió a los directores de los principales medios del país. Solo Guillermo Cano de El Espectador y Felipe López de la Revista Semana mostraron interés.
Don Guillermo visitó a doña Eugenia en Medellín, y se reunieron en el Versalles, con don Elo como anfitrión. También asistieron Jaime Jaramillo, Jaime Sierra, Oscar Peña Alzate y Jorge Rodríguez Arbeláez. Doña Eugenia me invitó porque yo había escrito sobre la disputa entre Pablo Escobar y las Empresas Públicas de Medellín (EPM), por la negativa de Diego Calle Restrepo, gerente de las EPM, a suministrar servicios públicos a las 500 viviendas que Escobar estaba construyendo.
Aunque oficialmente el Concejo enjuició a Diego Calle por discriminar a las clases menos favorecidas, en realidad Escobar manipuló a los concejales para vengarse de Calle. Asimismo, convenció a varios de ellos para que protestaran en nombre de la ciudadanía, mientras organizaba una manifestación con los futuros beneficiarios, a quienes les entregó las llaves de sus casas.
Los nuevos propietarios salieron a las calles a protestar, en un evento apenas cubierto por los medios. Algunos concejales veían la necesidad de proteger a los beneficiarios, pero también temían el creciente del poder que estaba acumulando Escobar. Al final, Escobar ganó.
"Creo que el Concejo de Medellín ha ayudado a crear un verdadero monstruo que quiere usar la política para conquistar el poder absoluto", advirtió Luis Carlos Galán. Tras la derrota del Partido Liberal en las elecciones, me despidieron del Concejo.
Aldemar Betancur y Jorge Rodríguez Arbeláez crearon un centro de estudios ("think tank") para analizar la situación de Medellín, siguiendo el modelo estadounidense. Este fue el segundo mentidero para debatir y hablar de los temas del momento, después del de Versalles. Fui a muchas de sus charlas, de donde surgieron artículos como "Por billete mato al que sea" y "De Medallo a Metrallo", publicados en El Tiempo y editados por Enrique Santos Calderón. El expresidente Belisario Betancur utilizó estos artículos, junto con "Estar Vivo no es la Vida" de Juan José Hoyos, para conseguir ayuda internacional para Medellín".
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